Observar nuestro entorno con la atención que precisa cada individuo u objeto, conlleva un viaje destino a la peculiaridad. Solo así logramos liberar a la persona del personaje o al cuadro de su marco. Un poco por eso y porque queremos hacerle partícipe de nuestro mundo interior, entrevistamos a trabajadores que hacen posible su viaje: aquellos que quizá vea uniformados y en su puesto con regularidad; otros que no ve y que desarrollan su labor en oficinas o centros de control ubicados en estaciones. Cuerpo y alma del ferrocarril en su conjunto. Hombres y mujeres con el tren como agente vehicular común y con una particularidad artística, especialidad o curiosidad que le sorprenderá. Nos apropiamos del estribillo de Perales A qué dedica el tiempo libre para amenizar trayecto y le invitamos a subir a nuestro blog. Pase y lea.

Entrevistamos a trabajadores que hacen posible su viaje: aquellos que quizá vea uniformados y otros que nunca ve. Todos con una particularidad que le sorprenderá.

En un tren a Madrid viaja la sincronía perfecta para poner en práctica el primer ejemplo. Sucede en un trayecto con varias horas por delante; entre ofrecimiento  de auriculares y bar móvil, saludos de cortesía y diálogo entre estaciones. Descubrimos por casualidad que el Tripulante de Servicios a Bordo que viene y va con el carrito, resuelve y se desenvuelve con la naturalidad y amabilidad propia de quien se sabe profesional gracias a décadas de oficio, es un artista (sin que él se identifique con el término, todo hay que decirlo). Expone esculturas y mosaicos y da rienda suelta a su imaginación cuando no está en el tren que le ausenta de su taller en Basauri. Tiene anécdotas, obras en busca de dueño y siempre una nueva creación que le aguarda para llegar a término entre tren y tren. Presentamos a Javier de la Torre, camarero de largo recorrido y mucho arte.

Antes de preguntarle por su afición, cuéntenos cuántos años lleva ejerciendo como Tripulante de Servicios a Bordo, su recorrido en Renfe.

Mis comienzos datan de 1984 y me estrené en el tren Picasso que enlazaba Bilbao y Málaga. A partir de ahí, mi trayectoria profesional circuló a bordo de trenes rumbo a Galicia, Madrid, Barcelona y otros destinos que me llevaron por la geografía española. Acumulo 34 años de experiencia y satisfacción por mi trabajo.

Serán cosas del destino dedicar su tiempo libre al arte si un Picasso fue su padrino…

Mi horario de trabajo no es convencional. Ejerzo de camarero en trayectos de largo recorrido, lo que implica largas jornadas de ida y vuelta con estancia nocturna fuera del domicilio incluida. En consecuencia, también dispongo de varios días libres seguidos. De ahí surgió la necesidad de buscar un entretenimiento que me llenará tanto el tiempo como a mí por dentro. Lo encontré en un taller artístico próximo a mi casa. Un profesor excelente me “envenenó” el espíritu y las ganas de aprender.

¿Cómo empezó a dar forma a sus ansias de crear y a su curiosidad?

Fui aprendiendo a moldear el barro, el dibujo y otras técnicas que me descubrieron muchas y diferentes maneras de expresarme. Una cosa me llevó a otra y así hasta ahora. Fundamentalmente trabajo el hierro en la escultura y me he especializado en retratos elaborados con piezas de mosaico.

El Mosaico no es una técnica muy extendida. ¿Cómo ha llegado a especializarse?

Fue por una circunstancia curiosa; entró en la escuela de arte un joven drogadicto que sabía iba a morir en breve. Encargó a mi profesor una lápida de mosaico para que estuviera lista en su funeral. Al marchar, quedamos impactados con la petición pero no llevamos a cabo el trabajo y lo dejamos pasar.  Semanas después se presentó un hombre solicitando la lápida de mosaico para su hijo fallecido. Así, nos afanamos en elaborar una obra con técnica desconocida. El resultado fue el comienzo de una serie de mosaicos que supera ya la centena.

Parece un trabajo minucioso en el que la paciencia es el utensilio principal. Cuéntenos cuál es su fuente de inspiración.

Mi obra consta de tres series de mosaicos: la dedicada a 23 mujeres de Picasso, otra a 18 personas que han tocado mi alma y la tercera compuesta por 56 hombres y mujeres del Jazz. En la escultura encuentro la inspiración en artistas de talla mayúscula como Chillida, Oteiza e Ibarrola.

Sabemos que ha expuesto usted sus trabajos en salas para el disfrute de los demás.

Mosaicos y esculturas se han exhibido en un total de 27 exposiciones individuales y 20 colectivas. Mis trabajos vienen y van; han viajado a Málaga, Santander, Logroño, Gipuzkoa y varios puntos de Bizkaia.

Desde su puesto de trabajo tendrá también anécdotas en su día a día. Destaque alguna que no le importe compartir.

Entre el pasaje viajan a menudo actores, cantantes, personas famosas y populares. Entre todos, guardo el recuerdo entrañable de Antonio López. Viajaba a Bilbao para exponer sus cuadros más emblemáticos en el Museo de Bellas Artes y fue un placer para mí poder conversar con él. Todo un lujo.

Y de entre todas sus creaciones, habrá una de la que nunca querrá desprenderse. ¿Cuál es su mejor obra?

Quiero a todas porque establezco un diálogo íntimo con ellas. Es una relación que se prolonga varios meses desde que las dibujo en papel hasta que las traslado a cerámica. Mi mejor obra siempre es la última.

Texto: Verónica Portell es Periodista