Estos dos ríos hechiceros transitan por vastas praderías, pueblos ganaderos, nobles casonas, y densos hayedos. Entre el Saja y Nansa se esconden villas fascinantes cuajadas de leyendas, bosques, ricos parajes trucheros, praderas de vaca Tudanca, y todo un mundo de tradiciones. En estas tierras, el corazón de Cantabria, se inició la repoblación de Castilla, a través de las foramontanas, las importantes corrientes migratorias del siglo IX.
La fascinación del Saja
Entre las aldeas, villas, y pueblos que se asientan a ambos lados de los ríos Saja y Nansa circulan mágicas leyendas de cántabros, y se ocultan bosques con hadas, y villas que embelesan. Es zona de indianos, y de escritores que vivieron en casas solariegas, y en palacetes. El Saja es uno de los hilos conductores del recorrido por paisajes de contrastes que se nutren de la magia de la mitología, y de las raíces cántabras. Entre brañas y bosques, hayedos y castañares el recorrido del Saja hechiza a cada paso.
Bárcena Mayor, Valle, y Ruente, tres parajes de ensueño
El hechizo del Saja comienza en Bárcena Mayor, un maravilloso Conjunto Histórico Artístico, que es, al parecer, el pueblo más antiguo de Cantabria. Sus portalones lucen impecables después de siglos de cobijar los típicos carros, y hoy, sus solanas están cuajadas de geranios, hortensias y panochas. Bárcena invita al paseo por su entramado de casas de los siglos XVI y XVII, donde los arcos de piedra señalan las que son de mayor nobleza. Bellísimas la Iglesia de Santa María del XVII, las antiguas Casas Rectorales, e inevitable acercarse hasta su puente del XVI.
Valle, ubicado en un amplio llano, es Conjunto de Interés Artístico. Sus casas datan de los siglos XVI al XVIII, y entre ellas destacan la Casona de Rubín de Celis, y la torre de Augusto González Linares. En Valle no hay que perderse el Eco Museo José María de Coz.
En Ruente hay un puente medieval de nueve ojos y de escasa altura, por el que de manera sorprendente, corre el agua a raudales. Además, conserva antiguas viviendas rústicas, como la casona de Nogalera, del XVIII, el palacio de Mier, que es Bien de Interés Cultural, y un humilladero del XVII con una cruz original, con relieves que representan las Ánimas del Purgatorio. Otro prodigio de Ruente es el quejigal del monte Aa.
Cabezón de la Sal, Carrejo, Bosque Secuoyas y Mazcuerras
Las explotaciones de sal que en tiempos tuvo Cabezón de la Sal le dio gran riqueza a la villa. Posee varias casas blasonadas donde el palacio de Bodega, el palacete de los Condes de Santiago, el del doctor Arines, y la casa de Gutiérrez Mier, son filigranas arquitectónicas. A las afueras de Cabezón es imprescindible recorrer el Parque de Secuoyas, y el yacimiento de Cabrojo. A menos de dos kilómetros, en Carrejo, es obligatorio pasear por el Jardín de Carrejo que, en 30000 metros cuadrados, alberga más 85 especies de los más bellos ejemplares de árboles y flores. Es un auténtico jardín de hadas.
Otra increíble y desconocida villa es Mazcuerras. La antigua Malacoria de la que partió la Ruta de los Foramontanos en la Reconquista, es arte y embrujo. Aquí escribió Concha Espina gran parte de su obra. Se conserva su preciosa casa de estilo barroco montañés, y Luzmela, su bello jardín.
Impresionante el palacio de los Gutiérrez y Mier, fundado por don Juan de Hoyos, hombre de armas de Carlos V, y la casona del barrio de Pobladura. Mazcuerras se podría llamar la villa de las flores, porque cuajan las fachadas, casas, y calles, con una abundancia y un colorido extraordinarios.
La desconocida esencia del Nansa
En el margen del río Nansa el tiempo parece haberse detenido por todos sus rincones. Cuajados de socarreñas típicas, portaladas rústicas, cementerios, huertos, solanas, iglesias, retablos, y neveros, la orilla del Nansa muestra las esencia más rural y desconocida de Cantabria. Este generoso raudal discurre por impresionantes parajes de extensos bosques de hayas y robles, en los que se refugia una rica fauna. Es un valle con carácter y cultura propios por su relieve, vegetación, fauna, historia, y sus costumbres ancestrales. Es el territorio de la vaca Tudanca, cuyos chuletones son un manjar indiscutible. Y sus casonas hidalgas, un lujo arquitectónico.
Tudanca, Cosio y Carmona, en el interior de majestuosos valles
En el margen del Nansa, entre robles y abedules, se esconde Tudanca, un asentamiento pre medieval, de maravillosa arquitectura típica de piedra de mampostería, y madera de los bosques de la comarca. Este conjunto Histórico Artístico fue elegido hace más de cien años por José María de Pereda como escenario de Peñas Arriba. En Tudanca está la genuina La Casona de José María de Cossío, que atesora en su biblioteca miles de ejemplares, como los manuscritos De tal palo tal astilla, de José María de Pereda, o una segunda copia manuscrita de La Familia de Pascual Duarte de Cela, apuntes de García Lorca, así como traducciones a mano de Manuel Azaña. Por esta increíble Casona han pasado grandes escritores.
En Cosío destacan sus casonas vinculadas al linaje de los Cosio, de donde deriva su nombre. Una de las más llamativas es la Casa de los Cosio, del XVII, con una soberbia solana y un blasón barroco. Y su Iglesia parroquial San Miguel Arcángel, del XVII, se alza en uno de los parajes más bellos de la villa.
Cerca está Carmona, que enamora a primera vista. Es otra de las villas que atraviesa el Nansa, y posiblemente sea uno de los conjuntos mejor conservados y uno de los más bellos de Cantabria, declarado Conjunto Histórico Artístico. Conserva intacta su arquitectura tradicional, con varias casonas blasonadas del XVII y XVIII, donde destaca el Palacio de los Díaz Cossío y Mier, rehabilitado y convertido en un espectacular hotel. En Carmona, nada mejor que callejear para disfrutar de cada rinconada y esquinazo, de sus balcones floreados y de la sensación de sus huertos. Su Iglesia de San Roque también merece una visita, y a las afueras, está el antiguo molino, hoy rehabilitado como vivienda.
Puentenansa y la Cueva El Soplao
A diez minutos de Carmona se encuentra Puentenansa, la capital del municipio de Rionansa. Se encuentra en un cruce de carreteras, entre la que viene desde el norte, y la que proviene desde Cabuérniga. Sus alrededores están cuajados de encinares que, junto con el truchero Nansa, la convierten en un lugar para disfrutar de la naturaleza en estado puro. A orillas del Nansa está el antiguo Balneario de La Brezosa, del XIX, un señorial edificio, hoy en desuso. Puentenansa cuenta con una gran tradición ganadera por lo que celebra tres importantes ferias a lo largo del año.
Tras una empinada y sinuosa carretera se llega a El Soplao, donde desde sus miradores se ve el Macizo del Alto Campoo, la Peña Sagra, los Picos de Ozalba, y los de Europa. La cueva El Soplao se descubrió a principios del XX con motivo de la explotación de las minas de La Florida. Ubicada en un enclave mágico, está considerada una de las grandes maravillas de la geología, que además conserva un excepcional patrimonio industrial minero, con más de 20 kilómetros de galerías, castilletes, hornos lavaderos y talleres.
Texto y Fotografías: Irene González es Periodista y amante de la fotografía / @gys_com GsComunicacion
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