Nos adentramos en la bella Huelva, una enorme y generosa tierra de contrastes. Es el espacio mágico de Juan Ramón Jiménez, de grandes descubridores, de excelentes caldos, de playas vírgenes y de una luz, tan limpia, que hechiza.
Esta tierra es cuna de poetas, de marinos audaces, de historia, de casas palacio, de playas vírgenes, de apasionantes puestas de sol, de naturaleza, de tradición, de inspiración, de leyenda, de gastronomía, y de buenos vinos. Y también es un gastronómico que ofrece manjares como el gurumelo y el fresón. Su autóctona ternera mostrenca, es única. Y su marisco de bajura, exclusivo.
Recorremos uno de los lugares más bellos de la guapa Huelva, una tierra envolvente, un universo por descubrir. Recorremos Moguer, Palos de la Frontera, La Rábida, Mazagón, Doñana, El Rocío, Bollulos Par del Condado y Niebla, un territorio tan generoso como desconocido.
Moguer, esencia de Premio Nobel de Literatura
Juan Ramón Jiménez retrató a Moguer como ”un pan de trigo, blanco por dentro, como el migajón, y dorado en torno, como la blanca corteza” y no se puede describir mejor, porque esta Villa, es blancura y luz, envueltas en poesía.
Es un caserío blanco que conserva intacta su arquitectura colonial y el espíritu de la villa marinera, que fue en el siglo XV. Muestra con señorío sus numerosas casas hidalgas de muros encalados, ventanales de forja, y frescos patios, en torno a los que gira la vida. Rezuma la riqueza que cosechó gracias a la gran producción de vino que tuvo en otros tiempos. Sentarse en sus plazas y cafés es un placer para el gusto, la vista y el olfato.
Moguer es cuna de hombres bravíos que salieron de su puerto hacia lo desconocido. Su Plaza del Cabildo está presidida por el Ayuntamiento, por el monumento a Juan Ramón Jiménez, y por la escultura del universal Platero. Desde ella se saborean las casas señoriales de la Villa, donde una misma calle, la Obispo Infante, se aglutinan edificios de los siglos XVI, XVIII y XIX.
Hacia el norte, el Teatro Felipe Godínez, antiguo convento y hospital de beneficencia, y detrás se alza el Castillo, levantado en el XIV sobre una villa romana. Cerca, está la Plaza de las Monjas, donde se ubica el Convento de San Francisco, que tras la desamortización fue casa de vecinos, después escuela, y hoy, es la sede del Archivo Histórico, que guarda documentos de los viajes de Colón, y fondos 1481. Próximo, el Monasterio de Santa Clara fundado en el XIV para las hijas de las familias nobles e influyentes. Hasta Santa Clara llegó Colón para pedir a su abadesa, tía de Fernando el Católico, que influyese sobre el rey para que apoyara su viaje.
La Casa-Museo Zenobia y Juan Ramón
El Premio Nobel vivió en esta casa que hoy es uno de los mejores, y más vivos, museos del mundo. Es la Casa-Museo Zenobia y Juan Ramón. La familia Jiménez vivió en ella hasta se arruinó, y la perdió. Años después, su hermana, casada con un descendiente de los hermanos Pinzón, la volvió a adquirir. Todo su contenido es original, desde el mobiliario y la ropa, hasta los objetos personales pasando por las máquinas de escribir del poeta.
La Casa Museo, está dedicada, por expreso deseo de Juan Ramón Jiménez, a Zenobia, su esposa y gran amor. Zenobia, la mujer que cautivó al poeta, fue una adelantada a su tiempo, una de las primeras feministas de la historia. Tras el exilio por la Guerra Civil, el matrimonio fijó su residencia en Puerto Rico. En octubre 1956, tres días después de conocer la concesión del Nobel de Literatura, Zenobia moría de cáncer, y Juan Ramón, sumido en la tristeza, no acudió a Estocolmo a recoger el galardón. Dos años después fallecía, y desde Puerto Rico trasladaron sus cuerpos a Moguer, donde reposan. Moguer está cuajada de esculturas alegóricas a Platero y yo, y de azulejos que representan episodios y personajes de sus obras.
En Moguer hay que perderse el Muelle de la Ribera, en cuyo astillero se construyó La Niña. Desde este muelle, donde desembarcaron Colón y hermanos Niño, las puestas de sol son espectaculares.
Por la senda fresa hacia Palos, el Muelle y la Rábida
Hacia el sur de Moguer, por un recorrido cuajado de fresón y bosques, se llega a Palos de la Frontera En el camino la luz compite con el púrpura del fruto, cuya producción es una de las mayores a nivel mundial.
A cinco kilómetros está el Muelle de las Carabelas. En su dársena amarran La Niña, La Pinta y la Nao Santa María, y se recrea un mercado medieval. Cerca, en un enclave privilegiado y cuajado de leyendas, se levanta el Monasterio de la Rábida.
Desde el principio fue una fortaleza para defensa de los piratas, en el XIII perteneció a los Templarios, y la tradición cuenta que San Francisco de Asís vino a fundar un humilde monasterio. El convento cobró importancia por las estancias de Colón, y por la vinculación que Martín Alonso Pinzón tenía con este beaterio. Los cinco franciscanos que hoy lo habitan cuidan con esmero este lugar que conserva un bellísimo claustro mudéjar del siglo XV.
Hacia el este, Mazagón
Hacia el sur, y a través de frondosos bosques, se llega a Mazagón, un enorme paraje natural que se expande a lo largo de la costa. La Villa tomó cuerpo gracias a la pesca, a la agricultura, a sus bosques y playas.
Hacia poniente se llega a La Playa del Parador, uno de los parajes vírgenes de nuestra geografía donde entre el Atlántico y el bosque, se ubica el Parador Colón, junto al que está el Pino Centenario de doce metros. Hacia el este se llega a las Playas de Doñana, y al Guadalquivir, refugio de aves, de cetáceos y tortugas.
Del vergel de Doñana, a la uva Zalema
Hacia el este, Doñana, un vergel único en el planeta. Por Doñana transitan casi todas las aves de Europa, y conviven corrales, dunas móviles, y las impresionantes marismas. En invierno, imprescindible el espectáculo de miles de ánsares reunidos en el Cerro que lleva su nombre.
En el Parque está el Palacio de las Marismillas, lugar de veraneo Presidentes, y donde han pernoctado Blair y Kohl. Cerca, las chozas de La Plancha, donde vivan las familias que reforestaron el en XVIII. Interesante El Cerro del Trigo donde la leyenda ubica a Tartesos.
Al norte de Doñana se encuentra El Rocío, donde frente a la marisma, se eleva la ermita que alberga a la Blanca Paloma, uno de los mayores epicentros de devoción mariana.
Hacia arriba, Bollullos Par del Condado, paraíso de la uva Zalema, sinónimo de Denominación de Origen que acoge el Centro del Vino, un original edificio que interpreta el caldo y su entorno.
En Niebla, que se alza en una colina sobre el Tinto, destaca su muralla de dos kilómetros abierta por cinco puertas, y adosada a ella está el Castillo del XV.
Texto y Fotografías: Irene González es Periodista y amante de la fotografía / @gys_com GsComunicacion
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