Amanece y Carcasona comienza a estirarse, a desperezarse, mientras el sol incide sobre su gran símbolo, sobre ese conjunto de torres, arcos, puentes y barbacanas de origen medieval. La ciudad cuenta con muchos interesantes rincones, pero sin lugar a dudas, el principal de todo ellos, el más sublime de cuantos pueden encontrarse en esta zona del sur de Francia, al menos a juicio de quien esto escribe, es su Cité, su fortaleza cargada de historia.

Al otro lado del río Aude, está la población fortificada, la conocida como Cité, donde, de verdad, y no es una broma ni un eufenismo, hay que dejar que las piedras hablen, escucharlas para conocer su historia, que ya fue en su momento escuchada para ser declarada Patrimonio de la Humanidad.

Se trata de una ciudad fortificada única en Europa, tanto por su tamaño, como por su alto grado de conservación. En su interior permanece el pueblo medieval, las calles empedradas, las casonas… Son un conjunto de 52 torres y dos recintos concéntricos que suman unos tres kilómetros de murallas.

Pascal Rey / Visualhunt

Para comenzar un recorrido por el recinto, lo más normal es atravesar la Puerta Narbonesa, la que está situada el Este. Dos enormes torres en espolón a las que preceden una barbacana y un foso, abren las entrañas de la fortaleza al visitante. Aquí viene el primer problema,  ¿qué hacer? Recorrer el recinto amurallado disfrutando del mismo, o dejarse llevar callejeando sobre el “pavés” para llegar primero a una de sus joyas, el Chateau Comtal, desde  donde Raimundo de Trencavel dirigió la defensa de la población contra la cruzada dictada por Inocencio III contra los seguidores de la fe cátara.  Cualquier decisión es buena, porque de lo que se trata es de recorrer las calles, posar las manos en alguna que otra piedra, saltarse la visita a las tiendas de recuerdos que, “desgraciada o afortunadamente” (dejo abierta la opinión para el visitante) acampan a su aire por el lugar.

Itinerarios al castillo

Vamos a elegir un itinerario. Nos vamos al castillo. Calle Mayrevieille adelante. Parada obligatoria en la Oficina de Turismo que hay en sus primeros pasos; y de ahí hasta la plaza del castillo. Cruzar la barbacana…y allí está el impresionante castillo. Construido en 1130 se perfila sobre una superficie rocosa, en la parte más escarpada de la colina de la Cité. El recinto es interesante. Nueve torres lo pueblan, y muestra un extraordinario complejo defensivo. Merece la pena dejarse llevar por sus murallas y torres, pese a que estas últimas hayan sido un tanto metamorfoseadas en el tiempo al coronarlas con tejados cónicos de pizarra. Si pudiésemos escuchar en las mazmorras a sus piedras, nos contarían cómo fue traicionado el vizconde Ramon Roger de Trencavel, engañado y apresado por las tropas al mando de Simon de Montfort, jefe de la llamada “Cruzada contra los Cátaros”, y posteriormente envenenado.

Del castillo a callejear por el encorsertado conjunto de calles que semejan un laberinto, quizás preparado así para servir de una mejor y mayor defensa ante un ataque externo.

Swampa / Visualhunt

Y de nuevo, dejándose llevar, se aproxima el visitante a otro de los símbolos del recinto, ahí está mirando al cielo con su torre en forma de aguja como si quisiera rasgarlo, la Basílica de Saint Nazaire. Qué quieren que les cuente de ella, es formidable, y encaja perfectamente en el conjunto amurallado, acompaña la sensación que se tiene de estar en un lugar único, en un lugar místico, mágico, cargado de tradición, de leyenda, de historia…

Bendecida, sus piedras, en el año 1096 por el Papa Urbano II, ha sufrido diversas remodelaciones, pero no ha perdido, por ello, su esencia. Si el exterior sorprende, el interior fascina. La luz que se filtra a través de sus vitrales, maravillosamente policromados, sobrecoge. Hay seis capillas de estilo gótico que rodean la nave central. Pero lo más importante es la sensación de paz que allí se respira. Contraste, seguro con los gritos de guerra que se vivieron allí en el año 1209, cuando unos “cruzados” convocados por el papa Inocencio III, ayudaron a los reyes franceses a atacar la ciudad para, supuestamente, combatir la herejía cátara, y digo supuestamente pues al final de lo que se trataba era de incorporar Carcasona a la Corona de Francia.

Calles medievales

Más callejeo. Se puede intentar comer en alguno de los numerosos restaurantes que hay en el interior de la Cité, que cada vez se va pareciendo más a un decorado medieval. Aunque si uno se puede auto extraer de esa sensación, podrá disfrutar de calles, casonas, murallas, castillo, historias, leyenda, y en definitiva, piedras que hablan a las que hay que escuchar porque solo ellas saben  la verdad de la llamada herejía cátara, del porqué de una decisión papal de ir contra Occitania: Carcasona, Beziers, Foix, Toulouse…

Y al atardecer, cuando uno se da cuenta de que ha pasado horas imbuido en la historia, en el recuerdo, se sale de la muralla por la Puerta del Aude, no sin antes echar una vista atrás, y notar cómo un suspiro sale del corazón ante lo que se ha podido ver y saborear; ante la sensación de paz que envuelve el conjunto, a pesar del número de turistas que lo recorren a la vez. Hay que saber abstraerse de ello, porque si no…

Robert Photography / Visualhunt

Carcasona es una buena piedra de toque para entender la filosofía cátara, la de esos supuestos herejes, o sí, que conocidos como “hombres buenos” vivían en paz en el sur de Francia, y  que pagaron con sus vidas esas ideas. Desde esta ciudad se puede hacer una ruta maravillosa por diferentes castillos (pog) y poblaciones ligadas a ese movimiento. Se lo aconsejo. Merece la pena.

Como merece la pena recorrer la otra Carcasona, la “baja”, la ciudad que se asienta entre el Aude y el Canal Midi, donde contrasta la modernidad con lo medieval. La Bastida de Saint Louis, las calles del nuevo burgo surgido ya en su etapa más francesa, las plazas, los museos… Pero como siempre se suele decir, eso es otra historia que merece la pena ser contada.

Texto: J. Felipe Alonso es  Periodista y Escritor, estudioso de leyendas y costumbres.

Fotografía portada: Zoikorari / Visualhunt

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