Nuestro particular la, la, la nos traslada a la infancia por arte de magia. Massiel, Salomé y Karina son banda sonora de aquel entonces en el que un programa televisivo actuaba como toque de queda capaz de vaciar las calles. En tiempos de dos canales y bajo la sonata inequívoca del guayominí, al día siguiente opinar sobre el ganador y el puesto que había logrado España eran tema principal. Teledirigidos o no, Europa se instalaba en el salón de casa, dotándonos una vez al año de sentido de pertenencia en igualdad de condiciones al resto de países de un continente. Eurovisión suponía abrir una ventana de prosperidad y aire fresco. Y aquello que para muchos de nosotros es pasaje del recuerdo, para otros continúa siendo acontecimiento. Una imagen vale más que mil palabras. De ahí que nuestro protagonista de hoy sea merecedor de un titular tan transparente y luminoso. Señoras y señores, les presentamos a Jesús Pozo, Gerente Comercial de la Dirección de Rodalies de Catalunya y loco por Eurovisión.
Y aquello que para muchos de nosotros es pasaje del recuerdo, para otros continúa siendo acontecimiento.
Mantenemos la fecha acordada y nos citamos en Madrid a pesar de que Roberto Sánchez, compañero de Renfe en Sevilla y apasionado también de Eurovisión, excusa asistencia por cuestiones profesionales a una entrevista programada en principio para dos. No quedan días posibles en el calendario para cuadrar agendas y es que ambos están ya en Israel, país anfitrión en 2019 de un festival que nos teletransporta a una sintonía radiada en blanco y negro y, por analogía recurrente, a algún capítulo de la veterana y exitosa serie Cuéntame. Jesús Pozo llega puntual con una selección de fotografías que muestran de manera cronológica que sí, que efectivamente la afición no es que le venga de lejos sino que se consolida y acrecienta con el transcurrir de los años. Seguro que les pica la curiosidad, vayamos pues al origen para encontrar el embrión de la evolución. Empezamos.
Antes de ir al grano y dar sentido a nuestra sección del blog A qué dedica el tiempo libre, cuéntenos cuál es su trayectoria profesional en Renfe.
Ingresé como peón del taller de Vilanova i la Geltrú en 1984. Compatibilicé trabajo y estudios de Económicas. En un intermedio obligado, también hice la mili en el Regimiento de Zapadores Ferroviarios. Con el ferrocarril en la sangre como digno sucesor de padre y abuelo ferroviarios, heredé la pasión por el tren. De pequeño me recuerdo jugando con el Ibertren y anunciar la salida y la llegada de los trenes por un micrófono de juguete. ¡Estaba cantado! En mi siguiente ocupación en Renfe como informador, disfrutaba con las labores de megafonía propias del puesto. Ya licenciado, obtuve la plaza de Técnico de Planificación en la Unidad de Negocio de Cargas en Madrid. Poco después me trasladé a Cercanías de Barcelona para ejercer como Técnico de Administración. Cumplidos los 30, fui Jefe de Comercial y, desde entonces, prácticamente la totalidad de mi experiencia la he desarrollado en dicha área, actualmente como Gerente.
“De pequeño me recuerdo jugando con el Ibertren y anunciar la salida y la llegada de los trenes por un micrófono de juguete. ¡Estaba cantado!”
Detállenos cuál es su responsabilidad, qué trabajo realiza y algo más sobre el equipo que integra y coordina.
Mi día a día transcurre entre acuerdos y convenios comerciales, búsqueda de ofertas y propuestas atractivas que ofrecer a clientes habituales y potenciales. Por ejemplo, los viajes con billete combinado para visitar museos, obras de teatro y otros lugares de interés. También es un área que gestiona los servicios de Atención al Cliente y las plataformas digitales que requieren coordinación constante con el resto de departamentos para la puesta en marcha de campañas de Comunicación y Publicidad. Un largo etcétera de tareas con el objetivo de visibilizar todas las posibilidades de viajar. Somos un equipo de ocho personas que se ha adaptado al proceso y los cambios en paralelo al nacimiento y la evolución de Rodalies; en 2010, con competencias únicamente en la gestión de Cercanías de Barcelona y, actualmente, en el conjunto de Catalunya.
En vísperas de Eurovisión, centremos el objetivo que nos congrega aquí. Sorprende que años después no solo siga fiel a Eurovisión sino que sea parte activa. Cuéntenos cómo pasó…
La música ha estado presente en mi vida desde que tengo recuerdo y, Eurovisión era el espectáculo televisivo internacional del año con orquestas en directo y puestas en escena deslumbrantes para la época. De niño suponía una fiesta que reunía a la familia y, ya adulto e independizado, una invitación extensible en mi casa a un grupo de amigos cada vez más numeroso. Tras años sin pena ni gloria para el público en general, el estreno del programa Operación Triunfo y la elección del representante de España para acudir a Eurovisión, trajo en paralelo un renacimiento para el propio certamen. La tradicional cena de picoteo mientras opinábamos sobre los representantes de cada país fue a mayores con motivo de mi 50 aniversario: un local ubicado en el museo del ferrocarril de Vilanova i la Geltrú acogió un festejo con 125 amigos que, a sabiendas de mi afición, me sorprendieron con performances de canciones emblemáticas del festival y un regalo inesperado; entradas para presenciar la gala en Copenhague.
¿Y cómo fue la experiencia de ser espectador presencial?
No fue posible disfrutar de las entradas en dicha edición, pero a partir de entonces se convirtió en objetivo acudir al festival allá donde se celebrara. Me hice socio de OGAE, el club de fans de Eurovisión, para así tener mayores posibilidades de conseguir las escasas entradas disponibles y participar en las actividades que periódicamente programan. La primera vez que asistí fue en Viena tras ganar Conchita representando a Austria el año anterior. Vivir en vivo y en directo aquello fue increíble. La ciudad estaba volcada con el evento internacional, incluso los empleados del hotel llevaban el bigote característico de su representante. Involucrarse así ha sido común en los países a los que he acudido después: Suecia y Portugal.
En puertas de la próxima cita en Tel Aviv, Israel tuvo siempre su peso en Eurovisión…
Cierto y por distintas circunstancias. La primera vez que ganó el festival fue gracias a la máxima puntuación otorgada por España a su canción, que competía con Betty Missiego, quedando nuestra representante en segunda posición. Cosas del destino, Israel repite en el tiempo con una secuencia curiosa. El país ha sido sede cada veinte años: 1979, 1999 y 2019. La edición presente será muy especial. Madonna actuará en el intermedio que se produce durante las votaciones gracias a la aportación de un multimillonario norteamericano judío.
Suena muy bien. También será una excusa perfecta para viajar.
Es otro motivo por el que se ha convertido en tradición. Nos juntamos en grupo y los días previos cogemos vacaciones para hacer turismo.
Imaginamos que está al día de cada pormenor relativo a Eurovisión y será un verdadero experto.
Somos muchos los aficionados europeos, más de los que la gente cree. Pero sí, desde luego conozco más cosas que la mayoría de los espectadores. Por ejemplo, pocos conocen el origen, que nació en 1956 y es fruto de la Unión Europea de Radiodifusión (UER). España es miembro histórico e integra el denominado Big Five junto a Gran Bretaña, Alemania, Francia e Italia. Significa que de los 26 países que concursan cada año (entre más de 40 que optan), los cinco mencionados participan siempre, indistintamente del puesto logrado en la edición anterior u otros requisitos.
Tendrá usted sus favoritos y canciones especiales…
Por supuesto que sí. Pastora Soler con “Quédate conmigo” lo es. Luego hay míticas como “Eres tú” de Mocedades. Es curioso que apenas se recuerde la presencia de Rafael o de Sergio Dalma en Eurovisión. Cantantes icónicos ha habido muchos en décadas de Eurovisión.
¿Qué posición augura para España el 18 de mayo?
“La venda” de Miki es muy potente, aunque ya hay quinielas que sitúan a otros favoritos a la cabeza. Ya veremos. Lo que de verdad importa es que ganarán la música y el espectáculo.
Nos despedimos con los mejores deseos y a la espera de verle en Eurovisión (¡sí, sí, a él!). Comenta que ha salido en algún plano de cámara en todas las ocasiones que se ha desplazado al país anfitrión. Acudirá en grupo vistiendo una camiseta exclusiva para el evento que les identificará como tal. Estaremos atentos al televisor con el propósito principal de que Jesús Pozo nos retransmita desde Israel su capacidad para ilusionarse. Solo por eso ya merecerá la pena.
Texto: Verónica Portell
Fotografía portada: Sofía Fernández Saavedra