La cuadrilla del arte: dos periodistas, una locutora y un acompañante, decidimos ir a Valencia a Fallas a ver torear a nuestro amigo y paisano riojano Diego Urdiales, y allí que fuimos un domingo para volvernos el lunes. Decidimos ir en tren, cierto es que la combinación desde Logroño por ser domingo se nos complicó un poco, y tardamos en llegar a Valencia siete horas. Eso sí, con enlace asegurado en Zaragoza con el billete combinado. Era la única opción, pero la vuelta fue todo un lujo y volvimos a casa en cinco horas (con en enlace en Madrid). Y si en algún momento pensamos en que íbamos a dormir en el viaje, nos engañábamos nosotros mismos. ¿Tres trabajadores de medios de comunicación sin algo que contar durante siete horas? Nadie se lo cree, y como dijo mi amiga, «estuvimos haciendo patrones». Pero lo que nadie sabía era que unas palmeritas de chocolate nos iban a acompañar durante más de diez horas, desde que salieron de Logroño hasta la hora de merendar en Valencia, y tampoco sabíamos que aquí el cuarto acompañante iba tan lisiado. Se rompió la pierna hace unos meses, y nos dijo, «sí, para marzo estaré bien». Pero cuando lo vimos aparecer en la estación del tren dijimos, ¿pero dónde va este? ¡¡¡Si no puede ni andar!!! ¡Pero antes muerto! ¡Le puede el cotilleo!

Unas palmeritas de chocolate nos iban a acompañar durante más de diez horas, desde que salieron de Logroño hasta la hora de merendar en Valencia.

Y allí que fuimos jugándonosla a los tiempos, (con lisiado lento incluido) porque el tren salía a las 9.04 en Logroño, (yo lo cogí en Calahorra 25 minutos más tarde), y en Zaragoza, a eso de las 11.00 teníamos 10 minutos para enlazar con el otro tren con el que íbamos a recorrer parte de la geografía española. Y si llegábamos a la estación del norte a Valencia a las 16.15, a las 17.00 teníamos que llegar al festejo. Y claro que lo conseguimos, incluso nos dio tiempo a dejar las maletas en consigna, eso sí, sin olvidarnos las palmeritas, bueno, eso mi amigo, que las cuidaba más que si fueran su propia maleta. La otra amiga no, con su maleta rosa cual baúl de la Piqué (para 24 horas), al fin del mundo, no se preocupó de palmeras… Y al que por poco nos olvidamos fue al lisiado que no se pierde una.

Y tras dejar por fin las palmeritas a buen recaudo, (nos pusimos las botas), y de ir al apartamento a dejar las maletas, nos echamos una caña con unos riojanos que nos encontramos en Valencia, (siempre te encuentras a alguien del pueblo vayas donde vayas, sea el día que sea). Y nos fuimos de Fallas, que eso no sabíamos exactamente en qué consistía, pero si… Como el mismo nombre indica ir de Fallas es ir de falla en falla, quieras o no quieras, porque enganchan, de una a otra, es un no parar, ¿que estás cansado para irte a casa? Da igual, a 100 metros ves otra y vas a verla, y de ahí a otra y a otra, y cuando te das cuenta de que son las tres de la mañana y de que estás muerto, observas que estás bastante lejos de casa. Y eso que el lisiado no se quedó en casa, de falla en falla como los demás, más lento, pero vino, claro.

Como el mismo nombre indica ir de Fallas es ir de falla en falla.

Cierto es que tuvimos un pequeño momento de bajón, a eso de las 12.00 de la noche, (aunque solo nos duró media hora). Y es que, al ser domingo noche vimos poca gente y pensamos que el día anterior (sábado) la gente lo había dado todo y se habrían recogido. ¡Pero no! De repente vimos miles de personas, sin exagerar, que venían en dirección contraria a la nuestra (a lo Walking Dead), y sí, ahí dejamos un poco al lisiado a su suerte… (la ley de la supervivencia). Y es que al parecer venían de los fuegos artificiales. ¡Nos los perdimos! Pero claro, quién iba a pensar que los estruendos que se oían eran los fuegos, si se oían todo el rato petardos. Porque eso de que en estas fiestas oyes continuamente petardos y que hay muchos graciositos tirándolos es cierto. Para que engañarnos. Pero cierto es que al décimo o así ya lo aprendimos.

Quién iba a pensar que los estruendos que se oían eran los fuegos, si se oían todo el rato petardos.

Y si algún graciosito te miraba y se reía era que te había puesto un petardito cerca. Ains que canelos nosotros… a la que nos explotaba nos dábamos cuenta de lo simpáticos que nos habían  parecido los chicos. Pero donde  estaban todos los jóvenes, (que ignorantes de nosotros pensábamos que ya dormían), fue en una zona de Gran Vía. Ahí estaban dándolo todo junto a las fallas con su Dj y sus barras. Algo que nosotros ya no pudimos hacer, en otros tiempos, quizás hace diez años sí, pero ya no (pero porque eran ya las dos y no habíamos hecho botellón… que si no… nos animamos y todo). Cogimos el camino que pensamos que era más corto, y a dormir. Eso sí, por el camino nos encontramos otra docena de fallas. Y echamos de menos nuestras palmeritas (qué hambre!).

Pero al día siguiente y aprovechando que no nos habíamos quedado con los chiquitos de los dj, nos levantamos prontito para ver la ciudad. Bueno, quiero decir me levanté. Aquí a mis compañeros los tuve que obligar a salir de la cama, lástima de petardo que les hubiera puesto. Eso sí, con el mismo cariño que nos ponían a nosotros. Total que como aquí mi amiga la princesita de la maleta rosa aún tenía que pasar por chapa y pintura nos fuimos mi amigo y yo, (al lisiado lo dejamos descansar), en busca de un café con churros, típicos de Fallas, y no solo nos sorprendió que aquí los turistas se estaban metiendo ya a las nueve de la mañana pulpo con cervezas o patatas bravas con vino, sino que en el bar que encontramos apetecible nos sacaron unos churros que si bien ponía estaban ´recién hechos´, eso nadie lo duda, pero eran congelados. Vaya timo, así que con el mono compramos unos buñuelos de calabaza nada más salir en la primera de las 500 churrerías que te encontrabas.

Compramos unos buñuelos de calabaza nada más salir en la primera de las 500 churrerías que te encontrabas.

Dejamos el apartamento, que aunque bonito y limpio, caro ya costó para las siete horas que lo usamos, dejamos las maletas en consigna de la estación del tren, y nos fuimos a ver Valencia de turisteo, con el lisiado incluido, que no se perdió nada. La plaza del ayuntamiento, la catedral, la bonita Lonja de la seda, el casco antiguo. Ainss que dura la vida del turista con prisas, pero es que a las 14.00 horas teníamos que estar en la Mascletá, por el camino nos entretenían cientos de bellas fallas, y el tren  salía a las 16.15. Y a todo nos dio tiempo, cierto es que sin palmerita avanzábamos más deprisa. Y al lisiado lo intentábamos perder, pero nada, nos seguía, y no se perdía nada que viéramos aunque hubiera que subir y bajar escaleras. Vimos y vivimos nuestra primera Mascletá, que aquí a mi amigo y a mi nada más empezar nos pareció un juego de petardos de niños… ´bah´, ¡pues vaya!,¡!tampoco es para tanto!, pero sí, nada más callar nuestras boquitas empezó eso a hacer ruido y fue increíble. Eso sí, acabamos con un olor a petardo en el pelo que nos duró hasta casa, por algo ese sitio estaba más ´desalojado´ que otros.  Los lugareños ya conocen hacía donde van los aires de su ciudad.

Buscamos un sitio para comer, y si a 15.45 seguíamos a la espera del postre… a las 16.15  salía el tren, lo que no sabíamos era que el Ave no salía de la bonita Estación del Norte (a la que habíamos llegado el día anterior con el tren) sino de la de Joaquín Sorolla, a un kilómetro de esta. ¡Nos quedaban 10 minutos y llevábamos al lento! que oye, ni se inmutó, él a su paso. Llegamos por los pelos, porque nos acercó un autobús gratuito al que le tuvimos que decir que nos esperara desde la distancia, y con el que cerramos las anécdotas pueblerinas: mi amigo le preguntó, “¿a cuánto sale?”, y el conductor le respondió, “¿que cuándo sale?, pero si os estoy esperando a vosotros…”. Total, que ya en el Ave, respiramos. Echamos de menos nuestras palmeritas. Y nos alegramos de que a nuestro amigo no se le cayera la pierna para siempre. Eso sí, después de conseguir los cuatro asientos con mesita en el centro para seguir charlando, el señor nos echó a todos, porque tenía que estirar su pierna y no cabía. Ahí pensé en titular este post ‘De Fallas con palmeras logroñesas y un lisiado curiosón’, pero pobrecico, nos reímos mucho a su costa. Y además fue nuestro fotógrafo oficial.

Bárbara Moreno es Redactora en Noticias de La Rioja

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