La Ribeira Sacra, situada en los límites de las provincias de Lugo y Orense, está tallada por el tesón y el empuje del río Sil. Es la tierra de los viñedos milenarios, la de piedra y la de altura, la de agua y la de vino, y la más rica en templos románicos de toda Europa. Es la Ribeira Sacra, el más fascinante e inédito territorio gallego.
Su infinita extensión de robles hace buena la teoría de que Ribeira Sacra, provenga de roboira sacrata, roble sagrado, el árbol divino de los celtas. Quizá por ello hasta aquí llegaron tantos anacoretas y monjes, que las verdes orillas del río terminaron por poblarse de monasterios.
Es una tierra que hay que hay que buscar para descubrir. Aquí no se llega por casualidad. Aquí las abruptas orillas del Sil llegan a tener hasta 500 metros de desnivel, y aún así, son aprovechadas por los viticultores, que de forma heroica, miman estos inigualables viñedos únicos en el planeta. La Ribeira Sacra lucense es agua y vino, y la orensana es piedra y es altura. Y ambas conforman esta tierra misteriosa casi encañonada en el Sil. La lucense Monforte de Lemos es ser una de las mejores puertas de entrada a la magia y al espectáculo de este increíble medio ambiente. La ciudad es una singular fortaleza feudal alrededor de un monasterio, con su castillo situado sobre el estratégico Monte de San Vicente, y rodeado por un recinto amurallado salpicado de torres defensivas. La familia Lemos, emparentada con la estirpe Alba, ha dado nombre a esta villa medieval donde no hay que perderse el Monasterio de San Vicente Do Pino, la Torre del Homenaje, y el Palacio Condal de los Lemos.
De Monforte a la pequeña localidad de Doade, donde la impresionante viticultura heroica es todo un espectáculo. Estas plantaciones están dispuestas en bancales de pizarra que sujetan la tierra de las pendientes superiores al 45 por ciento, y que conservan el calor de la vid por la noche. Estos titánicos y exuberantes bancales de uva mencia, merecen, por sí mismos, el viaje. De esta herencia romana, cultivada a mano en su totalidad, ha quedado la deliciosa uva Mencía para elaborar los tintos, y la Godello para los blancos. Observar el cultivo desde las alturas resulta impresionante, pero contemplarla navegando entre los cañones del río Sil, es un espectáculo magnifico a través de auténticos fiordos gallegos. La orientación sur en el Sil y la bonanza climatológica en el Miño dan lugar a la viticultura heroica de la D.O. Ribeira Sacra, una de las más pujantes del país.
A unos 15 kilómetros al sur, hay que callejear por Castro Caldelas, que se divisa en lo alto de un estratégico monte, y levantada hace más de 2 000 años sobre un castro, una aldea prehistórica inexpugnable. Su macizo castillo, de más de 800 años, cuenta las mil y una batallas entre Enrique de Trastámara y Pedro I el Cruel.
Hoy alberga un magnífico Museo Etnográfico, y sigue mostrando en su fachada curiosas marcas de los canteros, las Taus griegas templarias, y un sello de Salomón que indica la presencia de judíos. Hacia el este se alzan miradores de infarto, los Balcones de Madrid y el de Os Torgas, desde los que apreciar el enorme tajo que el río Sil ha horadado a su antojo.
Más adelante, a través de una pista de tierra, y entre castaños y robles, se esconde un desconocido claustro, el de Santa Cristina de Ribas do Sil. Si los monasterios de la Ribera Sacra invitan a la unión con la naturaleza, este, escondido entre robles y castaños centenarios, posee un halo mágico. Llama la atención el elegante rosetón de su iglesia, la puerta del claustro, su Torre Campanario, sus escudos de Calatrava, y sus laudas, tesoros entre los que vivieron los eremitas en el siglo XII.
De regreso por la empinada pista, Parada do Sil, tierra de barquilleros que emigraban a vender sus preciadas viandas, invita a callejear, y a tapear. A través de bosques de robles, castaños, abedules y lauros, aparece el sorprendente y enigmático Monasterio Santo Estevo de Rivas de Sil, magnifico con sus tres claustros: el de los caballeros, el de Viveiro, y el de los obispos. Surgido de las entrañas del cristianismo en esta tierra legendaria, aquí los monjes llevaban una vida de oración, trabajo, y atención a enfermos y pobres. Tras su torno de las limosnas estaba la despensa, desde el que entregaban alimentos a los mendigos. Junto a esta alacena estaba la botica donde se elaboraban fármacos y ungüentos con hierbas medicinales. Cuando en el XIX los monjes abandonaron la abadía tras la desamortización de Mendizabal, pasó a ser un colegio nacional donde niños y niñas estudiaban por separado. La Iglesia de Santo Estevo es uno de los más bellos edificios del románico europeo. Hoy es un Parador de Turismo donde el tiempo se ha detenido entre sus claustros y castaños.
Más adelante la aislada y pequeña aldea de Pombar lleva hasta Nogueira de Ramuín, donde se alza la iglesia románica de San Martiño, del XII, con unas sensacionales puertas. Y al final, la pequeña y pintoresca aldea Os Peares, donde confluyen las provincias de Lugo y Orense; y los ríos Miño, Sil y Buba.
Texto y Fotografías: Irene González es Periodista y amante de la fotografía @gys_com GsComunicacion
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