Hay poblaciones en el litoral mediterráneo español que suelen destacar, únicamente, en verano por sus playas y por la oferta vacacional que presentan, y que, sin embargo, tienen una impresionante historia, numerosos hitos culturales que ofrecer y que pasan “sin pena, ni gloria” para los visitantes, para los turistas. Por ello, en este caso, y en homenaje a todos esos lugares que ofrecen un algo más, será bueno que hablemos de la alicantina Denia.

Capital de la comarca de la Marina Alta, los romanos supieron aprovechar su situación marina cuando fundaron Dianium. Aquí Sertonio estableció su base naval mediterránea. Se apunta que el nombre le fue dado en homenaje a la diosa romana Diana, y no es de extrañar por la belleza de estas tierras, con un mar rodeado de estribaciones que las protegen de los malos vientos. Otros que supieron aprovechar las posibilidades marineras fueron los árabes, que la denominaron Daniya, población localizada bajo las proximidades del Monte Montgó, el antiguo Monte Kaon.  Desde allí, la Taifa de Denia, fundada en el año 1010, dominó gran parte de la provincia actual de Alicante, e incluso las islas Baleares, poder que se mantuvo hasta 1076, con la llegada de los almohades. Fue tal su importancia, que incluso llegó a tener su propia moneda. Luego, llegaron los cristianos y la población fue integrada en un reino más amplio.

Pero basta de historia, y fijémonos en lo que ofrece, que es algo más que sol y playa, algo más que arena fina y cielo azul.

Denia en tren

Neo 2001 / Visualhunt

Dominando la población se encuentra su castillo, una construcción de los siglos X-XI, árabe, que se asentó en otras edificaciones defensivas anteriores, y que fue remozado por la llegada de los cristianos, añadiendo barbacanas nuevas y alguna que otra torre. Cierto es que sufrió bastante durante la Guerra de Secesión, y las guerras carlistas, pero aún ofrece un aspecto tan interesante, que merece la pena dedicarle unas horas, no sólo en su recorrido, sino en las magníficas vistas que permite admirar desde su altura, tanto de la población, como del azul Mediterráneo.

Desde la plaza del Ayuntamiento, donde se puede disfrutar de este edificio neoclásico, se inicia la subida en cuesta hasta la entrada del recinto amurallado.  Se accede por el Portal de la Villa, de estilo almohade, para trepar hacia las alturas por un camino empedrado. Por allí se disfruta del Portal del Baluard, con tres arcos, de la Torre del Baluard; de la Punta del Diamant, o del aljibe. La Torre Roja, la Torre del Conselllos baluartes… Y al final del camino, una vista maravillosa del paisaje que ofrece Diana, Daniya, Denia…

Y sin embargo hay más.

Horario trenes a Denia

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Un puerto natural que ha cambiado mucho desde Sertonio, donde se confunden los barcos de pesca con los modernos ferrys que unen la Península con las islas Baleares, o las modernas marinas donde se aprietan embarcaciones deportivas de todo tipo y tamaño. Un túnel que horada la montaña bajo el castillo y que sirvió de refugio frente a los bombardeos durante la Guerra Civil. Sus paseos amplios, donde detenerse a tomar un helado, uno de esos manjares que ofrece la comunidad levantina, o una tradicional horchata. Templos eclesiásticos interesantes, presencia de la arquitectura de la zona, Iglesia de San Antoniode la Asunción…Recuerdos del pasado, el yacimiento romano de la Almadraba; el del Pico del Águila, Ibérico; las torres de vigilancia contra los ataques de piratas, como la Torre del Gero, o la de la Almadraba…. Y claro, el maravilloso parque natural del Monte Montgó, de ese gigante dormido, pero atento a la población que cuida y protege a Denia.

Más hacia el sur de la costa, la otra zona de Denia, las Rotas (les Rotes), y en el camino hacia Javea, hermana próxima, el cabo San Antonio. Su atardecer es único, recomendable esperar allí la caída de la tarde observando cómo el sol se inclina en su norte y lentamente cae en un horizonte donde se une cielo y mar, tierra y agua.

Trenes a Denia

Roger Davies / Visualhunt

Diana, refugio de tirremes romanas, barcos mercantes, tártaras y galeras árabes; galeones cristianos, lugar donde el mar azul mece su costa con el vaivén de sus olas, con su constante ir y regresar, y donde un pueblo se siente seguro, pues el gigante que parece impávido, vela el sueño de todos los que aquí se asoman.

Texto: J. Felipe Alonso es  Periodista y Escritor, estudioso de leyendas y costumbres.

Fotografía portada:  Guilli FP / Visualhunt

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