Desde la ventanilla de los trenes regionales de Renfe que cubren diariamente el trayecto de Santander a Bilbao, el viajero puede disfrutar de uno de los paisajes ferroviarios más bellos y variados de España.
El viaje se inicia en la céntrica estación de Santander, uno de los pocos casos de terminal común para líneas de vía ancha y estrecha de nuestro país. A su salida, el tren recorre una variante ejecutada por Feve a inicios de los años ochenta para mejorar el trazado original, mientras pasa junto a la antigua factoría siderúrgica de Nueva Montaña, hoy Global Steel Wires, para continuar por las marismas de Alday, que supera con un viaducto de hormigón armado de 980 metros de longitud.
Superadas las marismas, la vía transcurre por una zona altamente urbanizada, entre pabellones industriales y centros comerciales, atendiendo a núcleos como Maliaño y Astillero. Tras abandonar esta última estación, el tren pasa bajo el acceso al embarcadero de mineral de la antigua Orconera, cuyas minas se han convertido en la actualidad en el magnífico Parque de la Naturaleza de Cabárceno… aunque su paisaje poco tenga de natural, ya que, en realidad, es el fruto del intenso trabajo de los mineros durante más de un siglo.
En su camino, la vía recorre otras zonas con reminiscencias mineras, como el modesto apeadero de San Salvador, donde en el pasado la Compañía de los Ferrocarriles de Santander a Bilbao dispuso de su propio embarcadero, o la estación de Heras, en la que enlazaba con diversos ferrocarriles mineros. Poco después, se alcanza la estación de Orejo, en la que los trenes de cercanías procedentes de Santander se desvían hacia Liérganes, mientras que por la línea general solo continúan los servicios regionales y los de mercancías.
Superada la estación de Orejo, quedan definitivamente atrás las zonas urbanas y los pabellones industriales. La vía transcurre plácidamente por las vegas del río Miera, por un terreno con pocos desniveles y salpicado de casonas solariegas y verdes prados hasta alcanzar la bonita estación de Villaverde de Pontones, donde se inicia un suave ascenso, que se acentúa tras pasar por la de Hoz de Anero, para superar el paso de Jesús del Monte mediante un túnel de 596 metros, situado a 102 de altitud.
Las marismas
A la salida del túnel de Jesús del Monte, la vía emprende un rápido descenso en el que supera el cauce del río Campiazo gracias al elegante puente metálico de Solorzano, para, tras pasar por las estaciones de Beranga y Gama, situarse prácticamente al nivel del mar. A continuación, el tren se adentra en las marismas de la bahía de Santoña y el conjunto de rías que convergen en ella, como las de Hano, Treto, Rada o Limpias. El paisaje natural que se abre ante el viajero es, sin duda, uno de los más hermosos de España.
En su recorrido por las marismas, el tren deja atrás las estaciones y apeaderos de Cicero, Treto, Limpias y Marrón que, como la mayoría de las dependencias de la línea, todavía conservan los edificios originales diseñados por Valentín Gorbeña. A partir de Marrón la vía continúa por el valle del río Asón, para, tras pasar por Udalla, alcanzar Gibaja, punto tradicional de cruce de los trenes que comunican las dos capitales cantábricas.
La Escrita
Si hasta Gibaja el perfil de la vía es muy suave, prácticamente horizontal con excepción de la tachuela de Jesús del Monte, a partir de esta estación el trazado se endurece notablemente para afrontar el paso de la divisoria de aguas entre las cuencas de los ríos Asón y Kadagua a través del alto de La Escrita. El tren se adentra en el valle del río Karrantza y tras superar el paso a nivel del Pondra, donde antaño repostaban agua las locomotoras de vapor para afrontar con solvencia la rampa, eran los viajeros los que podían tomar las afamadas aguas del balneario de Karrantza, que contaba con un apeadero para su servicio que comunicaba con el establecimiento mediante una elegante pasarela metálica que todavía se conserva en este lugar.
Próximo al balneario se encuentra la estación de Karrantza que, en el pasado, recibía la producción de la empresa Dolomitas del Norte, cuya actividad minera permitió descubrir en 1957 una de las maravillas naturales de Bizkaia; la cueva de Pozalagua, que alberga una de las concentraciones de estalactitas excéntricas más importantes del mundo. A continuación, el ascenso hacia La Escrita se endurece con una rampa de 20 milésimas durante 5.700 metros que concluye en el interior del túnel de La Escrita, el mayor de la línea original, de 1.442 metros de longitud, en la que se alcanza la cota de 257,04 metros de altitud sobre el nivel del mar.
Tras abandonar el túnel de La Escrita la vía serpentea entre montañas mientras juega con los límites provinciales de Cantabria y Bizkaia y atiende municipios como Villaverde de Trucíos y Artzentales, hasta alcanzar la estación de Traslaviña, antaño punto de partida de un ferrocarril que alcanzaba la localidad costera de Castro Urdiales. Una vez superados sus andenes, el tren emprende un vertiginoso descenso en el que se reduce la altitud en 160 metros en poco más de ocho kilómetros, a través de un sinuoso paisaje salpicado de frondosos bosques de pinos y eucaliptos.
El Kadagua
El descenso desde Traslaviña concluye en la estación de Aranguren, donde el tren de Santander se une al antiguo Ferrocarril del Cadagua, hoy en día también recorrido por los servicios del histórico tren de La Robla. Desde este punto la vía prosigue su descenso, ahora mucho más suave, bordeando el cauce del Kadagua y atendiendo a localidades como Güeñes, Sodupe o Alonsotegi, hasta alcanzar Bilbao por Kastrexana. Al igual que sucedía en el entorno de la capital cántabra, el paisaje, aun salpicado por bosques, prados y caseríos, es, progresivamente, más urbano e industrial.
A partir de Zorrotza el tren se adentra en el estrecho valle del Nervión, compartiendo el escaso espacio disponible con el ferrocarril de vía ancha de Bilbao a Portugalete, la carretera de Bilbao a Santurtzi y modernas autovías. En Basurto la traza se soterra para alcanzar la histórica estación de La Concordia, donde una elegante balconada de piedra ofrece al viajero una de las mejores vistas de Bilbao, con el Arenal, el teatro Arriaga y el monte Artxanda como telón de fondo.
Hoy en día, viajar en los trenes regionales de Renfe de Santander a Bilbao es la mejor forma de rendir homenaje a este histórico ferrocarril y, sobre todo, un autentico gozo para la vista.
Texto y fotografías: Juanjo Olaizola Elordi es Director del Museo Vasco del Ferrocarril de Azpeitia/ Autor del libro El Ferrocarril Santander a Bilbao
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