Si piensas que te has perdido otra vez el Carnaval de Cádiz estás muy equivocado. Es verdad que ya no podrás disfrutar del enorme pregón de Joaquín Sabina y su buen grupo de amigos, ni del primer y segundo carrusel de coros, ni de las primeras actuaciones gratuitamente desternillantes de las chirigotas callejeras, ni de la Gran Cabalgata… pero, aunque no te lo creas, el Carnaval también empieza ahora.

De hecho, sigue durante toda esta semana por las calles de la Tacita de Plata, y vuelve a alcanzar su cumbre, más doméstica y menos masificada este próximo fin de semana, con la ciudad, no tranquila pero sí más manejable. Encontramos entonces un Cádiz más para los gaditanos y sus amigos de fuera. Las agrupaciones se sienten más liberadas y anárquicas, sus componentes se disgregan y juntan según les parece, a nadie se pide dinero por dedicarle unas coplas e incluso un repertorio completo en una esquina, al amparo sonoro de un arco o de una plazuela y en los tablados repartidos por las calles.

La risa está asegurada en esta exhibición de verdadero amor al arte. La auténtica esencia del Carnaval gaditano está ahí, en la desvergüenza y libertad absoluta de temas y tratamiento, entre la calidad y potencia vocal de los coros en carroza hasta la sencillez más básica del llamado ‘romancero’, normalmente una persona o una pareja que desgranan una especie de cantar de ciego, armados solo con un cartelón y un palo para marcar el ‘ritmo’.

El libro de instrucciones es fácil: tiene un solo párrafo. Por ejemplo, si llegas a partir del viernes por la noche, encontrarás el humor perdiéndote por las calles del casco antiguo de Cádiz, esa maravilla dieciochesca única. Pero si te hiciera falta una guía, las tienes aquí y acá.

Y como siempre hay escépticos, una pequeña muestra:

Y ¡Buen Carnaval!

Texto: M. Muñoz Fossati es PeriodistaSubdirector de Diario de Cádiz. Autor de ‘Un corto viaje a Creta’ (Anaya Touring) y el blog “Mil sitios tan bonitos como Cádiz”

Fotografía portada: Carlos Calamar / Visual hunt

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