El presente más inmediato, nos devuelve al pasado. Como un guiño a los acontecimientos cargados de emotividad programamos un Expreso de la Nostalgia especial. La agenda del homenaje nos dirige a París en busca del auténtico y primigenio gigante de la universal “chanson” francesa, Charles Aznavour. La nostalgia avanza con credenciales vitales hasta la posteridad. El viaje nos garantiza el avistamiento de las míticas canciones de nuestro ilustre viajero.
Los recuerdos musicales suenan en total consonancia con el ambiente de especial emotividad. La prolífica aparición de Charles Aznavour en el andén de las estrellas de la canción ha sido una constante durante las siete últimas décadas. La grabación de 1.200 canciones en ocho lenguas y la venta de 180 millones de discos resumen su patrimonio artístico. Su primer número uno en Reino Unido nos sirve de muestra:
Aunque no es difícil entender el tipo de liderazgos y referencias que genera la cultura musical a lo largo de la historia. Se antoja como irremplazable observar el inicio de su currículum. Telonero discreto de Piaff y de otro muchos artistas en los duros principios, siendo compositor de cierto prestigio en 1960, el espaldarazo de crítica y público lo consigue en una serie de conciertos en la legendaria Sala Olimpia.
Con el propósito que el recuerdo fuera monopolizado, no había concierto que no soñara con volver a deslizar su voz por este legendario estribillo que cuenta la vida de un chico de provincias que llega para comerse París y se queda por el camino. Escrita por Jacques Plante y el propio Aznavour, fue grabada por primera vez en 1966 para convertirse en una obligada debilidad.
Los himnos se suceden a largo del viaje. Aznavour rindió homenaje a los comediantes y a su linaje familiar, hijo de un barítono y una actriz armenios, con un tema que acabó convertido en una bandera sonora para el mundo del espectáculo. Creación atemporal donde la letra destaca por encima de todo.
Longevidad artística hasta el último suspiro. Considerado para muchos como el embajador de la música francesa, el cantante continuaba en activo pese a su edad. De hecho, su próxima estación era Bruselas, donde se disponía a actuar el próximo 26 de octubre. Sus obras maestras y su influencia sobrevivirán. El paso del tiempo y el recuerdo de la juventud marcan el tono de sus múltiples canciones.
El desamor sobrevuela en la memoria como un acontecimiento que abandera eternas canciones que se convierten en un refugio para un éxito clamoroso que no necesita presentación.
Su voz y sus canciones siempre siguieron vías paralelas. La favorita de su repertorio en su último adiós: una canción que habla de un marino que vive un tiempo gris en busca de un lugar soleado.
La paleta de Charles Aznavour como autor abarcaba muchísimos matices. Una fantástica canción que en la voz de la bella Sylvie Vartan se convirtió en una de sus canciones más emblemáticas:
Flashback nostálgico, como recurso sonoro, para recordar una sesión musical continua de temas que acuden con notable celeridad a la deseada cita para seguir creciendo en cada nueva versión, con inmarchitable poder de fascinación. Su figura musical, discretamente mesiánica, nunca desaparecía del foco artístico con clásicos de su cancionero.
La combinación del amor y el desamor dotada de una irrenunciable forma de existencia. Aznavour preguntaba a su amor quién le iba a sustituir cuando él ya no estuviese a su lado. Emotividad a flor de piel en otra composición melancólica.
Tratamos de enderezar el rumbo nostálgico. Nuestro viajero universal ya estaba de vuelta antes de que nosotros empezáramos a recorrer este camino que nos parece tan genuino. Cuando escuchamos un tema con el deber de ilustrarlo buscamos el silencio del vagón. Palabras mayores. El amor es como un juego presente a perpetuidad en la vida.
Pionero de su época. Con esta canción, Aznavour miraba de frente al tema de la homosexualidad a través de la vida de un artista travestí.
Sus canciones versionadas hasta la extenuación no tienen sombras, solo tiempos específicos, bajo la calidad excelsa de sus letras. La consabida ambigüedad del ecosistema artístico no se confirma en este caso y muestra su unanimidad ante la obra del maestro. Aznavour escribió la letra de este tema que transformó al ídolo juvenil Johnny Hallyday en un gran intérprete romántico.
El buen gusto musical no es proclive a dividirse y aglutina, por fortuna, innumerables elecciones de temas. En un momento particularmente intenso del viaje nos acercamos a un torrente de emociones que captan su naturalidad en canciones que demuestran ser un imán envuelto en la nostalgia que logra convertir la pista de una discoteca en una elegante sala de baile en blanco y negro.
Poeta gigante de la canción francesa. El tiempo pasa mientras la sinfonía de alegrías y decepciones de toda una vida y sus instantes felices maduran en una dulce melancolía sonora de rastro interminable.
Mientras el viaje llega a su destino final, el número de devotos nostálgicos crece a toda velocidad al exprimir todas las posibilidades de sus canciones donde los usos y abusos de la melancolía no tienen fin.
El Expreso de la Nostalgia volverá a circular como un trayecto llamado a (per)durar en el tiempo. Próxima estación: Continuará.
Tino Carranava es Periodista / @tinocarranava
Fotomontaje locomotora: Amparo Domingo / Manuel Magán
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