El ferrocarril desde siempre ha sido construido por ingenieros y técnicos de toda clase y condición y en su concepción siempre han intervenido de manera preferente hombres de negocios, financieros, políticos, emprendedores. Aunque no está bien hacer encasillamientos simples y frivolones, todos estos señores han sido mayoritariamente “hombres de Ciencias”, es decir, de números, por oposición a “los hombres de Letras”.

Antes de que nadie se incomode, hay que hacer dos precisiones importantes:

La primera es sobre el género. Aunque afortunadamente todo está cambiando en cuanto al género de las personas y actualmente hay cada vez más señoras en esto de los trenes, tradicionalmente el ferrocarril ha sido “cosa de hombres”. De ahí que  hayamos hablado de “hombres de Ciencias y hombres de Letras”.

La segunda no es menos importante: de siempre ha habido personas (hombres y mujeres) que han sabido conjugar ambas tendencias, “de Ciencias y de Letras”, dejando para la Historia, excelente literatura producida por profesionales de la ingeniería.

Pero a lo que íbamos era al ferrocarril y las palabras…

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¿Acerocarril?

Para empezar, la mera definición de “ferrocarril” significa “carril o guía de hierro”, que en realidad es de acero… (Claro que a estas alturas ya no vamos a decir “acerocarril”).

Podemos comparar nuestra acepción con la denominación en otros idiomas:

En francés se le llama “Chemin de Fer”, es decir “Camino de Hierro”. Nos podemos imaginar un camino hecho de planchas de hierro en vez de “camino de asfalto” o “camino de piedras”. Ninguna mención al guiado sobre los carriles.

En inglés se llama “Railway”, es decir, camino de raíles, aunque le faltaría precisar que esos carriles son de acero o, llegado el caso, de hierro.

Empezamos bien, con denominaciones poco precisas…

¿Y qué es un “tren”? De entrada, es un galicismo (¿?) y se refiere literalmente, a una sucesión de cosas u objetos que se mueven conjuntamente. ¿Sólo puede ser una sucesión de vehículos ferroviarios o también puede ser de carretera, de barcos…? Claro que un tren de carretera es un tren de carruajes y en el agua sería un tren de barcazas, pero cuando se habla de “nuestro tren” se dice simplemente “el tren”.

Y por cierto, ¿por qué en aviación llaman “tren de aterrizaje” a lo que en inglés se llama “landing gear”, es decir, “mecanismo para aterrizar”? ¿Y despegar…?.

Otra reflexión bastante frecuente se podría plantear cuando hablamos de una locomotora de vapor. ¿Se debería decir “locomotora de vapor” o “locomotora a vapor”?  De la misma manera, en el lenguaje común, ¿deberíamos decir “motor de gasolina” o “motor a gasolina”? (Por si alguien no había caído en la cuenta, las locomotoras a vapor están hechas de cobre y acero y los motores están hechos de acero, aluminio…)

“¿Se debería decir “Locomotora de vapor” o “locomotora a vapor”?”

 La singularidad del ferrocarril

Cuando nos referimos a viajar en tren o a cruzar una vía de tren, ¿le llamamos “Ferrocarril” (con mayúscula), “ferrocarril”, FC, FFCC, ff.cc., F.C., FF.CC….?. Por ejemplo, cuando en una carretera cruzamos un puente sobre una vía de tren (o un paso a nivel), suele haber un panel que dice “FFCC Madrid – Burgos” y otras veces “FC Madrid – Burgos” o incluso “ff.cc Madrid – Burgos”.

Por cierto, mejor no hablamos de la denominación oficial de las líneas de ferrocarril que vemos en los paneles de las carreteras…

Y ya que hemos mencionado un paso a nivel, el pictograma de la señal “paso a nivel sin barreras” sigue siendo una locomotora a (¿o de?) vapor

Y cuando nos referimos al o a los vehículos, utilizamos las palabras “tren”, “ferrocarril”, “automotor” (¿un automotor de un solo vehículo es un “tren”?), “convoy” (¡Oh, my god, este anglicismo mejor no, please…!).

Etimologías ferroviarias

Nos podemos preguntar por el origen de algunas palabras, además de “tren” (ya hemos comentado que es un galicismo; ¿o tal vez un anglicismo?), como por ejemplo “vagón” (en este caso anglicismo, de “wagon”), “coche” (¿también anglicismo, de “coach”?; al fin y al cabo fueron los ingleses quienes inventaron el ferrocarril).

¿Hemos dicho coche? ¿Por qué está mal visto entre los entendidos llamar vagón a un coche de viajeros?

Y qué decir de la denominación de “unidad de tren” (UT para los entendidos), o “train set” para los ingleses), o “rama” (galicismo), o llamar “motriz” y no “motor” al vehículo con propulsión de la mencionada “rama”, que es femenino en francés (“la voiture motrice”) pero no en español (“el coche motor” o, ¿por qué no?, “vagón motor”).

Y ya puestos a sacar etimologías ferroviarias de ayer y hoy, para quienes no lo sepan, la palabra “catenaria” tiene su origen hace más de 2000 años

En efecto, la palabra “catenaria” (no “catenarias”), que sirve para denominar al conjunto de cables de los cuales los trenes eléctricos toman la corriente, viene del latín “catena”, que significa “cadena”.

Catenaria es una definición geométrica de la curva que describe una cadena suspendida de sus dos extremos y sometida únicamente a su propio peso. Qué lástima que lo que en ferrocarril llamamos “catenaria” sea en realidad una parábola… (“catenaria” se refiere obviamente al hilo sustentador, no al de contacto).

“Y ya puestos a sacar etimologías ferroviarias de ayer y hoy, para quienes no lo sepan, la palabra “catenaria” tiene su origen hace más de 2000 años…”

De anglicismos, galicismos y semáforos

En el lenguaje cotidiano utilizamos también otros anglicismos, especialmente en el español de Iberoamérica, como por ejemplo “durmientes” por traviesas, traducción literal de “sleepers”.

Y también galicismos. Uno de los más habituales es “bogie”, o carretón de dos o tres ejes sobre el que apoya la caja o estructura de un vehículo ferroviario. Lo que pasa en este caso es que la palabra que debería definir este concepto ¡no existe en español…! Como alternativa, habría que llamarle en inglés (“truck”, que de hecho también se emplea, aunque menos) o simplemente “carretón”, pero nadie lo entendería.

El ferrocarril y las palabras

En algunos casos empleamos mal algunas palabras, como por ejemplo “semáforo”. En el ferrocarril tradicional, un “semáforo” (o mejor, una “señal semafórica”) es una señal de brazo (también las hubo de forma circular, lo que probablemente sea el origen de emplear la palabra “disco” en vez de “semáforo”), mientras que, de manera oficial, a las señales luminosas se les llama simplemente… “señales luminosas”.

Por cierto, las señales luminosas del ferrocarril no son exactamente iguales a las de la carretera. Para no dejar a nadie intrigado, diremos que en la carretera la luz roja está siempre arriba, el amarillo en el centro y el verde abajo, mientras que en el ferrocarril (en las señales simples, de tres luces) el rojo está en el centro, el verde arriba y el amarillo abajo. Todo tiene su explicación, aunque este no es el lugar para hablar de ello.

Algunas expresiones más:

No está muy claro para mucha gente si debemos decir “explotación”, “operación” o “circulación” para referirnos al departamento que se ocupa de controlar el movimiento de los trenes o a quienes se ocupan de la logística y organización de los mismos. Claro que hasta hace poco a todo eso se le llamaba “Movimiento” … (eran otros tiempos).

Especialmente cuando hablamos de alta velocidad, solemos decir “vientos laterales”, cuando en realidad queremos decir “vientos transversales” (perdón, tal vez esta mención era demasiado técnica y especializada).

Y ya que hablamos de alta velocidad, en cuanto a acepciones más modernas, en general con una connotación más comercial (y política…), podemos preguntarnos qué entiende la gente cuando se habla “del Ave”: “línea Ave”, “línea del Ave”, “vía del Ave”, “tren Ave”, “servicios Ave”, “estación del Ave”, “servicios menos rápidos por línea Ave”…

El ferrocarril y las palabras

Siguiendo con la alta velocidad, y aunque afortunadamente ya va entrando en franco desuso, podemos mencionar la expresión “velocidad alta” (¡!), que recuerda a cuando se establecieron las denominaciones de “autopista” y “autovía”, para dejar contentos a los paisanos que creían tener una “autopista” y además sin peaje, cuando en realidad era una manera pretenciosa de llamar a las carreteras con calzadas separadas. Al final el equívoco continúa y ha acabado calando en la cultura popular que “autopista” es cuando es de peaje y “autovía” cuando es libre.

“¿Qué entiende la gente cuando se habla “del Ave”?”

¿Tren expreso o rápido?

Podríamos seguir hablando de expresiones bien o mal empleadas en el mundo del ferrocarril, curiosas o de etimología original, pero solo mencionaremos una más.

Tradicionalmente se ha llamado “tren expreso” a un tren de viajeros de larga distancia, de recorrido nocturno (o mayoritariamente nocturno) y un “tren rápido” a un tren de viajeros de larga distancia, de recorrido diurno (o mayoritariamente diurno).

Sin embargo, la Real Academia nos enseñaba hasta hace poco que llamar “expreso” o “rápido” no tiene nada que ver con el momento del día en que circula nuestro tren, sino con su velocidad: “rápido” es un tren con pocas paradas y más velocidad y “expreso”, más lento y con más paradas.

Lo que no cuadra en este caso es por qué en el lenguaje diario “exprés” nos suena a algo “inmediato”: olla exprés, cafetera exprés, divorcio exprés…

Y, para terminar, podríamos citar algunas expresiones ferroviarias, de uso común en el lenguaje: “estar hasta los topes”, “quedarse de farolillo rojo”, “vivir a todo tren”, “no perder este tren”, “ir a silbar a la vía”, (hacer algo de poca monta o) “de vía estrecha”, “dejarle en vía muerta”, (…el encuentro de las dos personas fue) “un choque de trenes”…

En cualquier caso, tratemos de “llevar un buen tren de vida”, que la vida es breve y de esta “nos vamos pitando”.

Texto: Iñaki Barrón de Angoiti es Ingeniero y Ferroviario.

PS: El autor del texto precedente es hombre de Ciencias, ingeniero para más señas, y muchas de las descripciones, aseveraciones y opiniones son fruto de la observación y, por lo tanto, no documentadas. Con lo dicho anteriormente no se quiere ni dogmatizar ni proponer nuevas expresiones o maneras diferentes de decir las cosas. Simplemente se mencionan a título anecdótico. Cualquier comentario, corrección, precisión o complemento (siempre que venga de buena fe, claro…) será  bienvenido.