Acabar una mágica escapada estival en un destino excepcional como la Costa Brava es razón suficiente para que te dé un bajón, aunque el deprimido viajero vaya a continuación a trabajar a otro sitio fantástico como la Costa del Sol. Dejar a tus acompañantes en los andenes de Atocha, que te recibe con la clásica bofetada del calor de julio en la capital hace que te alegres de no pasar por casa ni para lavar la ropa…

Pero la aventura de esta tarde de verano era inimaginable hace apenas unos años: cruzar de nordeste a sur la península ibérica en unas horas, que crees que serán largas y provechosas, pero apenas da para hojear dos periódicos, ver dos películas, leer y escribir 100 whatsapps tontos y consultar en redes sociales cada 10 minutos cómo van los partidos del Mundial de fútbol.

Subir al Ave en Girona y disfrutar el frescor del aire acondicionado hace que uno recuerde de golpe algunas de las muchas razones por las que eligió el tren para recorrer todo el país en unas horas: comodidad, rapidez; salir y llegar al centro de ambas ciudades; el precio… No hemos llegado aún a Barcelona y me viene a la cabeza lo de siempre en el Ave: viajar así sí que es un placer. Y si es de vacaciones, más.

El trayecto de la Ciudad Condal a Madrid -a 300 km/h- se pasa volando. Imaginar a través de la ventana la canícula “que está cayendo ahí fuera” mientras tomas un café para desperezarte en tu butaca hace que disfrutes aún más el confort del viaje y dejarte llevar, por el relax… a toda velocidad.

Lo más divertido aún está por llegar: dejar atrás a los acompañantes con injusta cara de envidia en los andenes de la grandiosa estación madrileña, mientras haces un rápido cambio de tren en apenas 15 minutos y te dispones a disfrutar de la segunda etapa de esta aventura que supera los 1.200 kilómetros de distancia.

No ha terminado la segunda película de la tarde cuando ves que se te escapa en segundos por la ventanilla el fotón del viaje para tu Instagram: el anochecer sobre el río Guadalquivir. Cuando quieras darte cuenta, ya estás en la estación María Zambrano, a tiempo para cenar en Málaga y pensar que el viaje, como el verano, se pasa volando.

Carlos Fernández Guerra es Periodista y Profesional del Marketing Digital / @carfergue