En Guadalajara, muy cerca de Madrid, y como un regalo, se extienden unos páramos, unos valles generosos, unas tierras hermosas que han sido inspiración de aventureros y de Premios Nóbel. En estos campos nació Viaje a la Alcarria, una de las mejores guías de viajes de la literatura escrita por un premio Nobel, Camilo José Cela. Y después, otro gran viajero, Manu Leguineche, la reflejo en su libro La felicidad de la tierra. Entre castillos medievales, cuevas, iglesias románicas, fuentes, pantanos y campos de lavanda, es una delicia recorrer la hermosa Alcarria. Viajamos por un camino de leyendas y sorpresas, entre libros del buen amor, juderías, salinas, y alguno de los pueblos más bonitos de España.
Torija, de templarios y viajeros
Torija es la Puerta de la Alcarria, uno de esos pueblos alcarreños donde no es necesario ir, porque casi siempre pilla de camino. En las cercanías de Guadalajara y junto al arroyo de la Vega, es la puerta entre Castilla y Aragón. Su castillo, del siglo XV, y construido por la familia Mendoza, tiene un interesante patio de armas y una esbelta torre del Homenaje donde está el único museo del mundo dedicado a un libro: Viaje a la Alcarria.
Como bien dijo Camilo José Cela en su Viaje a la Alcarria, Torija es un pueblo subido a una loma. Así que, siguiendo los pasos del Premio Nobel, es un destino más que interesante, un agradable viaje a través del tiempo. Hace siglos, la gustosa Torija estuvo totalmente cerrada por una muralla que tenía tres puertas, porque en la Edad Media era una zona estratégica, un importante paso natural entre la meseta castellana y Aragón.
Aquí lo primero que llama la atención al llegar, es su impresionante Castillo, que sirvió de atalaya defensiva en las guerras medievales. Algunos cronistas dicen que sus orígenes se remontan a finales del siglo XII, cuando esa zona era territorio Templario. Pero su actual estructura es del siglo XV, cuando la fortaleza pasó a manos de la poderosa familia Mendoza, un clan que formaba un linaje, y que, por los enlaces matrimoniales de sus diez hijos, se convirtió en inexpugnable.
Su imponente fachada, sus redondas atalayas, su patio de armas y su esbelta torre del Homenaje, le hacen uno de los más bellos del país. Esta fortaleza, donde se asentaron los enigmáticos Caballeros Templarios, ha marcado la historia de la villa y la de todos los pueblos de alrededor. Y precisamente en la Torre del Homenaje está el Museo del Libro Viaje a la Alcarria, que al parecer es el único museo en el mundo que está dedicado a una obra literaria. Hoy es todo un referente de la ruta que hace más de 70 años hizo Cela por tierras alcarreñas, una de las rutas literarias más interesantes del país.
El Castillo de Torija, que además pertenece a la ruta de los Castillos de Guadalajara, dejó de estar habitado en el XVI, y solo en ocasiones especiales, alojaba personajes ilustres como Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano, y su hijo Felipe II. Esta fortaleza se abre a la magnífica Plaza de la Villa, un espacio que se expande por soportales y capiteles del siglo XVI, donde es una delicia tomar un café en sus terrazas. Otro aliciente de Torija es su iglesia de Nuestra Señora de la Asunción del siglo XVI, que empezó siendo gótica y terminó renacentista. En su interior tiene un gran y exquisito arco plateresco, que sirve de entrada al presbiterio.
Y en Torija los misteriosos caballeros del temple construyeron el convento de San Benito, que al parecer estuvo ubicado 500 metros más debajo de este fabuloso castillo, aunque de aquel oratorio e los monjes guerreros, hoy no queda nada.
Brihuega, historia de esencias y del cementerio más bello del mundo
Tierra de olor a esencia, a lavanda, a miel, a cielo cristalino y a grandes viajeros. La bella Brihuega, enclavada en el valle del Tajuña, es un auténtico jardín rodeado de una exuberante y olorosa huerta, el contrapunto a la sobria Alcarria Baja.
Brihuega rezuma historia y conserva buena parte de su muralla, un castillo convertido en cementerio, dos iglesias románicas, un puñado de buenos restaurantes, y una vega fértil y fresca. Es Conjunto Monumental Histórico Artístico, y hace ya mucho tiempo, era un pueblo de ganaderos y agricultores, con un toque industrial gracias a la Real Fábrica de Paños. Y además tiene uno de los cascos históricos más potentes de Castilla La Mancha. Sus empedradas calles son el medievo entre soportales, cuevas árabes, y hasta una Real Cárcel, todo un laberinto donde perderse en un agradable paseo.
Por el camino está la fuente de los doce caños, y los antiguos lavaderos, imponentes pilones muestra de su riqueza en manantiales y aguas subterráneas. Aquí no hay que perderse el Convento de San José, claustro que más tarde fue hospital, cárcel y escuela, y hoy, es Museo de Historia.
También hay que admirar una de las construcciones más bellas de la villa, la iglesia de San Felipe, del siglo XIII, y la hoy desacralizada Iglesia de San Miguel. Y como no, el toque industrial de la Real Fábrica de Paños, una de las más importantes de España, y que le dio esplendor a la zona.
Castillo de la Piedra Bermeja
Pero si algo impresiona en Brihuega es el Castillo de la Piedra Bermeja, que, construido sobre un espolón rocoso, está llenos de sorpresas. Sobre esta roca antes hubo un castro y un poblado celtíbero, que después fue usado por romanos y visigodos. Hasta que los musulmanes en el siglo X levantaron lo que en principio fue algo así como un palacio defensivo.
En el XII se transformó en un rico palacio fortaleza más propio de señores feudales que de guerreros. Y tras mil y un avatares, a mediados del XIX, el castillo se convirtió en el cementerio de la villa, uno de los camposantos más bellos del planeta. Su recinto amurallado está impecable y su capilla, decorada con motivos mudéjares, es bellísima. Junto al castillo está la Iglesia de Santa María de la Peña el mejor ejemplo de la arquitectura del Cister del siglo XIII.
La felicidad de la tierra
Brihuega tiene un no sé qué, que atrae. Quizá sea la huella que grandes viajeros han dejado en la villa. Fue empeño de Cela y su viaje a la Alcarria, aquí decidió quedarse Hemingway por asuntos de guerra, y Manu Leguineche, aquí vivió, y aquí escribió, La felicidad de la tierra, que evoca la esencia del paisaje y del paisanaje alcarreños.
Otro enorme placer de estas hermosas tierras son sus campos, que en verano se tiñen de perfume y de morado. Estos infinitos campos de lavanda, que florecen en La Alcarria, nada tienen que envidiar a los franceses. Brihuega vive en julio un asombroso festival de color que hay que ver y sentir. Y hasta que el verano regrese, nada mejor que recorrer sus preciosas tiendas para comprar los productos elaborados con lavanda. Estos encantadores comercios son el paraíso de las cremas, los jabones, las velas, las mieles, y los perfumes creados con el preciado aceite esencial de la lavanda.
Texto y Fotografías: Irene González es Periodista de viajes, consultora de comunicación, y amante de la fotografía / Twitter: @MediaAge_Irene / Facebook: @MediaAge / YouTube: ALL SPAIN MediaAge
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