Viajar en tren nos permite disfrutar, a través de la ventanilla de los más bellos y variados paisajes del país, pero también de otros muchos aspectos, entre otros, la arquitectura de las estaciones, reflejo de la época en que fueron construidas. En las más antiguas, sus diseñadores se inspiraron en modelos neoclásicos, muy en boga en el país que vio nacer el ferrocarril; Gran Bretaña, pero, con el paso del tiempo, su estética fue evolucionando desde la sencillez de los edificios industriales hasta el modernismo o el racionalismo, siguiendo los gustos de la época en que fueron levantadas. Los diferentes estilos regionales también tuvieron su reflejo en algunas construcciones ferroviarias, siendo pionero en nuestro país el ferrocarril de Sevilla a Huelva.
Un poco de historia
El ferrocarril de Sevilla a Huelva, inaugurado el 15 de marzo de 1880, fue construido para la Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante por la firma Sundheim y Doetsch. El contrato, además del trazado, puentes y otras obras de fábrica, también incluía la construcción de los edificios de las diferentes estaciones de la línea. En el convenio firmado entre ambas partes, la empresa ferroviaria exigía que “la disposición y adornos no sean de menor importancia que los adoptados para las líneas de la compañía y que no se empleen enlucidos y revoques sino materiales al descubierto en las fachadas de los edificios”.
Ante esta exigencia, los ingenieros responsables de las obras, Jaime Font y Pedro Soto, decidieron utilizar un estilo directamente inspirado en la tradición andaluza, el neomudéjar, que en aquellos años iniciaba su desarrollo en la arquitectura civil. De este modo, se adelantaron en prácticamente tres décadas a la incorporación de lenguajes arquitectónicos vernaculares, ya que habría que esperar a la segunda década del siglo XX para ver nuevos edificios ferroviarios de diferentes estilos regionalistas.
En todos los edificios de la línea Sevilla a Huelva se utilizó el mismo lenguaje artístico, el neomudéjar, destacando en ellos la utilización del ladrillo a cara vista, con el que se consiguió armonizar la economía en la construcción, con la belleza decorativa. Todos los vanos desarrollados a lo largo de las fachadas están formados por arcos de herradura, separados por robustos contrafuertes. Los remates se realizaron mediante almenas escalonadas, cornisas, zócalos y otros elementos, todos ellos dentro del mismo estilo de inspiración árabe. De este modo, la compañía ferroviaria logró dar una imagen uniforme, a la par que elegante, que confiere a la línea una inconfundible singularidad que la caracteriza y define.
Sevilla – Plaza de Armas
El contrato encomendado por la Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante a Sundheim y Doetsch no incluía la construcción de una estación en Sevilla, ya que en principio esta empresa ya disponía de su propia terminal en la capital hispalense. Sin embargo, ésta era pequeña y poco adecuada para las necesidades del servicio, por lo que a finales del siglo XIX la empresa ferroviaria decidió levantar un nuevo edificio, la estación de Sevilla-Plaza de Armas, inaugurada el 18 de marzo de 1901. En este caso, su diseño correspondió al ingeniero José Santos Silva, pero, tal y como señala la historiadora Mercedes López García, no cabe duda que siguió el precedente del ferrocarril onubense a la hora de adoptar el estilo neomudéjar, reproduciendo numerosos elementos del repertorio estilístico de éste.
En la actualidad, y desde la transformación que experimentó la red ferroviaria sevillana con ocasión de la Expo92 y la llegada del Ave, la estación de Sevilla-Plaza de Armas no presta servicio ferroviario. Tras perder los trenes, sus instalaciones se transformaron en un dinámico centro comercial que, afortunadamente, respetó el edificio original, por lo que antes de dirigir nuestros pasos hacia la moderna terminal de Sevilla-Santa Justa para tomar un tren con destino a Huelva, merece la pena acercarse a sus históricas dependencias y admirar el elegante estilo neomudéjar empleado en su construcción. El ojo observador descubrirá en numerosos rincones las siglas MZA correspondientes a la antigua compañía de los ferrocarriles de Madrid-Zaragoza-Alicante.
Un recorrido con arte
Una vez iniciado el viaje hacia la capital onubense, el viajero no podrá ver algunas de las antiguas estaciones del ferrocarril, dado que la traza ferroviaria actual es diferente a la primitiva, al realizarse a lo largo del tiempo diversas variantes. Afortunadamente algunas como la de Camas, aunque han perdido el servicio ferroviario, todavía se conservan. Su edificio corresponde al modelo más extendido a lo largo de la línea, sencillas construcciones de una sola planta dotadas de una pequeña marquesina metálica que, probablemente, más protegía a los viajeros de los rayos del sol que de la lluvia.
La primera de las antiguas estaciones del ferrocarril de Sevilla a Huelva que podrá ver el viajero desde su ventanilla es la de Villanueva del Ariscal y Olivares, otra sencilla construcción de una sola planta, cinco vanos y su modesta marquesina metálica. De mayor envergadura es la de Sanlúcar la Mayor, dotada de un cuerpo central de dos pisos y tres vanos en cada uno de ellos, flanqueado por dos alas de un piso y dos vanos, sin que falte su marquesina metálica. Si el viajero tiene tiempo, puede aprovechar para tomar algo en la terraza del bar que, en la actualidad, ocupa parte del edificio.
El tren prosigue su camino por Benacazón y Aznalcázar, que fueron dotadas de edificios de un piso similares al de Villanueva del Ariscal y Olivares, para llegar a Huévar y a La Palma del Condado, con dependencias idénticas a las de Sanlúcar la Mayor. Poco después pasa por Villarrasa, que presenta la más modesta de las construcciones de la línea, con una sola planta y tres únicos vanos, aunque tampoco en este caso falta la bonita marquesina metálica.
La estación de Huelva
En Niebla y San Juan se repite nuevamente el modelo de estación con cuerpo central de dos plantas y alas laterales de una, similar al de Sanlúcar y, una vez superadas, el tren llega a la magnífica estación de Huelva, tras haber cubierto un trayecto de 110 kilómetros en los 90 minutos que emplean los trenes de media distancia que enlazan ambas capitales andaluzas.
La estación de Huelva es, con excepción de la de Sevilla-Plaza de Armas, la de mayor envergadura de toda la línea y, de hecho, todavía no estaba terminada cuando se inauguró el ferrocarril, ya que sus últimas obras no quedaron concluidas hasta 1888. Su magnífico edificio repite y multiplica los recursos estilísticos que el viajero ha podido observar en todas las anteriores, conformando un conjunto armónico de singular belleza. Consta de dos torres laterales, ambas de dos plantas y tres vanos en cada una de ellas, enlazadas por un cuerpo central de un piso y seis vanos que, en la fachada principal, se reducen a cinco, estando rematado el central por un imponente pórtico de acceso dominado por su estilizado arco de herradura.
Paseando por los andenes de la estación de Huelva, también protegidos de la intemperie mediante una marquesina metálica similar a las de las restantes de la línea, pero, evidentemente, de mayores dimensiones, el viajero puede reflexionar sobre lo que ha visto desde la ventanilla; los bellos paisajes andaluces, pero, también, la elegante factura de sus estaciones, pioneras en nuestro país en la utilización de estilos inspirados en la tradición arquitectónica de las poblaciones servidas por el tren.
Juanjo Olaizola Elordi es Director del Museo Vasco del Ferrocarril de Azpeitia
Si quieres disfrutar del recorrido que te proponemos, consulta el horario de la red de Cercanías de Sevilla y los trayectos de Media Distancia aquí.
Ya no quedan estaciones como estas, ahora es todo modernidad y materiales de construcción sin ningún valor y artesanía.
Me flipa la arquitectura de estas estaciones, son muy diferentes a las que tenemos en Madrid. Su infraestructura está muy bien cuidada. Un saludo!