Si alguien pregunta por Luis García López en las dependencias de Renfe Mercancías en León, es muy probable que la respuesta que reciba sea la de un interlocutor encogiéndose de hombros. La cosa cambia cuando se menciona a Luis el Maquetas. Él se da por aludido y sonríe al escuchar su apodo; para él las maquetas y los trenes forman parte de su vida, dos pasiones que le definen como modelista y maquinista.

Lo suyo es vocacional, desde niño tenía claro sus destinos. Se formó como delineante y se curtió haciendo maquetas para distintas constructoras. Pero nunca quiso renunciar a su otro sueño: se matriculó en la escuela de conducción de la que salió en 2010 con el título de maquinista debajo del brazo. Intentó entrar en Renfe, pero no fue posible en esa ocasión; aún no había llegado el momento. La vida le depararía muchas aventuras que le han hecho crecer como modelista y maquinista.

Nos abre las puertas de su taller; ese es su refugio, el lugar al que acude cuando termina su jornada laboral y se baja de la S-251. Se encierra durante horas, ultimando una obra de gran formato en la que lleva años trabajando y que muestra una reproducción del centro histórico de su ciudad. Allí empieza este relato; le encontramos concentrado en su mundo en miniatura, rodeado de calles, edificios y seres minúsculos entre los que Luis camina con la precisión de un Gulliver contemporáneo.

¿Cómo ha sido tu trayectoria para combinar estos dos mundos a priori tan distintos?

Desde niño siempre me gustó el tema de las maquetas, el mundo de las cosas en miniatura me apasionaba, poder representar en pequeñito la realidad siempre me ha llamado la atención. Yo soy delineante, y cuando acabé la formación estuve trabajando en Madrid en un estudio de maquetas donde hacíamos modelos a nivel internacional. Luego volví a León, me establecí como autónomo y estuve muchos años haciendo maquetas para promotoras y ayuntamientos. Pero yo llevaba en la sangre el tema del tren y cuando vi que lo de la construcción se acababa, decidí hacer realidad uno de mis sueños que es ser maquinista. Tengo un recuerdo de infancia, cuando acompañaba a mi abuelo cada vez que se iba de viaje, y yo veía los trenes y a aquellos maquinistas y militares que subían a las máquinas, y a mí me parecía increíble. Siempre me llamó la atención. La vida, por circunstancias, me llevó por otro lado, pero a día de hoy me considero una persona privilegiada porque tengo dos profesiones que amo: maquinista y maquetista.

Háblanos de tu entrada en el sector ferroviario. ¿Fue como habías imaginado?

Yo soy de la tercera promoción de España en 2010, que fue también la primera de la escuela de conducción de León. Al año siguiente me presenté a la oferta pública de empleo de Renfe y no pude entrar, así que me fui a Copasa, donde estuve trabajando casi ocho años y me trataron muy bien. Luego ya llegué a Renfe y las expectativas que tenía se han superado con creces ahora que conozco el sector desde dentro, porque me parece apasionante. Para mí ir a trabajar es un sueño. Yo me monto en el tren y cuando me quiero dar cuenta, ya he acabado el turno.

¿Qué es lo que te fascina de conducir un tren?

Me encanta ser maquinista. Siempre tuve muy claro desde pequeño que si algún día me hacía maquinista, sería maquinista de Mercancías. Viajeros no me llama la atención, creo que maquinista se es en Mercancías, el llevar trenes con peso, hacer maniobras, sentir un tren… En Viajeros no sientes el tren, aquí sí sientes lo que pesa y lo que empuja.

¿Recuerdas cómo te iniciaste en el mundo del modelismo?

Siempre me gustó. Mi padre se dedicaba a montar sistemas de frío industrial y tenía un amigo constructor en La Bañeza y surgió la oportunidad de hacer una maqueta de una urbanización. Yo ya había hecho mis modelos y este constructor había estado buscando sin éxito a alguien en Madrid que le hiciera la maqueta, así que mi padre le habló de mí. Yo tenía 16 años, se la hice y me quedó muy bien. Me pagaron de aquella 200.000 pesetas, y yo creía que era millonario. Esa fue mi primera maqueta.

Antes de llegar a Renfe tuviste la oportunidad de participar en el proyecto Haramain en Arabia, construyendo la línea de Alta Velocidad entre Medina y La Meca. ¿También como maquinista?

Sí, estuve en Arabia cuatro años, dos de ellos en la vía. Y quién me lo iba a decir a mí, pero acabé haciendo la maqueta del Ave a La Meca, casualidades de la vida.

¿Cómo se aborda un proyecto de estas dimensiones? ¿Es la maqueta más ambiciosa de todas las que has hecho en tu carrera?

Probablemente sí. Es una maqueta que mide 80 metros cuadrados y además pude hacer lo que quise, no me pusieron trabas a nivel de diseño ni económico. Estuve dos años trabajando para terminar esa maqueta que ahora se exhibe permanentemente en la estación de Kaec. Yo me vine para España unas navidades y tuve que preparar aquí todo porque en materia de modelismo no encuentras nada en Arabia, ni tiendas de maquetas ni nada por el estilo. Tuve que venir a España y preparar dos contenedores de material. Cada vez que iba de viaje, llevaba las maletas llenas de material. Empecé a hacer la maqueta en un sótano en el edificio en el que vivía, y cuando esa maqueta ya estuvo muy avanzada, nos fuimos a la estación de Kaec y trasladamos todo allí para seguir trabajando in situ. Es una estación enorme, como puede ser Atocha, cubierta de mármol, y allí me metieron a mí solo hasta que la terminé. Tenía que hacer 100 kilómetros para llegar cada día, pero fue un privilegio. Es una maqueta muy compleja porque contempla 400 kilómetros de línea, se hicieron secciones constructivas, los trenes Ave, las máquinas de vía, etc. El resultado final creo que es el de una maqueta muy didáctica.

¿En qué momento abandonas Arabia y pasas a trabajar en Renfe?

Cuando estaba terminando la maqueta, salió una de las ofertas públicas de empleo de Renfe y me presenté. No vine ni a mi casa, cogí un avión a Madrid. Un sábado hice el examen y al día siguiente volví a coger el avión para regresar a Arabia. Aprobé; empecé a trabajar en Renfe en 2018, primero en Cataluña y luego en León. Mi primera residencia fue Portbou y fue una gran experiencia, aprendí mucho e hice gran amistad con los compañeros. Yo siempre digo que entré llorando y marché llorando porque dejé muy buena gente allí. Y después de dos años y medio me vine a trabajar a Mercancías en León.

¿Te resulta inspirador tu trabajo diario como maquinista de Mercancías? ¿Recoges información con lo que vas viendo desde tu cabina para poder plasmarlo en maquetas?

Sin duda, yo siempre digo que tengo una tara, porque cuando estoy viendo la realidad siempre la imagino en pequeño, y cuando voy trabajando con la máquina por Pajares o por Brañuelas, voy viendo cómo sería a escala, me voy siempre a la miniatura. Por ejemplo, para la maqueta de Haramain, estuve trabajando de maquinista tirando el carril, la piedra, montando la vía… y eso me da una visión muy privilegiada de lo que tengo que representar.

¿Eres una persona eminentemente creativa?

Yo diría que sí. Ya desde pequeñito no jugaba con los juguetes típicos; me gustaba coger unas ramas de un árbol e intentar hacer un volumen de un edificio o de una figura. Poder representar la realidad a escala me ha fascinado siempre.

¿Todo es susceptible de ser representado en una maqueta?

Sí, figuras, edificios, naturaleza, montañas topográficas… hay miles de cosas. A mí me llama poderosamente la atención todo eso.

¿Cuál es la temática que más te atrae para hacer maquetas?

Me gustan mucho las maquetas arqueológicas. Estos últimos años he estado haciendo muchas maquetas históricas, como una de un campamento romano en Galicia. Me gustan las temáticas arqueológicas porque tienes que documentarte, como me ha sucedido con esta maqueta de la catedral de León y la plaza Mayor en la que estoy trabajando. He tenido que hacer muchos edificios que ya no existen y ha habido que sacar información; me encanta bucear en los archivos y en documentos antiguos. Hasta 1930 no se dejaban copias de los planos cuando construían un edificio. Yo tuve que documentar un montón de edificios de los que no había planos y me tocó ir a documentar todo midiendo fachadas, con fotografías aéreas, haciendo una foto ortogonal perpendicular a la fachada. Una vez que tengo ese material, tomo una medida, hago un factor de escala y me pongo a realizar todo. Esas maquetas en las que te tienes que documentar y puedes rehabilitar edificios que ya no existen, me apasionan.

Estás ahora ultimando esa maqueta enorme que mencionabas en la que muestras el casco antiguo de tu ciudad y que estás a punto de trasladar de tu taller a otro lugar.

Sí, va a quedar expuesta en el Museo de la Semana Santa de León. Es una maqueta que mide 7,85 x 3,60 metros. Representa la Plaza Mayor de León durante la Procesión de los Pasos, y también la catedral. Tuve que investigar mucho porque tiene componentes históricos de la ciudad, como el edificio de Puerta Obispo o la cúpula original de la catedral, que hoy en día están desaparecidos, y me gusta mucho. Hay 15.000 personas, hechas una a una, en el interior de la plaza. Me pone la piel de gallina ver a la gente que se emociona delante de la maqueta, porque para mí poder transmitir eso con una miniatura es muy reconfortante, ves que ha merecido la pena hacerlo y es una satisfacción personal tremenda.

¿Qué parte del proceso disfrutas más, la parte intelectual de plantear el diseño o la tarea manual de elaborar la maqueta?

El proceso manual es muy grato, pero a mí lo que más me gusta es el tema de documentación. Yo tengo la habilidad de visualizar los proyectos muy rápido. Después, plasmar sobre un boceto todo eso que tienes en la cabeza y realizar los planos es quizá el más gratificante porque ves cómo empieza a crecer y cómo aquello que tú has pensado va cristalizando en algo. Creo que uno de mis fuertes es esa capacidad de visualizar rápidamente en la cabeza las maquetas, y otro punto importante es el nivel de realismo de mis maquetas porque llama mucho la atención y consigo acercarme mucho a la realidad y ese creo que es el fin de todo maquetista, representar la realidad lo máximo posible en una escala en miniatura.

Como buen ferroviario, seguro que tienes también maquetas en ese ámbito.

Sí, claro, tengo maquetas de tren hechas por mí, tengo más de trescientas locomotoras, más de dos mil vagones que he coleccionado desde hace un montón de años, y ahora estoy haciendo una S-251 a escala 1:22. Es una recreación totalmente fiel a la realidad porque trabajo con esa máquina en la actualidad y la conozco mucho. Trabajar con trenes me facilita documentar todo de primera mano porque imagínate si no conoceré yo la 251 si estoy trabajando con ella todo el día en Mercancías.

¿Ves una evolución en tu trabajo o un cambio de estilo a lo largo de los años?

Sí, claro. Cuando hacía maquetas por encargo estaba muy encasillado a las características de ese encargo. En cambio, ahora puedo dar rienda suelta a mi creatividad y a medida que te van surgiendo problemas intentas resolverlos de una manera o de otra, y eso va depurando mucho la técnica. En Haramain hubo que hacer encaje de bolillos. A los topógrafos que andaban por toda la obra les pedí que me fueran trayendo tierra de verdad de cada zona, y marqué la topografía real del relieve; luego tamicé toda la tierra y la encolé, y queda increíble. A medida que vas afrontando retos, vas depurando tu técnica.

¿Qué consejo le darías a las personas que quieran adentrarse en el modelismo, qué habilidades hay que desarrollar?

Hay que ser sobre todo muy manual. El modelismo es una profesión que abarca muchas técnicas, tienes que trabajar madera, carpintería, miniaturas, electricidad y efectos de luz… Yo les diría que se documentaran, que leyeran mucho y estudiasen revistas de maquetas, y también que vayan probando y haciendo cosas, es la mejor forma de empezar. Para mí es una afición muy atractiva.

¿Hay alguna maqueta que te apetezca hacer?

Me llama mucho la atención hacer maquetas de mi tierra, de León, hacer la evolución de la ciudad desde su origen hasta nuestros tiempos. Y dentro del tema del tren, siempre he tenido en mente poder hacer una maqueta de un mapa de la red española de ferrocarril, un mapa grande, topográfico, de red convencional y de alta velocidad, donde se pueda ver por dónde confluye la red. Yo siempre dije que venía a Renfe a sudar la camiseta; creo que soy una persona muy aprovechable en el campo del modelismo y estoy a disposición de mi empresa si surge algún trabajo en este sentido. Hacer maquetas forma parte de mi vida; si sacara de mí las maquetas, no sería Luis.

Texto: Susana Llorente

Fotografía: Luis García López