Sobre un cerro, dominando el Valle del río Jalón, se encuentra una ciudad donde reina la piedra. Una población que nos lleva a un viaje al pasado, a llevar a cabo un viaje en el tiempo, pues por aquí pasaron celtas, romanos, visigodos, musulmanes y cristianos. Viajamos hasta la Occilis celtibera. A la Medina Slim o Ciudad Segura árabe, para alcanzar la Medina Coeli, la ciudad del cielo. Viajamos hasta la población soriana de Medinaceli. Abajo, queda el conocido como barrio de la estación, donde se detiene el tren. Desde allí se divisa esa población que a unos mil metros de altura espera paciente para contar al visitante su historia, orgullosa de haber sido siempre, siglo tras siglo, un enclave estratégico en la comarca. No en balde fue uno de los puntos de referencia de la frontera media musulmana.

Un tránsito que no deja de sorprender, pues de repente  se encuentra el primer recuerdo romano, la Fuente del Canal, y a continuación una joyita, la ermita del Humilladero. Pronto el castillo, esa antigua alcazaba árabe reconstruida en el siglo XIV. Donde el famoso e insigne caudillo musulmán Almanzor falleció por las heridas recibidas tras la batalla en el campo próximo a Calatañazor, y si se dice que en esta otra población soriana “perdió el tambor”, en Medinaceli encaminó su marcha hacía el Paraiso de las Huríes.

Aunque se va a desembocar en la Plaza Mayor, donde estaba el foro romano, la primera inclinación de todo visitante es llegar al Arco Romano, a esa maravilla arquitectónica del siglo I. Único de su especie en España, pues cuenta con tres vanos en una longitud de 13,20 metros, una altura de 8,10 metros y una anchura de 2,1 metros. Detenerse ante él, aproximar el oído y escuchar su historia y la de la población es una buena idea. Y una parada más junto al Arco, una detención que va a ser muy provechosa y que siempre es aconsejable. Visitar la Oficina de Turismo, donde recoger un mapa con las indicaciones de todo lo que hay que ver que es mucho, y así no perderse nada.

Pero callejear es lo importante. Perderse por el laberinto empedrado admirando a un lado y a otro las casas y los escudos que ellas muestran su hidalguía. Y una curiosidad muy interesante, algunas de estas calles son tan estrechas que se pueden “sujetar” con los brazos extendidos. Se afirma que tiene las calles más estrechas de la Comunidad de Castilla y León.  Y en medio de una de las calles, en la de San Pedro, un mosaico romano, así, como si nada, porque eso es Medinaceli, eso es la Ciudad del Cielo.

De la muralla exterior quedan algunos lienzos. Atravesar la Puerta Árabe es trasladarse a otro mundo, pensar en esa población medieval que fue una de las capitales de la Marca Media musulmana, uno de los puntos de referencia de las fronteras marcadas por Al Andalus. La Plaza Mayor, recia, castellana pura, típica con sus soportales y con la antigua alhóndiga. Cerca el Palacio Ducal, que guarda en su interior varios mosaicos romanos, que merecen la pena visitar aunque haya que pagar dos euros. El Ayuntamiento en la misma plaza, otro edificio que considerar.

No se puede olvidar acercarse al convento de San Isabel, donde las monjas fabrican unos dulces artesanos que…; o la Colegiata de Nuestra Señora de la Asunción , con esa torre que quiere horadar el cielo, y que guarda en su interior los restos de los duques de Medinaceli. Hay más mucho más, la famosa nevera árabe, las vistas del horizonte desde el Mirador del Cid. En el cantar medieval del Mio Cid aparece mencionada esta población cuando Rodrigo Díaz de Vivar pide a su mujer e hijas que vayan a reunirse con él a Valencia. Esa puesta de sol atravesando la luz los vanos del arco romano…

Ciertamente estamos en Medinaceli, estamos en una ciudad que nos aproxima un poco más al cielo.

Texto: J. Felipe Alonso es  Periodista y Escritor, estudioso de leyendas y costumbres.

Fotografía portada: Serzak / Visualhunt

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