Dicen que la ciudad ha cambiado tanto que no se la reconoce, pero lo cierto es que sigue siendo la misma aunque apenas se le parezca. Bilbao tuvo un antes y un después (es verdad) aunque fechar el cambio sea el punto de discrepancia. Algunos lo llaman efecto Guggenheim, otros una amalgama de circunstancias que destaparon al cisne que escondía el patito feo, pero si hay algo en lo que todos coinciden es que poco importa cuándo fuera qué porque venir a Bilbao siempre merece la pena.
Pero lo curioso es que en esta ciudad los tópicos no exageran y en ellos se vanagloria. Es fiel reflejo de sus habitantes; fanfarrones donde los haya y a mucha honra. Orgullosos de nacer donde les viene en gana y ser de donde les plazca, que siempre será la noble villa de Bilbao. ¡La duda ofende!
Viajar en tren te ofrecerá la ventaja de llegar al Botxo y situarte en el centro desde el inicio, como si fueras del mismísimo Bilbao. Además, las dos estaciones terminales donde llegan los trenes de Renfe (Abando Indalecio Prieto y La Concordia) son verdaderas joyas arquitectónicas y tienen mucha historia detrás. Han sido escenario de películas, pasarelas de moda e incluso óperas; Verdi ha estado allí. ¡Dónde pues!
Los ocho imprescindibles :
- El Museo Guggenheim, por supuesto. La fotografía a los pies de Puppy es obligada. Para los bilbaínos es un símbolo porque es un perrito muy vasco, sólo así se entiende que le haya construido la casita Frank Ghery.
- El Museo de Bellas Artes. Su riqueza interior es su mejor presentación. Cada nueva exposición supera su propio récord de visitantes.
- El Museo Marítimo. Un placer pasear por su área abierta, oler el salitre y empaparse de la historia naval. Allí mismo, la grúa Carola, llamada así por el nombre de la bella mujer a quien piropeaban cuando paseaba bajo su envergadura.
- Un paseo por Abandoibarra. Los muelles de Uribitarte resumen la historia reciente de Bilbao, su efecto mariposa. Encontrarás el Zubi Zuri de Santiago Calatrava. Un puente que te llevará al Campo Volantín. Bilbao y sus palacetes.
- El café en Bilbao tiene su aquél. Se sirve sin florituras pero hay esmero en su preparación. Mejor elige un lugar con historia y solera para degustarlo: el Iruña o La Viña, por ejemplo.
- La esencia de la ciudad está en su textura y sabor. Mejor cómetela y degusta su dulzura: la carolina, el bollo de mantequilla y el pastel de arroz. Los encontrarás en cualquier pastelería. Rico, rico…
- El poteo es costumbre y arraigo. Buen lugar para iniciarse serán las Siete Calles (Casco Viejo). Todavía hay bares donde se sirve el vino en los vasos de txikito. Su origen es curioso y trata de farolillos y visitas reales. Descúbrela ejercitando el levantamiento de vidrio.
- Sumérgete por Ledesma, Licenciado Poza, García Rivero o la Plaza Nueva. Lugares casta donde el pintxo es elevado a la categoría de arte. ¡Y qué decir de los restaurantes!
Un último consejo; no olvides pisar fuerte. que por algo la baldosa de Bilbao es tan exclusiva.
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