Oviedo es el origen del Camino de Santiago Primitivo, el primer itinerario cultural de Europa, así que podríamos decir que es el kilómetro 0 de este peregrinaje universal. Y Woody Allen dijo que esta ciudad es como un cuento de hadas, y en verdad, en la capital de Asturias se respira un encanto medieval entre sus callejuelas, esas por las que hay que perderse para encontrar aristocráticas fachadas y calles relucientes.
Porque Oviedo es distinguida, cómoda, elegante y está cuajada de historia. Y es que tiene uno de los cascos históricos más bonitos del país, lleno de plazoletas, fuentes, esculturas, bancos sombríos y arboledas. Y todo ello coronado por las faldas del Monte de Santa María del Naranco. Así que la capital asturiana es la escapada perfecta a un cuento de hadas.
Plazas llenas de encanto
Las estrechas calles de Oviedo se abren hacia plazas preciosas. Una de ellas, imprescindible y llena de encanto, es la colorida explanada del Fontán, porticada y con uno de los mejores ambientes para disfrutar de la sensacional gastronomía ovetense. Por el día la plaza transita entre tiendas de artesanía y un bullicioso mercado de flores, de libros y de antigüedades. Y por la noche, sus terrazas están muy animadas hasta bien entrada la madrugada. Otra gran plaza obligada es la señorial Plaza de la Constitución que está presidida por el Ayuntamiento, y por el arco de Cimadevilla, la antigua entrada de los peregrinos a la ciudad. Y muy cerca, hay que recorrer la Plaza de Trascorrales, llena de historia y más que animada cuando cae el sol.
El icónico Teatro Campoamor
Sin lugar a dudas el Teatro Campoamor es un edificio icónico e imprescindible, y es reconocido en todo el mundo por ser la sede de los Premios Princesa de Asturias desde 1981. Este magnífico inmueble es el teatro de la Opera de Oviedo, y tiene una larguísima trayectoria porque fue fundado en 1892 por la burguesía de la ciudad. Y a propuesta del escritor, y entonces concejal Leopoldo Alas Clarín, fue bautizado con el apellido del ilustre asturiano Ramón de Campoamor, que aunque no pudo asistir a la inauguración envió mil pesetas de las de entonces para repartir entre los pobres de la ciudad, como agradecimiento con el pueblo ovetense. Y otro aliciente del famoso teatro es su sótano donde está el Centro de Arte Moderno Ciudad de Oviedo (CAMCO).
Mas de cien estatuas
Además de por sus calles peatonales y por la belleza de sus edificios, Oviedo invita, casi como si fuese un juego, a recorrer la ciudad en busca de las estatuas que pueblan la ciudad. Hay más de cien y aunque las más famosas son la de Woody Allen, la Regenta, Mafalda, la Maternidad de Botero o los Asturcones de Valdés, las que recuerdan a los emigrantes y a antiguos oficios que fueron fundamentales en Oviedo, son más que interesantes.
La magia de la Catedral de San Salvador
Otro tesoro de Oviedo es su señorial Catedral de San Salvador que tuvo que esperar tres siglos para ser terminada. Es de un gótico espectacular, y a pesar de que tardaron casi trescientos años en construirla, solo tiene una torre y no dos, como era habitual en las construcciones de la época. Aunque su única torre es tan espectacular que no se echa en falta ningún adorno ya que su monumental esbeltez casi se asoma por cualquier calle de la ciudad. Hay que recorrer la Catedral de San Salvador con tiempo y espíritu pausado porque está llena de alusiones a que en ella nació el Camino Primitivo. Y fue en el 834, año en el que el rey Alfonso II El Casto partió desde la Catedral hacia Santiago para ver con sus ojos el descubrimiento de la tumba del Apóstol. Y así, con este viaje, el rey se convirtió en el primer peregrino de la historia. Este famoso trayecto hace de Oviedo el punto de partida jacobeo.
La conocida también como Sancta Ovetensis, tiene una Cámara Santa del siglo IX que es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Su interior alberga unas impresionantes joyas como las cruces de la Victoria y de los Ángeles, símbolos de Asturias y de la ciudad de Oviedo respectivamente; la Caja de las Ágatas, y el Arca Santa, que contiene un gran número de reliquias entre las que se encuentra el Santo Sudario que, según la tradición, es el que cubrió el rostro de Jesucristo cuando lo bajaron de la cruz. Así que, como dice el refranero popular, hay que visitar esta icónica catedral jacobea, porque, “Quién va a Santiago y no al Salvador, visita al criado y deja al señor”,
Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo, al menos una vez en la vida
Y la mejor perspectiva de Oviedo sin duda se aprecia desde las faldas del monte del Naranco, que a unos cuatro kilómetros del centro, es un lugar de esparcimiento muy querido por los ovetenses. Además de su maravillosa panorámica, en este monte se alzan majestuosas dos joyas universales del arte prerrománico, Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo. Estas verdes colinas que envuelven la ciudad de Oviedo guardan estos verdaderos tesoros históricos que trascienden al propio territorio asturiano. Sus magistrales piedras son una de las mayores alhajas de la arquitectura de nuestro país y, a la vez, testigos de una época que resultó crucial para entender, 1 200 años después de su construcción, lo que ahora es nuestro país.
Santa María del Naranco es uno de los monumentos más importantes que se conservan del prerrománico europeo. El Palacio, construido el rey Ramiro I, es de planta rectangular y está dividido en dos pisos: la cripta totalmente cerrada, y la planta superior que es diáfana. A la cripta, que es similar a la de Santa Leocadia en la Cámara Santa, se accede desde el exterior. Y al piso superior, que solo tiene una estancia, y con unos miradores únicos en el mundo, se entra por una la escalera exterior.
Este hermoso palacio originalmente no fue iglesia, sino que al parecer fue el Aula Regia del conjunto palacial que el rey Ramiro I mandó construir en el año 842. La destrucción de su cabecera y parte de sus naves motivó que el Aula Regia fue transformada en iglesia, probablemente en el siglo XII. Y como no podía ser de otra manera, Santa María del Naranco es Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO. Actualmente, Santa María sigue siendo el templo oficial de la parroquia pero como no reúne condiciones, el culto se realiza en la capilla del Monasterio de la Visitación de las Madres Salesas.
A este complejo arquitectónico pertenece la cercana iglesia prerrománica San Miguel de Lillo, que a unos 100 metros de Santa María del Naranco, está dedicada a San Miguel Arcángel. También la mandó construir el rey Ramiro I probablemente como iglesia palatina. Y su gran valor también ha sido reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, aunque muchos años antes, en 1885 ya fue declarado Monumento Nacional.
Lo cierto es que este conjunto palacial del monte Naranco es el más importante de todo el arte prerrománico europeo, hasta el punto de que las soluciones que se utilizaron en los dos monumentos se adelantaron tanto a su época, que en los años siguientes no pudieron, ni siquiera, intentar imitarlas. Y para volver a encontrar construcciones con una estructura semejante, habría que esperar más de cien años después, cuando comienzo el arte románico.
Así que, sin duda son dos tesoros que hay que visitar, al menos, una vez en la vida.
Texto y Fotografías: Irene González es Periodista de viajes, consultora de comunicación, y fotógrafa. Es directora del Canal ALL SPAIN MediaAge, y colabora en Gente Viajera de Onda Cero, y en la revista Viajar / @MediaAge_Irene / @MediaAge / ALL SPAIN MediaAge
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