Bilbao encanta, maravilla, deslumbra… Bilbao, para los que como yo, tardaron en conocerla, sorprende y fascina. Y es que lo mío con Bilbao fue amor a primera vista, uno de esos flechazos probablemente inesperados que llegan el corazón de emoción viajera y colman la retina de postales. Os propongo un viaje visual a una ciudad dinámica, moderna, cultural y transgresora que en los últimos 20 años ha sabido borrar de un plumazo su pasado de tonos grises para disfrutar un presente a todo color.
La primera parada en estas postales bilbaínas es el Museo Gugghemhein. Sin lugar a dudas, uno de los museos españoles más interesantes no solo por su contenido sino también por el propio continente. El edificio del famoso arquitecto canadiense Frank Gehry es una maravillosa armonía metálica de volúmenes y curvas. Un diseño arriesgado en el que, a través de las características formas de su icónica manera de construir, supo representar el pasado industrial y portuario de la ciudad. El exterior, que puedes observar en todo su conjunto desde le Puente de La Salve, llama la atención por su aspecto metálico, sus tonos industriales y sus formas escultóricas. El interior, con sus líneas curvas, amplios espacios y paredes blancas, es una vez más una de las mejores expresiones arquitectónicas del siglo XX.
La Plaza Nueva de Bilbao es uno de esos lugares que te comerías a bocados. Su armónica y elegante arquitectura neoclásica combina a la perfección con la bulliciosa algarabía de la hora del vermouth o los pintxos de la tarde. En esta plaza se concentran oriundos y visitantes al calor de un buen txakoli. La buena comida no falta, en forma de pintxos que colman de abundancia los bares y abarrotan sus barras en una secuencia de calórico deseo incontrolable. La vista se dirige hacia la infinita sucesión de tortillas, croquetas varias, carnes, morcillas, chorizos y viandas exquisitas… No hay remedio, Bilbao es gastronomía en toda su esencia.
Desconocida, serena y tranquila, la Catedral de Bilbao es uno de esos templos discretos a los que el paso del tiempo no ha restado belleza. Esta catedral gótica de pequeñas dimensiones si la comparamos con las grandes catedrales de la época, es un bonito ejemplo de arquitectura medieval en el País Vasco. Su fachada, con un gran rosetón y una imponente torre, pertenece al final del siglo XIX cuando se decidió realizar una intervención en estilo neogótico. Su situación en el corazón del Casco Viejo, hace de ella una visita imprescindible.
La Plazuela de Santiago, donde se sitúa la Catedral, es una auténtica delicia. Sorprendentemente colorida, los tonos de sus fachadas llaman la atención incluso en los días de lluvia. Ese cromatismo alborotado que combina rojos, rosas, amarillos y verdes relega al ostracismo del olvido el más mínimo recuerdo de aquella Bilbao gris y oscura que vientos de otros tiempos nos hicieron creer.
Abandonamos el Viejo Bilbao atravesando la ría por el Puente de la Ribera, uno de esos punto en los que tradición y modernidad se integran para proporcionar al visitante una recuerdo original. La Ría forma parte del ADN de Bilbao, a en sus orillas creció y se fue dando forma a una ciudad comercial y fuertemente industrializada. De la oscura ría sucia e incluso mal oliente poco resta. Aquella ría dio paso a uno de los puntos más bonitos de la ciudad, con sus fachadas una vez más coloridas, enfrentándose al caudal hoy limpio y salpicado de puentes de todas las épocas. Ahí, en la Ribera, el original mercado medieval, es hoy un interesante recuerdo de la arquitectura en hierro de inicios del siglo XX.
Abando es uno de los barrios más famosos de Bilbao. En él se dan cita la antiguaciudad burguesa y elegante a caballo entre el siglo XIX y XX, con la vertigionosa ciudad moderna. Viviendas, tiendas, bares y oficinas hacen de Abando uno de los barrios más dinámicos y vivos de Bilbao. Sin embargo, hay espacios tranquilos en los que un resquicio de tranquilidad deslumbra ante los ojos de bilbaínos y extraños. La plaza de San Vicente Mártir es un repertorio de diferentes épocas artísticas, la iglesia renacentista de San Vicente, una de las más bellas de la época en el País Vasco, rodeada de edificios residenciales decimonónicos y de un bello parque, los Jardines de Albia.
Si hay un edificio que destaca en Abando es el actual Palacio de la Diputación Foral de Bizkaia. El arquitecto Luis Aladrén proporcionó a la ciudad uno de esos proyectos arquitectónicos fastuosos que quitaría el hipo de la aristocracia bilbaína. Ostentoso, opulento y elegante, pertenece a ese grupo de edificios europeos magníficos que representan el poder de la clase burguesa y salpican ciudades como París, Budapest o Viena. Aires de riqueza europea salpicaban una ciudad rica gracias a la industrialización y con ganas de ser una referencia en el mapa. Su exterior es uno de las postales bilbaínas que quedarán en la retina del viajero.
No puedes marcharte de Bilbao sin descubrir el Centro Cultural de la Alhondiga. El edificio es otro de los recuerdos del pasado histórico de la ciudad reconvertido hoy en centro de Arte y Cultura a disposición de los ciudadanos. La Alhondiga, un antiguo e inmenso almacén de vinos y mercancías, es en la actualidad uno de los centros de ocio más importantes de Bilbao. Muestras, xposiciones, cafeterías, biblioteca, salas y espacios dedicados a la cultura se organizan gracias a una antigua estructura fabril reconvertida sólo hace diez años gracias a la intervención del diseñador Philippe Starck. No te pierdas la piscina que corona toda esta armadura industrial que viste paños de cultura actual.
Texto y Fotografías: Paloma Lucas es Historiadora de Arte y autora de Un blog de Palo
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