Lo femenino se asocia desde tiempo inmemorial a la fragilidad. El sexo débil, decían. Ligada a la delicadeza como cualidad, las mujeres éramos consideradas no aptas para determinados oficios; ya fuera por las condiciones físicas del puesto a cubrir o por la supuesta falta de carácter para desarrollarlo, en los procesos de selección quedábamos al margen sin ni siquiera haber logrado entrar. Y a los hombres les sucedía más de lo mismo pero por todo lo contrario. Los estereotipos arrastran demasiada carga pesada por nivelar, de ahí la dificultad de avanzar en vías paralelas sin furgones de cola que impiden progresar con naturalidad y ligereza. Con el afán de liberarnos de cualquier lastre a ritmo de alta velocidad, hoy nos posicionamos en vía reseteando itinerarios pasados propios de antepasados. Vamos allá…

Los estereotipos arrastran demasiada carga pesada por nivelar, de ahí la dificultad de avanzar en vías paralelas sin furgones de cola que impiden progresar con naturalidad y ligereza.

Rosalina Reyes Ges es maquinista en la Dirección de Servicios Comerciales y nuestra siguiente protagonista de Mujeres en Renfe, sección que pone el foco en trayectorias profesionales con tren de fondo articulado en femenino y singular. La cita de la entrevista nos lleva a la estación Puerta de Atocha en Madrid. La pandemia enmascara rostros difíciles de adivinar de ojos para abajo, pero Rosalina destaca entre el gentío que viene y va destino a lugares que ansían recuperar normalidad. Es de origen cubano: piel, cabello y rasgos evidencian una apariencia muy diferente al imaginario estereotipado del maquinista tradicional. Viste el uniforme que la identifica como trabajadora de Renfe de pies a cabeza y al principio se muestra inquieta ante la batería de preguntas que arranco con los inevitables cómo y cuándo decidió que quería ser maquinista mientras ponemos rumbo a los andenes y trenes que forman parte de su paisaje y puesto de trabajo habitual.  Y entre preguntas y respuestas enlazamos una conversación que resultó ser así:

Cuéntenos cuál es su formación y qué le llevó a decidir ser maquinista.  

Me licencié en Ciencias Físicas en La Habana y realicé un Máster en Óptica y Láser. Presente mi candidatura para un Doctorado que abordaba la investigación con Patrones Moiré. Al hilo del mismo, contacté con quien hoy es mi marido, un maquinista de Renfe que en su tiempo libre se dedicaba a la informática y conocía un método para el estudio de patrones, que resultó ser de gran utilidad para mi trabajo. Entablamos relación de esa manera y entre medias surgió algo más que motivó mi decisión de vivir en España y tratar de homologar titulaciones para ejercer mi profesión. El proceso de homologación se prolongó dos años, tiempo en el que trabajé en el sector de control de calidad en la construcción (ensayos técnicos). Y a la vez, durante ese intervalo temporal fui conociendo mejor el oficio de maquinista e interesándome un poco más cada día. Así que decidí presentarme a la segunda convocatoria abierta para matricularme en el curso de maquinista y obtuve plaza. Me formé como maquinista en la Escuela Técnica Profesional de Renfe en Barcelona, en un grupo compuesto por 75 alumnos, de los cuales solo 5 éramos mujeres.

¿Desde cuándo ejerce como maquinista en Renfe?

Completada la formación, aprobé pasados unos meses el examen de ingreso en Renfe para trabajar de maquinista. Mi primer trayecto partía desde Hospitalet de Llobregat en un Cercanías que salía sin viajeros para iniciar el primer servicio y, a continuación, realizar el trayecto inverso, ya con clientes. Aquello sucedió hace 11 años y recuerdo muy bien las sensaciones de aquel estreno, saber desde entonces que mi oficio me apasionaría siempre.

«Me formé como maquinista en la Escuela Técnica Profesional de Renfe en Barcelona, en un grupo compuesto por 75 alumnos, de los cuales solo 5 éramos mujeres».

Cuál ha sido su recorrido profesional durante estos años.

Tras dos años adscrita al núcleo de Cercanías de Barcelona, realicé la formación requerida para conducir trenes de mercancías. Durante tres años y medio conduje los mercantes con base ya desde Madrid y, contrariamente a lo que se pueda presuponer, trabajar en el área de Mercancías fue muy gratificante dado que me aportó un gran conocimiento tanto de la red ferroviaria como de los trenes. Después he trabajado en el núcleo de Cercanías Madrid y, actualmente, en el corredor Norte y Nordeste conduciendo trenes Ave, Avlo y Alvia.

Maquinista de trenes de mercancías siendo mujer parece una combinación a simple vista poco común…

Pero nunca he sentido que ser mujer haya sido un obstáculo en mi trayectoria profesional, tampoco cuando conduje locomotoras con vagones. Aprendí mucho y eliminé cualquier posible temor a conducir trenes que no fueran de viajeros. Además, permite al maquinista realizar maniobras y otras tareas operativas muy interesantes. Debo a aquella etapa una visión global del ferrocarril, además de grandes experiencias. Entre las más valiosas, derribar el supuesto respeto a las locomotoras y avivar mi curiosidad y deseo de conducir otros trenes en otras áreas y corredores.

¿Cree que es un error asociar la necesidad de fortaleza física a realizar maniobras o conducir trenes?

Por supuesto que es un error. Un ejemplo es la operación de enganche y desenganche de vagones a la locomotora que, por mi experiencia, requiere de habilidad en el balanceo del gancho gracias a la inercia, no a la fuerza. Además, es un prejuicio pensar que ser hombre te dota de fuerza natural. Ni todos los hombres son fuertes físicamente ni las mujeres débiles por naturaleza.  Pero sí, está muy extendida la idea. De hecho, siendo maquinista de Cercanías, una mujer me preguntó al verme entrar en la cabina si era requisito indispensable ser fuerte para activar los mandos y demás acciones para conducir trenes. Le contesté que de ninguna manera, que seguramente yo no era más fuerte que ella y que nunca había tenido mayor problema.

 Cuéntenos cómo es una jornada laboral cotidiana para usted.

A la toma del servicio, habilito la cabina y compruebo que todo está en orden y sin incidencias que impidan circular. Si detecto alguna avería, el factor tiempo es primordial y valoro si se puede solventar antes de la salida programada o si conviene solicitar un cambio de tren. Tras comprobar frenos, luces, extintores y estado de la dotación general, pongo en condición de disponibilidad al tren para el recorrido que va a realizar.   A continuación, verifico que la tripulación al completo está a bordo y nos ponemos en marcha coordinados en todo momento con el Centro de Regulación de Circulación, centro de operaciones que supervisa y controla la posición del tren durante todo el recorrido.

«Ni todos los hombres son fuertes físicamente ni las mujeres débiles por naturaleza».

¿Qué valora más en su trabajo y cuáles son sus mejores recuerdos a bordo de la máquina?

Me gusta ponerme al mando de la máquina y entablar una relación estrecha con el tren y la línea a recorrer. Conocerlos y sentir que me apasiona llegar a destino mientras conduzco. La autonomía e independencia que otorga tener la vía por delante y disfrutar de paisajes al amanecer. Entre mis preferidos; el trayecto hacia León y la belleza de la montaña antes y después de llegar al túnel de Guadarrama. También circular por tierras riojanas, aunque mi recuerdo más preciado sea en una locomotora volviendo de Zaragoza rumbo a Madrid, sentí entonces que era el camino de vuelta a casa tras haber ejercido la profesión en otros lugares.

Ser mujer no le ha impedido conducirse rumbo al destino que se ha marcado, ¿a dónde le gustaría llegar en un futuro próximo?

No descarto ninguna opción, pero todas pasan por continuar ejerciendo mi profesión de maquinista. A corto plazo, me gustaría integrar el gráfico de trenes de pruebas porque permite comprobar en vía vehículos nuevos o con modificaciones de última tecnología o con  parámetros distintos, tanto de trenes como de líneas convencionales de alta velocidad aún por inaugurar.

Inevitable la pregunta de si su género ha provocado algún malentendido entre el pasaje que nos quiera relatar.

Dado que el uniforme de maquinista es el mismo que el del resto de la tripulación, más de una vez ha sucedido que al recorrer el interior del tren para llegar a la cabecera de la máquina e invertir el sentido, los viajeros me solicitan ayuda para encontrar su plaza o cualquier otra cuestión que surge y requiere asistencia. Me disculpo por anticipado y les aclaro que soy la maquinista y que no debo demorarme en llegar a la cabina a riesgo de partir con retraso.

¿Y entre sus compañeros siente que le ha condicionado en algún momento el hecho de ser mujer?

En absoluto, no tengo anécdotas que recordar a este respecto. Actualmente, en mi gráfico somos 3 mujeres entre un centenar y la minoría proporcional jamás ha sido reseñable más allá de la cifra. Ahora que los datos acumulados de la pandemia lo permiten, nos reuniremos pronto para celebrar alguna actividad en grupo.  No hay diferencias entre nosotros, soy desde el principio una más y nos apoyamos los unos en los otros.

«Actualmente, en mi gráfico somos 3 mujeres entre un centenar y la minoría proporcional jamás ha sido reseñable más allá de la cifra».

Una pareja de maquinistas suma experiencia kilométrica y conversaciones con tren presente en muchas de ellas, supongo.

Así es, a ambos nos apasiona nuestro trabajo y cuando viajamos a otros lugares, la profesión se lleva por dentro. De hecho, tenemos una anécdota durante una de nuestras visitas a Cuba. Conducíamos el coche y en un paso a nivel un tren sufrió una avería que le impedía continuar trayecto. Ambos nos dirigimos sin pensárnoslo dos veces al maquinista y nos prestamos a ayudar en lo que fuera necesario. La camaradería surgió de manera inmediata y, con ella, el intercambio de experiencias, conocimientos y curiosidades.

Echará de menos su tierra natal…

A la familia, sobre todo. Soy la menor de seis hermanas y vuelvo siempre que puedo. También añoro el clima, sobre todo al principio. Recuerdo la primera vez como si fuera ayer; partir de La Habana con el termómetro marcando 31 grados y aterrizar en Madrid a 16. Un frío pasajero, nada comparado con los 4 bajo cero de Miranda de Ebro, ciudad en la que viví los primeros meses. Recuerdo sentirme dentro de un congelador y, a pesar de la calefacción a potencia máxima, no hallar consuelo. Fue una aclimatación transitoria hasta vivir en Madrid, que también me pareció una ciudad fría pero ya no tanto…

En territorio personal…

Cierro el cuaderno que anota experiencia laboral y datos necesarios para escribir la entrevista. El tiempo ha transcurrido a alta velocidad y ambas debemos cerrar el paréntesis para regresar cuanto antes a nuestras rutinas. De camino a la estación que bifurcará caminos, cuenta que su marido es ahora maquinista en el Ave a La Meca. Surgió hace tres años la posibilidad y allí permanecerá por contrato al menos unos meses más. Le pregunto si se animaría a partir rumbo a Arabia Saudí para conducir los trenes del proyecto Haramain. Por supuesto que sí, es la respuesta inmediata. Ha estado varias veces y en algún momento se lo ha planteado. Sin embargo, finalmente nunca formalizó la solicitud, quizá influida por la denegación sutil que recibió una compañera maquinista que pretendía trasladarse allí para conducir trenes por la línea del desierto. Sin duda los tiempos han cambiado pero quedan aún muchos territorios por explorar y recorrer. Rosalina recurre a la fuerza más poderosa que existe y ha estado desde siempre a su alcance: ser ella misma en el itinerario de la vida.

Texto: Verónica Portell es Periodista

Fotografías: Miguel Ángel Patier

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