Estoy esperando en la estación y de repente lo veo pasar, es uno de esos trenes que van tranquilos, sosegados, que muestran la belleza de sus vagones de años atrás, que no tiene prisa por llegar, sino que lo que ofrece al viajero es disfrutar de lo que hay fuera y de lo que se puede encontrar dentro. Cierro lo ojos y, de repente, me encuentro en el interior de uno de sus salones. Todo es algo singular, de otro tiempo que nada tiene que ver con la velocidad actual que llevan los convoyes de alta velocidad. Pero sí, estoy a bordo de uno de los trenes más lujosos que hay en el mundo, uno de los tres afamados que pone Renfe cada año entre la primavera y el otoño al servicio de un grupo de privilegiados que pueden permitirse el recorrer durante una semana trayectos increíbles por el sur y el norte de España.
Ahí están, convoyes tan conocidos internacionalmente como Al Andalus, el Transcantábrico Gran Lujo y el Transcantábrico Clásico, a los que se suma, sin tanto lujo, un ferrocarril muy particular que atraviesa la montaña leonesa por el trazado de un antiguo tren hullero, el Expreso de la Robla. Son, simplemente, eso, trenes de lujo que se encuentran situados entre los diez principales del mundo que pueden ofrecer ofertas de ocio semejantes.
He leído que para algunos se trata de rememorar aquellos viajes de hace cincuenta, sesenta o más años, y aprovechar el desplazamiento por rutas culturales de gran importancia y riqueza en verdaderos hoteles cinco estrellas, de un gran lujo; para otros son “cruceros de lujo” que, en lugar de surcar por los mares, lo hacen sobre raíles. Pero lo cierto es que se trata de una forma de obtener una experiencia única, aprovechando unas configuraciones de vagones que, en más de un caso, parecen salidos de tiempos de la Belle Époque.
Voy a disfrutar de este instante, de esa mirada al pasado, a la posibilidad de viajar en unos trenes míticos.
En todas las épocas, ha habido ferrocarriles semejantes que han protagonizado un sin fin de historias, en donde se mezclaban el lujo singular de su interior,con unos recorridos también especiales. Por ejemplo, está el Oriente Express, considerado históricamente el tren más lujoso del mundo,que iniciaba su recorrido en París para finalizar en la antigua Constantinopla y que fue inaugurado en 1883. Durante su existencia era el punto de reunión de los integrantes de la nobleza y de la clase más alta de la sociedad europea, y en él se escribieron gran número de relatos de misterio a cargo de importantes novelistas, como por ejemplo Agatha Christie. Se ha hablado también de otro clásico, el Transiberiano que inició su andadura en 1904 y que continúa siendo una vía de comunicación con gran importancia en Rusia ya que, atravesando la estepa siberiana, muere en las orillas del Pacífico, pero con un uso mucho más doméstico y menos glamouroso.
Lujo sobre raíles
Conozco algo de su historia. Sé que estos trenes que opera Renfe es muy sencilla y a la vez sorpresiva, ya que todo comenzó en el año 1983, cuando el operador ferroviario se dio cuenta de que tenía varias joyas en su patrimonio histórico, coches de los años 20 y 30 del siglo XX, que con una oportuna rehabilitación se podían ofrecer como un producto de lujo para aquellas personas que quisieran disfrutar de una forma diferente de viajar en tren y competir con otras ofertas similares que se daban en países europeos.
El Al Andalus, denominado así porque nació para moverse por tierras de Andalucía, comenzó sus operaciones en 1985 y funcionó hasta 2005 en una primera etapa, año en el que se cancelaron sus viajes. En el año 2012 fue restaurado y puesto de nuevo en servicio. Se mueve por la vía convencional de ancho ibérico y cuenta con una capacidad para 60 pasajeros alojados en 30 suites. A lo largo de estos años se ha consolidado como uno de los trenes con mayor arraigo entre los turísticos de lujo del mundo. Con base en Sevilla, en su programación ofrece itinerarios por tierras de la región, y por tierras de Extremadura.
Por su parte, el Transcantábrico que comenzó a operar en 1983, mantiene sus dos composiciones tradicionales, la que se denomina Gran Lujo, y la que se considera Clásica. La Gran Lujo, la más glamurosa de los trenes turísticos de Renfe, ofrece 14 suites con capacidad para 28 personas. Recorre el norte de la Península por vía estrecha, ofreciendo itinerarios que permiten disfrutar del paisaje de la cornisa cantábrica. En cuanto al Clásico, menos glamuroso, pero también interesante, ofrece 23 suites de menor tamaño que el anterior, con capacidad para 46 viajeros. Y luego queda por reseñar el Expreso de la Robla, el que recorre el ya anunciado paisaje hullero del norte de España, que cuenta con un servicio quizás menos de lujo, pero no por ello tiene que envidiar mucho a sus hermanos.
Abro los ojos y el tren de lujo, el Clásico, ha pasado sin parar y yo sigo en el andén esperando… Pero por un instante sé que he estado a bordo de uno de ellos, quizás tan sólo ha sido un sueño, pero esos minutos, o segundos, han merecido la pena.
Texto: J. Felipe Alonso es Periodista y Escritor, estudioso de leyendas y costumbres.
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