Tradición, historia, misticismo, recuerdos imborrables, es algo de lo que se puede disfrutar cuando se visita una ciudad tan amable para el visitante como es la Bolskan ibérica, o la Osca romana, e incluso la Waska árabe. Donde una campana, que no llegó a tañer protagoniza un relato que se asienta en lo legendario.
Ubicada en un amplio cerro ondulado, Huesca se abre al visitante con todo su esplendor, para que se pueda recorrer a pie disfrutando del paseo por sus calles, callejeando por el casco antiguo, y dejándose sorprender por cuanto a su alrededor se encuentra. Un recorrido que bien puede comenzar en el verdadero pulmón de la ciudad, el Parque de Miguel Servet. Desde allí hay que adentrarse en el casco antiguo para dejarse llevar hasta estar frente a una de las joyas románicas de la población, el Monasterio de San Pedro Viejo, que cuenta con un extraordinario claustro; con el panteón de los reyes de Aragón, donde precisamente se encuentran los restos del protagonista de la historia de esa famosa campana que andamos buscando, Ramiro II el Monje, y, además se puede degustar una pinturas murales del siglo XIII.
Ya imbuidos en esa zona histórica, la catedral aguarda pocos metros más allá. Basta con atravesar la plaza de los Fueros de Aragón. Dedicada a Santa María, la Santa Iglesia Catedral de la Transfiguración del Señor, es un templo de estilo gótico cuya construcción se inicio en el siglo XIII para finalizar en el XVI, y que se supone que tuvo como base un templo romano y una mezquita árabe. De esto último hay más constancia, aunque solo sea por la existencia de un arco de herradura en la zona de los claustros. Aparte de su interior, sobrecoge por su belleza la portada principal. En el centro del tímpano hay una talla de la Virgen María con el Niño Jesús entre dos ángeles; mientras que en la zona de la derecha están los tres Reyes Magos. En el dintel se repiten los escudos de Aragón y del obispo Martín López de Arloz, bajo cuyo episcopado se desarrolló la obra.
La visita debe continuar llegando hasta el Palacio de los Reyes de Aragón, hoy en día museo provincial, y donde se desarrolló el hecho protagonizado por la campana, pero de eso ya hablaremos más adelante. Ahora quedémonos con la torre de planta rectangular que se nos ofrece coronada por almenas, que es lo que ha llegado a nuestros días de esta obra civil románica del siglo XII edificada sobre una torre islámica. Museo donde se va a conocer que los francos de Carlomagno y su hijo siempre quisieron tener a Huesca bajo el mano de Imperio Carolingio.
La historia de la campana
Quizás sea ahora el momento, por estar ya en el lugar del hecho, de buscar esa campana que protagonizó un importante suceso durante el reinado de Ramiro II, allá por el año 1135. Hay que ir a textos como el Cantar de la Campana de Aragón, que aparece entre los Cantares de Gesta de Aragón, reconstruido desde la “Crónica de San Juan de la Peña”. Este cantar dice que…
Estando preocupado Ramiro II por la desobediencia de varios de sus nobles y temiendo una revuelta , mandó un mensajero a su antiguo maestro, el abad de San Ponce de Tomeras pidiéndole consejo. Éste llevó al mensajero al huerto y cortó en un grupo de coles las que más sobresalían, y le dijo al mensajero que contase al rey lo que había visto. Ramiro llamó a los principales nobles del reino a Huesca a Cortes, y les invitó al palacio con la excusa de que viesen una campana que se iba a escuchar en todos los rincones de la comarca. Los doce más importantes fueron los primeros en entrar en la sala donde se iba a mostrar la campana. Doce perdieron la cabeza, siendo colocadas éstas formando una campana. El último en entrar, el que hacía el número trece fue el obispo de Jaca, cuya cabeza fue colocada como bagajo de la misma. Una vez realizado el acto, el Rey invitó a los otros nobles que habían acudido a la cita a que entrasen en la sala y viesen que es lo que había ocurrido con los rebeldes. Es una historia que también recuerda a la de los Avencerrajes en Granada, aunque en ese caso no hubo campana por en medio.
Para encontrar la campana, un lienzo de la misma tan solo hay que acudir al Ayuntamiento de la población, donde se puede encontrar aunque en una tela esa campana que se buscaba desde el principio. Aunque si no hubo campana, su tañido sí se puedo escuchar en todo el reino de una forma clara y contundente. Un tañido silencioso que evitó una conjura.
Pero Huesca es más. No se puede dejar de visitar el Palacio de Villahermosa, o las iglesias de San Lorezo, San Vicente, Santo Domingo, el convento de las Miguelas… Las murallas, no quedan muchos lienzos en pie pero los que existen merecen la pena; la popular calle de El Coso, y si se quiere prolongar un poco la visita extramuros, no muy lejos está el Castillo de Montearagón, merece la pena llegar hasta él.
Texto: J. Felipe Alonso es Periodista y Escritor, estudioso de leyendas y costumbres.
Fotografía portada: Carlos M. M / Visualhunt
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