Tras una breve pausa por el cambio de locomotora las canciones acuden con puntualidad periódica. Convencidos de la inmediatez de ese amanecer musical que representa el viaje en el Expreso de Nostalgia, seguimos entregados. Aunque somos conscientes que ninguna lógica frena pasiones y afectos, a veces vivimos atrapados en la burbuja del recuerdo de históricas canciones que colapsan nuestra memoria.

 

El viaje se convierte en un refugio del ruido artístico. No dudamos en zambullirnos  entre los abismos musicales donde logra trascender la inmortal Orquesta Aragón. Sus historias entrelazadas a ritmo de son y charanga con su inmortal tema “El Bodeguero”:

 

Asistimos a la reaparición de viejos fantasmas musicales donde se impone el ritmo y la emoción. Vivimos una larga parada  de nostalgia desatada donde la música se rige por el principio fundamental del recuerdo. Si hurgamos en las cercanías de nuestro árbol genealógico encontraremos alguna relación con La Habana: autores universales, ilustres instrumentistas, letristas del corazón y  dominadores virtuosos. De repente un utópico “asalto a los cielos musicales” donde Dámaso Pérez Prado nos altera con una dosis de Mambo, qué rico Mambo. Y aquí resuena de nuevo:

 

Hartos de la indiferencia y el olvido de sus contemporáneos enmudecieron durante años. Hasta que sobrevino el milagro de Buena Vista Club a través de la mano del genial Ry Cooder. Voces propias relegadas a un olvido perenne, sin explicación alguna, se reconcilian, a finales de los 90, con el gran público que desconocía la longevidad de su existencia artística. Ibrahim Ferrer y Compay Segundo nos deleitaron con conciertos magistrales. Hasta siempre maestros.

 

Las canciones nos son testimonios musicales estáticos y conclusos, sino ámbitos capaces de generar continuas interferencias comunicativas entre sí. Los trovadores Pablo Milanes y Silvio Rodríguez nos desvelan sus posibilidades narrativas. La recurrencia nostálgica se alcanza en temas como:

 

Exploramos la elegancia de la cancionera del bolero cubano Olga Guillot. El ritmo ayuda a deleitarse todavía más con la propuesta que nos ofrece. En el inaplazable viaje sus nterpretaciones son elocuentes:

 

Historias musicales esculpidas en el corazón, canciones  irrepetibles, conciertos  ejemplares. Artistas carentes de tabúes artísticos. Sería imposible olvidar a ninguno de los cantantes que pasaron por la mítica Sonora Matancera. Su cantante fetiche vuelve con una declaración de principios clara:

 

Salsa es una cosa que se le echa a la comida“, decía Tito Puente, que cuando bromeaba prolongaba sus afirmaciones: “Ahora la llaman Salsa, después la podrán llamar ‘sofrito’, pero para mí siempre será música cubana”. Pues Eso, aunque nadie como  Celia Cruz para demostrar la influencia de la Salsa en la música estadounidense, la semilla la pone el bueno de Chano Pozo con el jazz afrocubano en los cuarenta. Y su tema Manteca.

 

Nunca ha existido tan alto consenso entre los viajeros. Su popularidad es unánime. Las canciones dotadas de una letra perpetua nunca se agotan. Aunque enmudecemos para escuchar, los minutos de silencio no están permitidos por las punzadas nostálgicas y comenzamos a cantar a coro:

 

Este Expreso llega a su fin con un solo deseo; seguir apostando por viajar en busca de la recóndita nostalgia musical de permanente actualidad. A pesar de los tiempos y las distancias, el visado del recuerdo nunca caduca, por eso a nadie puede extrañar que esta aventura continuará.

Texto: Tino Carranava  es Periodista  / @tinocarranava

Fotomontaje locomotora:  Amparo Domingo / Manuel Magán