“Digamos que fui el que encendió la mecha, pero no me llegó la explosión. A Perico o Miguel sí que les llegó y tuvieron grandísimos triunfos”. Son unas palabras recientes de Ángel Arroyo, segundo en el Tour de Francia de 1983, justo por detrás de Laurent Fignon. El abulense volvió a poner al ciclismo español en el panorama internacional con el maillot del Reynolds. Todo comenzó en los 15 kilómetros que separaban Clermond Ferrand y el Puy de Dôme con la victoria en una etapa contrarreloj cuyo podio completaba Pedro Delgado, el mismo que días antes había impresionado en las bajadas de los Pirineos. El futuro ganador de aquel Tour, Laurent Fignon se dejó casi dos minutos. En aquellos momentos daba auténtica tiricia a los corredores españoles atravesar la frontera con Francia para participar en la “Grande Bouclé”.
Atrás quedaba los triunfos absolutos de Federico Martín Bahamontes (1959), Luis Ocaña, ya en los años 70, las victorias parciales de Julio Jiménez (5), Miguel Poblet (3), Fernando Manzaneque (3), Vicente López Carril (3), Bernardo Ruiz (2), José Manuel Fuente (2), José Pérez Francés… Una larga lista que comenzó el 9 de julio de 1929 con un valenciano llamado Salvador Cardona. Veinte años después de que José María Javierre, natural de Jaca, lograra ser el primer participante español en la prueba francesa. Cardona lo hizo a lo grande, en una etapa que iba de Bayona a Luchon, con 365 kilómetros y los temibles Aubisque y Tourmalet de por medio. Terminó por delante de Fontan, su jefe de filas, y del belga Dewaele. Nacido en Alfahuir, tenía entonces 28 años y era un desconocido en España porque no había participado en ninguna carrera de nuestro país. Al no cumplir con el Servicio Militar, no podía correr aquí ya que estaba declarado prófugo. Terminó cuarto en la general. Rozó un podio que conquistó Bernardo Ruiz. El oriolano logró, en 1952, ser el primer ciclista español en conseguirlo. El italiano Fausto Coppi llegó de amarillo a París en esa edición.
En cuanto a los triunfos absolutos, el camino lo abrió, Federico Martín Bahamontes, primero en el Tour de Francia de 1959. El “Águila de Toledo”, que corrió con la Selección Española, confesó en el Parque de los Príncipes, con el maillot amarillo ya en propiedad, que el Tour “es la carrera más fácil que he corrido, más fácil que la Vuelta a Cataluña o la Vuelta a España. Es, probablemente, la carrera más fácil en la que he participado; ni siquiera me he cansado”. La victoria resultó de tal dimensión que Alfredo Rueda compuso un pasodoble en honor al toledano. Bahamontes visitaría, más adelante, el pódium del Tour, siendo segundo en el año 63, detrás de Anquetil, y tercero en el 64, esta vez siguiéndola estela de Anquetil y Poulidor.
Lo que quedó claro con el paso del tiempo es que ganar la carrera francesa no era tan fácil como decía el corredor castellano, ya que hubo que esperar hasta 1973 para ver triunfar de nuevo a otro español. En esta ocasión, la gloria correspondió a Luis Ocaña. El conquense lo conquistó en 1973, tras sumar el triunfo en seis etapas y llevar el maillot amarillo desde la séptima hasta la meta en la capital gala. Sin embargo, su leyenda comenzó dos años antes en la cima de Orciéres Merlette cuando se enfundó el maillot amarillo tras destrozar al todopoderoso Eddy Merckx. Un Ocaña desatado entró en la meta como vencedor y nuevo maillot amarillo. Aventajó en 5 minutos y 52 segundos a Van Impe y en 8 minutos y 42 segundos a Merckx, segundo y tercero. La organización tuvo que aumentar los tiempos de llegada del 12 al 15 por ciento, ya que de lo contrario se habrían quedado en carrera solo los primeros 38 corredores clasificados.
Ocaña se vistió de amarillo con margen para soñar con llegar a París como vencedor. Zoetemelk se quedó a 8 minutos y 43 segundos, Van Impe a 9 minutos y 20 segundos y Merckx a 9 minutos y 46 segundos. Muchos pensaron que la carrera había terminado y que Luis Ocaña sería el sucesor de Merckx en el palmarés, pero tres días después, en la decimocuarta etapa entre Revel y Luchon, y bajando el Col de Menté, la mala suerte volvió a visitar al español. Una terrible caída le quitó el maillot amarillo y el sueño de París. Eddy Merckx continuó el reinado.
Dos terceros puestos de José Manuel Fuente (1973) y de Vicente López Carril (1974) dieron paso a la travesía del desierto de los españoles en el Tour. Un largo camino en la sombra que rompió el Reynolds de José Miguel Echávarri y más concretamente Ángel Arroyo con la mencionada segunda plaza que abrió el camino a Perico Delgado y Miguel Indurain. El segoviano lo consiguió en 1988 como paso previo a los cinco triunfos consecutivos de navarro de Villava, que dejaron a todo un país sin siesta en el mes de julio. En septiembre de 1990, Miguel Indurain era una de las grandes promesas del ciclismo mundial, aunque Erik Breukink y Gianni Bugno parecían estar en otra dimensión. Sin embargo, el mocetón navarro ya había dado señales, venciendo a Lemond en Luz Ardiden y volando hacia el Boulevard Donostiarra en la Clásica de San Sebastián. Aquel recordado día, en Val Louron, murió un ciclismo, nació otro, junto a Claudio Chiappucci no sólo comenzó a brillar una estrella nacida en Navarra sino que también de golpe y porrazo los años ochenta acabaron esa jornada de 1991. Perico y Lemond estaban ya sin gas. ¿Fignon? A su bola y poniendo zancadillas a compañero, por muy líder que fuese. Los colombianos Lucho Herrera y Fabio Parra apagados. Roche en Irlanda, Bernard gregario, Rooks y Theunisse perdidos en el laberinto. ¿Y los franceses? Viviendo su maldición de no poder ser profetas en su tierra. Miguel Indurain nos brindó cinco años memorables.
Tras el bueno de Miguelón en la época moderna hubo tres ganadores españoles del Tour de Francia. Abrió la cuenta Óscar Pereiro en 2006, tras descalificación por dopaje de Floyd Landis. Alberto Contador lo ganó dos veces, 2007 y 2009, y Carlos Sastre, en 2008.
¿Juan Ayuso será el próximo? El alicantino será el nuevo Ángel Arroyo que abra el camino de nuevo al ciclismo español y que permita ver a un corredor nacido al sur de los Pirineos en lo más alto del podio de los Campos Elíseos vestido de amarillo tras unas años de zozobra. En la edición de 2023 no tomará la salida en Bilbao, pero el futuro es suyo y así lo ha demostrado en el Tour de Suiza ganando incluso una contrarreloj a Renco Evenepoel, vencedor en la última Vuelta a España.
Texto: Julián Palomar
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