A  la vera de un pasillo. En ese lugar donde el espacio y el tiempo no sabe de fórmulas, está mi asiento en este Ave que me conecta a un Sur sin el cual , como mi mar, soy incapaz de vivir.

En las entrañas de una oruga gigante, una suerte de procesionaria que alberga en su vientre despedidas y reencuentros, va este Ave con su cara de cóndor abriéndose paso por los campos marrones,  buscando un andén donde descansar y hacer lo que mas le gusta a este pájaro: contemplar tanto los sufrimientos y anhelos por pisar otro suelo, como las lágrimas del «te echo de menos».

Cable de luces. Túnel entre vidas. Pasadizo por el que llegas a otra ciudad con tus cosas y con lo tuyo. Tus sinsabores, miedos y rencores. En el tren se quedan algunos de nuestros roles profesionales, familiares y tantas veces sentimentales de una media naranja de un zumo que vaya usted a saber cómo anda de acidez.

El Ave es lo mas parecido a la teletransportación que nuestras primitivas mentes son capaces de imaginar. Aunque nunca la imaginamos con tantos viajeros.

He cogido querencia a este tren. Me gusta sentarme con mis amigas a su mesa y disfrutar de lo vivido y lo que está por vivir. Pero, sobre todo, disfruto hacer el trayecto sola. Y es que el Ave me regala siempre un tiempo libre de reproches y culpas por una inactividad llevándome como siempre he soñado la vida, hacia adelante. El mundo sigue moviéndose. Tú, descansa.

Pepa Gea es Periodista y Comunicadora en Onda Cero