Malaka fenicia y púnica que desafió al Imperio Romano, quien tras conquistarla la hizo principal población de la Hispania Ulterior y tan sólo cambió una letra de su nombre para denominarla Malaca. De ahí a su denominación árabe, Malaqui, y por fin Málaga.

Estrabón decía de Málaga que era la “princesa entre las demás de esta costa”. La milenaria Málaga tiene mil y una maravilla que ofrecer al visitante, con tan sólo perderse por sus calles, ya sean sus amplios paseos, o las estrechas calles que rodean la magnífica catedral, considerada una de las principales joyas renacentistas de Andalucía, y por añadidura de España, o que decir de la famosísima calle Larios, pero si hay un símbolo muy especial de esta población es su Alcazaba, su “ciudadela” situada al pie del Gibralfaro, desde donde el Mediterráneo azul se puede observar en toda su extensión y belleza.

Curiosamente, los restos de un teatro romano rinden homenaje a esta construcción, mitad palaciega, mitad militar, demostrando la existencia de un maridaje entre las diferentes culturas que por este lugar han pasado a lo largo de su historia.

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Torres, murallas almenadas… Construidas sobre una anterior fortificación que tuvo su origen en la fundación de la población por los fenicios, está unida a la antigua medina malacitana, y al castillo del Gibralfaro, edificación principal de defensa de Málaga, que se unía a la Alcazaba a través de un pasillo resguardado por murallas.

Y ya que mencionamos el Castillo del Gibralfaro, convendrá hacer un alto en el camino para comentar que fue en el año 1340 cuando Jabal Faruk se fijó en un viejo faro que había en la cumbre del monte rodeado por un muro y decidió hacerlo fortaleza de murallas impresionantes, con dos líneas de  murallas y ocho torreones. Pero… no nos desviemos de nuestro tema central, de nuestra mágica Alcazaba.

El recorrido

Se entra en el recinto árabe, construido entre los años 1057 y 1063, por la Puerta de las Columnas, a través de una rampa que termina en el Arco del Cristo. De allí, el visitante se encuentra con la Plaza de Armas, dejando a la vista la Torre de la Vela.

Por fin, siempre hacia arriba, hacia el monte del Gifralfaro se accede al último recinto a través del Puente de los Arcos. Ahí, en la parte superior están los palacios, el taifal y el nazarí, parte de la historia musulmana de la ciudad, que en su momento pudo competir en importancia e interés con Granada y Córdoba, y que también planteó una fuerte defensa contra el avance cristiano.

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A esta planta palaciega sólo se accede por la Torre de los Cuartos de Granada, más conocida como la Puerta de los Siete Arcos. El Patio de los Naranjos, los jardines palaciegos, sus techos, sus estucos…complemento de una obra maravillosa. Si se tiene la suerte de estar sólo en alguna de estas salas, se puede escuchar la historia que cuentan. Desde allí se puede tener una amplia visión de Málaga y de su entorno marítimo, reconociendo la unión que hay entre un mar azul y un cielo del mismo color, que acompaña y contrasta con el color de las piedras de la Alcazaba.

Teatro romano

Abajo queda el teatro romano el recuerdo de Malaca. Unos restos que demuestran lo importante que fue la presencia de esa cultura en el sur de España. De mediana dimensión, la parte que se conserva muestra una decoración de grandes losas de mármol, y se supone que el conjunto escénico contaría con una fachada ornamental decorada con columnas y esculturas, de las que se han recuperado algunas.

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Pero… aprovechen la visita y recorran la zona antigua, las calles estrechas que rodean la catedral, donde tomarse unos vinos y unas tapas; y si quieren tipismo sin igual, hay un restaurante por la zona de El Palo y el Rincón de la Victoria, que “subasta la comida”, no les doy más pista, tan sólo que tiene que ver con la tinta su nombre.

El sol desaparece en el horizonte y la noche llega cargada de su misticismo y misterio, envolviendo la ciudad, que comienza a lucir otras galas diferentes que aprovechar con una visita distinta, pero igualmente impresionante e imprescindible.

Estrabón tenía razón, Málaga, de día, de noche, al alba o al atardecer, es una princesa entre las otras poblaciones de la costa mediterránea del sur. Aprovechen…

J. Felipe Alonso es  Periodista y Escritor, estudioso de leyendas y costumbres.

Fotografía portada: Kristoffer Trolle / Visualhunt.

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