Hay ciudades que poseen un carácter especial, una mística, una profundidad que nace de su existencia milenaria a la que se han sumado una serie de sentimientos que afloran por sus calles, edificios y monumentos. Hay ciudades donde lo mejor que se puede hacer es escuchar hablar a las piedras, y sobre todo, hacer caso al sonido del silencio.
Avila, la milenaria, la que conserva tradiciones, leyendas, milagros. La que es escaparate de la vida de santos peculiares de la Iglesia por su espíritu inconformista y decidido, Santa Teresa de Jesús, o San Juan de la Cruz, la que ofrece un viaje al pasado sin olvidar su futuro. Aquella en la que recorrer sus calles del casco antiguo, de ese trazado muy unido a la arquitectura romana, es una forma de imbuirse en ese conocer, en ese sentimiento, en esa sensación que poder escuchar el sonido del silencio porque gente por sus calles hay; turistas, muchos, tiendas, restaurantes, bares…, Y sin embargo todos parecen guardar un singular respeto, no se escucha algarabía, no hay una voz más alta que la otra.
Rodeando el casco viejo está la muralla medieval, construida sobre las anteriores defensas romanas, visigodas y árabes, que se alzó, tal y como la vemos en la actualidad entre los siglos XI y XIV. Es una de sus señas de identidad. A nivel arquitectónico la principal, dado que se trata de la muralla mejor conservada de España. Cuenta con un perímetro de 2.561 metros de longitud, por los que se distribuyen hasta 88 torres de planta semicircular, con 2.500 almenas, y un espesor en sus lienzos de hasta 3 metros. La altura media es de 12 metros y se pueden atravesar gracia a nueve puertas que comunican lo moderno con los sagrado, con lo místico, con lo que fue y se mantiene siendo.
Llegar a Avila y contemplar la muralla, dejar que el corazón lo asimile es una experiencia grata ante lo que se va a poder admirar a continuación, cuando se recorra una parte del perímetro por el Paseo del Rastro, extramuros, donde se hacía la venta de diversos productos, entre ellos la carne, antes de atravesar cualquiera de sus puertas y darse de frente con alguno de sus más de 60 monumentos, iglesias, palacios, conventos…
Ávila clásica
Pero un consejo, antes de dar ese paseo es conveniente llegar hasta el Humilladero de los Cuatro Postes, situado al noroeste de la ciudad, extramuros, desde donde hay una perspectiva que complementa la primera sensación y permite tener una visión definitiva de la población.
Nos adentramos en la ciudad monumental, en la Avila clásica, en donde las piedras son las que mandan, donde se nota la mano de los místicos, de las tradiciones religiosas, y donde, como ya he dicho antes varias veces, manda el sonido del silencio.
La visita se debe hacer con tranquilidad, con calma, y saber que en un día no se puede conocer la grandeza de esta población, pero… tan sólo una simple relación de los principales lugares que son imprescindibles, donde se mezcla el románico con el gótico, el palaciego con el ancestral, en una exaltación de estilos arquitectónicos de todos los tiempos.
La catedral del Salvador, construida entre los siglos XII y XV, que sirvió en otros tiempos de defensa de la ciudad gracias a su cabecera fortificada, y cuyo cimorro está montado sobre la propia muralla. Hay que dejarse llevar por su interior y admirar todas sus capillas, su altar mayor… Se considera la primera catedral gótica construida en España.
La Iglesia de San Pedro, románica, que está fuera del recinto amurallado pero prácticamente pegada al mismo. Ocupa un lugar de privilegio en la plaza del Mercado, a la que se accede por la Puerta de El Alcázar.
El Real Monasterio de Santo Tomás, convento dominico de finales del siglo XV. El Convento de San José, el primero que fundó Santa Teresa, y al que se conserva como punto de partida de la reforma teresiana. El de la Encarnación, o la Iglesia de Santiago; la de San Nicolás, de San Juan Bautista… Y que decir de las obras civiles, de los palacios, de las casonas…
Pero no sólo hay iglesias, conventos y monasterios que visitar. Distribuidos por la zona alta del interior de la muralla se puede disfrutar de recintos como el palacio episcopal del Rey Niño; el de los Lesquines; el de los Rengifos, el de los Dávila y sin olvidarnos del Torreón de los Guzmanes…
No se puede hablar de todos y cada uno en este breve comentario de lo que ofrece Avila que tan sólo intentar remover el gusanillo de todo aquel que quiera conocer un lugar diferente, especial, donde se une la historia y la mística, la tradición y la esencia de un país.
Una historia abulense
Aunque no quiero acabar esta serie de reflexiones “abulenses” sin contarles un hecho, mitad historia, mitad leyenda que demuestra el carácter de las mujeres que habitaron y habitan la población, y que en el pasado dejaron buena muestra de su capacidad de decisión y fuerza de voluntad. Y conste que no sólo me estoy refiriendo a Santa Teresa.
Nos encontramos en el siglo XI, las tropas que había en Ávila abandonan la ciudad para dirigirse a combatir contra la penetración musulmana en el Puero de Menga, y tras los muros sólo quedan mujeres, niños y viejos. Los árabes al conocer la situación deciden atacar la población, pero cual será su sorpresa cuando se encuentran con una defensa inesperada. La esposa del alcaide, Ximena Blazquez ha reunido a todas las mujeres, las ha vestido con ropas de hombre, de soldados, y con teas encendidas han ocupado las almenas de la murallas, dejándose ver y gritando contra los atacantes como si se tratasen de verdaderos soldados. Los musulmanes entienden que ha sido una trampa y que se pueden ver cercados por los que salieron y los que se quedaron dentro, abandonando el ataque.
Tan sólo es una muestra del gen, del carácter que impregna Avila en sus gentes. Ahora sólo queda disfrutar, aproximarse a las piedras y escuchar. Ellas son las que les van a contar, a señalar que camino elegir para visitar una ciudad Patrimonio de la Humanidad.
J. Felipe Alonso es Periodista y Escritor, estudioso de leyendas y costumbres.
Fotografía portada: Quick Shot Photos / VisualHunt
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