Al pisar el andén nuestro corazón responde con la caballería del entusiasmo. El Expreso de la Nostalgia vuelve a circular con una complicidad inmediata, somos lo que escuchamos. Nostálgicos al tren, para celebrar el centenario de Nat King Cole.
El primer movimiento del tren ya presagia el viaje hacia Chicago. Nada más abandonar la estación, su voz brota en estado de gracia con suma facilidad. Su discografía revela que su carrera es aún más admirable de lo que sabíamos. Nos adentramos en tierra ignota. En contra de lo que se suele creer, este virtuoso del piano nunca renunció al jazz.
Su identidad musical es compleja y no puede ser delimitada con facilidad. Los minutos de silencio no están permitidos, a pesar de las pulsiones jazzísticas, en el interior del este expreso con voz propia donde no se agota el talento.
Su legendaria versatilidad le lleva al primer plano, tras el ocaso de las big band, para convertirse en estrella absoluta de la canción al grabar.
Los circuitos de la memoria imponen que la nostalgia esté de guardia. El viaje se convierte en un trayecto de hechizos y alquimias. Dicen que hay que recordar con alegría. Los automatismos se mantienen frescos mientras los clichés musicales se amontonan.
Dinámico pionero y precursor del firmamento “crooner”, rubrica canciones de extraordinaria plasticidad vocal. Un estado de trance rítmico y de ánimo musical nos invade.
No debemos olvidar que corremos el riesgo de incurrir en prejuicios y descuidos si obviamos algunos temas. Y como todo no es cuestión de encubrirse en la coartada del centenario, el fantasma reaparece en ruta con sus ligeras cadenas.
Estrella de modestia genuina, no pocas veces, enmascarada en sus legendarias interpretaciones. Su cercanía al jazz gracias a su técnica pianística comienza a distanciarse tras sus primeros éxitos. El recuerdo se debate contra el insalvable muro de la nostalgia que se nutre de apoteósicas canciones.
Como en otros casos, de éxito masivo, también tuvo su protagonismo en el torrente catódico de los shows de la televisión americana de los cincuenta.
Canciones de lenta combustión que permanecen en nuestra discoteca sin ser inflamadas por el olvido. El viaje se convierte en la coartada perfecta para recordar aquellos éxitos.
No es necesario buscarse coartadas para jerarquizar la importancia de ciertas canciones. Temas que después de sesenta años siguen siendo himnos mientras la médula musical se sacude particularmente con descargas nostálgicas del corazón. El recuerdo lo ejercemos en régimen de concesión familiar.
Sincronizando diferentes registros, puso los cimientos de su planetaria carrera con una identidad común. En el recorrido se limitan los arrebatos imprescindibles, pero en todo viaje musical siempre ocurren cosas como saborear su último éxito.
Con el propósito que el recuerdo no sea monopolizado por los temas en inglés nos acercamos a sus interpretaciones en español. No resulta difícil reconocer ciertas canciones mientras percibimos una suerte de lentitud en nuestros movimientos.
Interpretaciones sin enmienda que han apuntalado los gustos musicales de varias generaciones. El pasado se vuelve presente y como un guiño a los acontecimientos cargados de emotividad escuchamos.
La idea que en el nombre de la nostalgia puede escucharse cualquier canción tiene, aquí, carácter de convicción. Seguimos sus instrucciones al pie de la letra.
En el interior del Expreso de la Nostalgia se repite un mismo ruego. Los viajeros saben lo que quieren y están dispuestos a escuchar algo diferente.
El corazón late al escuchar sus fraseos en español magistralmente imperfectos.
Se presume un trayecto romántico y concluyente, pero no se adivina cual es la canción favorita del repertorio de interpretaciones inmortales que nos acompañan. Aunque nadie nos advierte, la nostalgia vive en nosotros bajo la forma de boleros eternos venidos del más allá.
Al abrigo del centenario la memoria está más viva. Y no existe mejor lugar que el Expreso de la Nostalgia para volver a escuchar…
Dejamos a la nostalgia vagar como una exploradora en busca del recuerdo entre una constelación de temas. Una ecuación más del debe artístico y el haber musical de nuestro ilustre viajero que nos lleva en el pasado más inmediato a realizar una parada en la Habana.
Hasta México unge a nuestro protagonista como timonel de su planetaria carrera. Aunque la especificidad de esta ranchera puede relajar sus posiciones.
Sus mágicas interpretaciones desheredaban de cualquier protagonismo a los autores de inmortales canciones. Baste un ejemplo.
De entre los grandes talentos e intérpretes del bolero destaca su singular peripecia vocal que lo sitúa en un plano artístico original y único.
No hay que recurrir a sesudos debates. El recuerdo está abierto de par en par. Los verdaderos instintos de cantar a coro no tardan en aflorar.
Lo que se divisa al fondo es la estación término del silencio. Los contrabajos del recuerdo percuten en la sincronía de la nostalgia musical. Nadie sabe cómo, pero nos sujetamos a los hilos del tiempo sostenido por las agujas del reloj que marca la hora final del viaje. Obren en consecuencia. Y saquen un billete para un nuevo trayecto donde el destino es una apuesta segura por la música eterna. Permanezcan atentos. Próxima estación: Continuará.
Tino Carranava es Periodista / @tinocarranava
Fotomontaje locomotora: Amparo Domingo / Manuel Magán
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