La ciudad de León, capital de un importante reino medieval, alberga un rico patrimonio histórico y artístico, al frente del cual se alza la hermosa catedral gótica de Santa María de Regla y sus célebres vidrieras multicolores. Lo que quizá muchas personas ignoran es la diversidad de paisajes que atesora esta provincia única. León alberga en su territorio siete reservas de la biosfera, siete perlas, que la convierten en el espacio con mayor concentración de este tipo de zonas en el mundo. La provincia cuenta con más espacios declarados que Portugal, Suiza, Irlanda o Inglaterra y la sitúan como destino ineludible para los amantes de la naturaleza.

En el mundo existen más de 650 reservas de la Biosfera. En 2016, España alcanzó 48 Reservas de la Biosfera, lo que la sitúa a la cabeza mundial en este particular ránking, junto con Estados Unidos.

Las Reservas de Biosfera son áreas designadas por la UNESCO, en el contexto del Programa MAB (el Hombre y la Biosfera), que se inició en 1974, con el objetivo de ensayar formas de armonizar la conservación de los recursos naturales con el bienestar de las comunidades humanas. Se trata de territorios cuyo objetivo es armonizar la conservación de la diversidad biológica y cultural y el desarrollo económico y social a través de la relación de las personas con la naturaleza. Se establecen sobre zonas ecológicamente representativas o de valor único, en ambientes terrestres, costeros y marinos, en las cuales la integración de la población humana y sus actividades con la conservación son esenciales.

La provincia, un paraíso para los amantes de la naturaleza, concentra más reservas naturales que ningún otro lugar del mundo.

León concentra siete de las ocho reservas de la comunidad de Castilla y León, lo que la convierte en una provincia privilegiada. Todas ellas se encuentran en la Cordillera Cantábrica que, atraviesa, como un inmenso espinazo, todo el norte de la provincia, desde los límites con Galicia,  hasta la frontera con Cantabria. Pese a su cercanía, cada uno de estos espacios conserva su personalidad y sus peculiaridades. En todas estas comarcas encontraremos pueblecitos de postal, un ritmo de vida sosegado, impresionantes bosques, ríos y arroyos de agua cristalina, aire puro y belleza por todos los rincones. En las brañas veremos los impresionantes mastines leoneses que protegen los rebaños y en la mesa nos podemos deleitar con los productos de esta tierra: sabrosas carnes, embutidos y quesos.

Si viajamos de oeste a este, encontramos en primer lugar los Ancares Leoneses, una zona históricamente olvidada y mal comunicada, situada en el límite provincial, en la comarca de El Bierzo. Aquí podemos descubrir maravillas de otra época, como las pallozas, con sus tradicionales techos de paja, unas construcciones que nos devuelven a tiempos remotos y recuerdan las aldeas de los cómics de Astérix y Obélix.

A continuación se encuentra Laciana, el Valle de la Libertad, una comarca vinculada a la minería del carbón, hoy en declive, declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco por sus valores naturales y la presencia en sus bosques de especies animales tan escasas y amenazadas como el urogallo o el oso pardo. En los bosques de Rioscuro se pueden ver tejos milenarios que se encuentran entre los más longevos de Europa.

Le sigue Babia, una comarca de resonancias míticas, famosa por ser la cuna de Babieca, el caballo del Cid, y por la expresión popular “estar en Babia”. Este dicho tiene varias explicaciones. Una de ellas procede de que Babia era el lugar donde los reyes de León pasaban sus vacaciones medievales, dedicados a la caza. Cuando alguien preguntaba en la corte por el soberano, siempre obtenía la misma respuesta: “Está en Babia”. Otra, más poética, dice que cuando los pastores trashumantes llevaban sus rebaños a Extremadura, no era raro que alguno de ellos se quedase embobado recordando a la novia o la mujer que quedó atrás. Si alguien preguntaba por la razón de aquel estado de ensimismamiento, sus compañeros lo excusaban: “Déjalo, está en Babia”. En esta comarca se encuentra uno de los picos más altos de León, Peña Ubiña, de 2.414 metros de altura.

Después vienen los valles de Omaña y Luna. El río Luna, famoso por sus aguas limpias y sus truchas. En los pueblos podemos encontrar todavía casas solariegas, molinos, ermitas o fortificaciones, como elementos del patrimonio de este territorio.

Seguidamente encontramos la reserva del Alto Bernesga, donde se puede disfrutar de bosques y roquedos entre hermosas montañas y valles de yerba verde, donde sus moradores tradicionalmente se dedicaban a la ganadería. El faedo (hayedo) de Ciñera atrae cada año a más visitantes hasta este pequeño, pero mágico rincón.

La reserva de los Argüellos está situada en la comarca de la Montaña Central de León, en la cabecera de los ríos Torío y Curueño, que se abren paso a través de unas hoces excavadas en la montaña. Dentro de este espacio natural se encuentran las Cuevas de Valporquero, donde las corrientes fluviales subterráneas han excavado impresionantes galerías, formando lagos interiores y llenándola de estalactitas, estalagmitas, columnas, coladas y mantos. Estas cuevas se pueden visitar durante gran parte del año.

Por último nos encontramos con los Picos de Europa, un Parque Nacional que comparte León con Asturias y Cantabria). Está considerada una de las mejores reservas mundiales de los ecosistemas ligados al bosque atlántico e incluye la mayor formación caliza de la Europa Atlántica. A la belleza de sus cumbres se suma su riqueza faunística excepcional, ya que acoge a toda la fauna cantábrica, incluido el oso. La ruta del Cares, entre Caín y Poncebos, ya en Asturias, es un camino que ningún senderista se puede perder. Muy cerca se encuentra el nuevo Riaño. El antiguo pueblo fue demolido en 1987 y sus restos se encuentran sumergidos bajo las aguas del pantano del río Esla, al igual que otros ocho pueblos y un hermoso valle. Pero eso ya pertenece a otra historia.

Javier Tascón es Periodista