En los inexplorados Ancares, un territorio tan fascinante como desconocido, cuajado de valles y montañas y hábitat de lobos y osos, el tiempo se detuvo hace cientos de años. En Los Ancares se funden valles intrincados, montañas que casi alcanzan los 2.000 metros, y bosques de densos robledales y castañares centenarios. Este inexplorado territorio del reino de León está salpicado de pequeñas villas que, debido a los caprichos de la orografía, quedaron perdidas entre los surcos del tiempo. Los Ancares son esencia destilada por los pueblos celtas, y un retiro abierto y cerrado al mismo tiempo. Esta región, difícil de recorrer, pero sorprendentemente mágica, es un destino ideal para apuntar en viajes pendientes.

Castaños en Los Ancares

En esta tierra basta con tomar cualquier sinuosa vía para alcanzar rincones de capricho. Otra ruta maravillosa es la ascensión al casi inexplorado pico Campanario (rebautizado oficialmente como Dos Hermanitos), con visita también al desconocido lago glaciar que hay próxima a la cumbre. Esta ruta es ideal para aquéllos que buscan un pico imponente y unos paisajes impresionantes. Y por suerte, viajar hoy a Los Ancares no es lo mismo que hace 20 años.  Cuenta con señales que ayudan a no perderse, y con acogedoras casas rurales que brindan la experiencia de una noche a la lumbre en territorio de osos y pallozas. Porque la población de osos se va recuperando en este esquinazo de bosques profundos donde llegaron a estar casi extinguidos.

Pereda de Ancares en tren

Reserva de la Biosfera por la Unesco

Los Ancares se expanden al norte de León, entre Galicia y Asturias. Y son tan bellos que sus casi 60 000 hectáreas han sido declaradas Reserva de la Biosfera por la Unesco. Este territorio extraordinario destaca por su patrimonio natural, con montañas de morfología glaciar y fluvial, valles frondosos, y sobre todo por el castaño, su árbol más representativo y con gran arraigo entre su población. Y, además, posee un patrimonio cultural que abarca desde pinturas rupestres de la Edad del Bronce, a las minas de oro romanas, y a monasterios y colegiatas medievales. Ancares proviene del latín ancora ae, que significa último refugio, y hace referencia al lugar en que los astures, huyendo, fueron acorralados y, derrotados en el año 25 a. de C. por el legado romano Publio Carisio.

Aldeas de cuento en Ancares

Aldeas de cuento en Ancares

Aislados durante siglos, su único camino, las pistas forestales, dieron paso a carreteras de increíbles paisajes. El alma de Ancares se filtra a través de su paisaje de montaña, en sus frondosos valles de castaños centenarios, y en sus bosques de robles, acebos y madroños. Estas montañas son refugio de lobos y osos, que, junto a ciervos, cabras montesas, rebecos, águilas y buitres, forman una generosa reserva faunística. Ancares es una tierra enigmática de arraigadas tradiciones que han perdurado hasta nuestros días por el aislamiento que produjo sus difíciles vías de comunicación. Costumbres y tradiciones como los magostos otoñales, la molienda, o la fabricación artesana de pan, son usos cotidianos en la actualidad. En Ancares la gran mayoría de pueblos y aldeas se asientan cerca de antiguos castros, y sus casas están construidas de piedra y pizarra para soportar la dureza del invierno, que los dejaba aislados por las enormes nevadas. Estas construcciones, concebidas para el trabajo agrícola y ganadero, tienen su origen en las pallozas. En Ancares, las pequeñas iglesias, los molinos y las herrerías que se dispersan por todo el valle son una delicia.

Puente Romano Vega de Espinadera

De Vega de Espinareda a Candín

Uno de los dos puntos de entrada a Ancares, es Vega de Espinareda. Este es uno de los municipios más extensos de la zona, con magnífica naturaleza en la que destaca su sensacional piscina fluvial, presidida por un magnífico puente romano. Aquí está la abadía de San Andrés, un antiguo señorío eclesiástico del siglo X, un interesante barrio viejo, y la llamada Fuente de la Vida, que lleva manando agua durante siglos. Muy cerca de San Andrés se sitúa la ermita de Nuestra Señora del Espino, a cuyo alrededor se celebran unas concurridas ferias los días 1 y 15 de cada mes. En ellas, además de con ganado, se mercadea con muchos y variados productos artesanales y gastronómicos, entre ellos, el pulpo. También es famosa la feria del día 1 de enero, con pulpada para los asistentes, y muy concurrida la romería que tiene lugar aquí el 15 de agosto. Candín, donde se conservan restos de explotaciones auríferas de época romana, ofrece una tranquila estampa, ideal para realizar senderismo por sus alrededores

Turismo rutas tren Los Ancares

Las casi olvidadas Pereda de Ancares, y Tejedo de Ancares

Si existen aldeas desconocidas pero llenas de encanto, esas están en Ancares. El mejor ejemplo es Pereda de Ancares, donde todavía hay teitadores, el oficio de techar las pallozas con paja. Un bello ejemplo lo encontramos en Pereda de Ancares, donde en cada rincón se palpa la arquitectura tradicional, y donde se puede visitar una palloza original. En Pereda es obligatorio detenerse a disfrutar con su gastronomía, que supone un auténtico placer. Aquí, sin señalización que lo indique, basta preguntar por la Palloza del Señor Antonio para llegar a ella. Aunque siempre es conveniente llamar con antelación para concertar la cita en el 626 720 289. Octavio, el hijo del señor Antonio, enseña ahora la casa de sus antepasados, una vivienda de planta casi rectangular y dos entradas: una, la que mira al sur, para las personas, y la otra, que da al este, para los animales, vacas y cerdos. Pero al final, todos convivían bajo un mismo techo, de paja, separados en pequeños recintos.

Palloza en Los Ancares

Más adelante se encuentra Tejedo de Ancares, donde las viviendas casi se mimetizan con la naturaleza. Tejedo, que es zona truchera, está rodeado de castaños, robles y olmos, por lo que en primavera se convierte en una sinfonía de color. Tejedo de Ancares es un típico pueblo ancarés, a unos mil metros de altitud, en la cabecera del valle de Ancares, en pleno corazón de la Reserva de la Biosfera de los Ancares. Sus montañas moldeadas por la última glaciación, y sus bosques, configuran todo ello un paisaje fantástico. Y visitar uno de los pocos molinos hidráulicos medievales en pleno funcionamiento que quedan, resulta obligatorio. Su nombre en lengua ancaresa es “Teixeu”, que significa sitio poblado de tejos. Cualquier época del año es ideal para disfrutar de la magia de Tejedo de Ancares, y su sinfín de rutas. La casi obligada es la ascensión del pico Miravalles a través del monte Bostabel, siguiendo por el mítico bosque de acebos del monte Acebal para llegar a la braña Brutieira, y desde allí acometer la subida al pico de Miravalles. Otra ruta maravillosa ascensión es la que llega al casi inexplorado pico Campanario para visitar el lago glaciar que hay próximo a la cumbre.

Castaños en Los Ancares

Astérix y Obélix en Balouta, y la antigua Ambasaguas

En medio de Ancares, entre sus montañas y sus valles se esconde Balouta, que recuerda a aldea gala de Astérix y Obélix. Balouta conserva gran cantidad de pallozas en buen estado, la prueba de un pasado estrechamente emparentado con la cultura celta. A pesar de los siglos apenas ha evolucionado la manera de construir las casas, muy semejante a la que se encuentra en los abundantes castros prehistóricos diseminados por este amplio territorio. Aquí cuentan que hasta los años 70 del pasado siglo, los lobos bajaban hasta el pueblo, y los osos daban buena cuenta de las colmenas. Muy cerca está Suárbol, la antigua Ambasaguas, porque aquí se unían dos ríos. Cuenta la leyenda que en el siglo XIV apareció la Virgen bajo un árbol, y que por eso le cambiaron el nombre al pueblo, que desde entonces paso a llamarse Suárbol. Aquí estuvo la palloza más grande del Bierzo conocida como la Gran palloza de Suárbol, que ardió en 1957, y hoy solo queda el solar donde se levantaba. Su iglesia parroquial es Bien de Interés Cultural, y conserva la Calzada romana que unía las minas de oro de asturianas con las del Bierzo. Sin duda, Los Ancares supone la escapada ideal, el momento de comunicación con la naturaleza en un paisaje cuajado de emociones y placeres.

Texto y Fotografías: Irene González es Periodista y Fotógrafa @gys_com GsComunicacion

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