La luz entra tamizada por el estor mientras escribo estas líneas. A mi lado, España va mostrando, paisaje a paisaje, toda su diversidad. Mi asiento es más cómodo de lo que quisiera para trabajar, invitando al relajo. Menos mal que nunca se me dio bien dormir en el tren.
Del verde más intenso y el relieve característico de mi tierra gallega a todos los ocres que caben en la imaginación de, entre otros, la desconocida Llanada Alavesa; cada poco necesito capturar la paleta que muestra mi país a través de las amplias ventanas del convoy. Subo el estor, saco dos imágenes, y vuelvo a mi mundo. Aquí no ha pasado nada.
Qué lujo viajar en tren. Sin sobresaltos, pudiendo desplazarse de un vagón a otro para estirar las piernas, tomarse un café mientras se ojea un periódico en su cafetería, disfrutar del dolce far niente o aprovechar el tiempo al máximo sin distracciones para poner al día la agenda, escribir, leer, ver una película. Aún pecando de poco original, pues somos legión los enamorados de este medio de transporte, declaro mi amor incondicional al ferrocarril.
Casi sin enterarme, el tren se detiene. Suben y bajan viajeros, acomodan sus equipajes y prosigue la marcha. Sin prisa, pero sin pausa. Sin aglomeraciones o alboroto como viví en India, cada vez más siguiendo el horario previsto al igual que en los países nórdicos y con todas las comodidades de, por ejemplo, los trenes austríacos. Que no se engañe el resto del mundo. Aquí no somos tan tardones, vagos, desastrados o ruidosos como nos quieren hacer creer. Y los trenes, como muchas otras cosas, dan fe de ello.
Dicen que los polos opuestos se atraen y complementan. Mi pareja y yo formamos un tandem perfecto entonces, no podemos ser más diferentes.
Cuando viajo en tren, la perfeccionista en mí escoge minuciosamente una ventana libre, en el sentido de la marcha, preferentemente con mesita, disponiéndose a no dejar escapar un minuto. Así encuentro la felicidad. Dando sentido a mis papeles y escribiendo, antes de dar paso a la lectura y la fotografía.
Él, por otro lado, ha sintetizado el proceso. Antes de partir, se pone cómodo y abre un libro. No durará mucho tiempo sin dar una cabezada. ¿Existe mejor manera de pasar el tiempo que dura el trayecto que simple y llanamente descansar?.
Ambos llegamos felices, preparados para exprimir un nuevo destino. Qué lujo viajar en tren.
Texto y Fotografías: Inma Gregorio – Viajera empedernida y blogger de viajes en A World to Travel
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