La provincia de Soria es una auténtica joya, un territorio que siempre sorprende, que sabe a poco, y del que siempre quieres conocer más.

Envuelta por La Rioja, Zaragoza, Guadalajara, Segovia y Burgos, esconde tanta naturaleza como historia y leyendas. Porque realmente Soria asombra por sus dos Parques Naturales, sus acebales, sus sabinares y sus potentes sierras.

Es, por detrás de Ávila, la segunda capital de provincia más alta sobre el nivel del mar, y también es la segunda menos poblada, después de Teruel. Ha sido territorio del mítico Cid Campeador, de Antonio Machado y de Almanzor, donde la leyenda cuenta que dejó de comer y beber hasta que murió en Medinacelli, donde fue enterrado.

De este gran y desconocido paraje recorremos caminos de templarios, de poetas, de guerreros y de monjes que anduvieron por esta potente naturaleza. Es un viaje por bosques mágicos, casi de cuento de hadas, donde viven águilas reales, halcones y reptiles, donde se esconden colosales cuevas rupestres, y donde se erigen castillos y ermitas templarias. Ucero, el Cañón del Rio Lobos, Burgo de Osma, San Esteban de Gormaz, Gormaz y Berlanga de Duero, son un recorrido de ensueño.

La magia, el misterio, en una de las mayores manchas de pino silvestre de Europa, van de la mano en Soria, un lugar para caballeros templarios que bien pudo haber sido El Reino de los Cielos.

Ucero y la Orden del Temple

Al oeste de Soria se encuentra la villa de Ucero, la entrada directa al Cañón del Río Lobos, uno de los Parques Naturales más bellos del mundo.

El señorío de Ucero perteneció en el siglo XIII a Juan García de Ucero y cuando murió, lo heredó su esposa María de Meneses, que se lo donó a Doña Violante Sánchez de Castilla, la hija ilegítima que tuvo con el rey Sancho IV de Castilla.

La pequeña Ucero no debe llegar a 100 afables habitantes con los que es un placer disfrutar de un buen rato de conversación mientras se cruza el puente que la divide, y que lleva hasta la Iglesia románica de San Juan Bautista, que guarda en su interior al Cristo de los Templarios, y a la Virgen de la Antigua.

Y muy cerca está la Posada Real Los Templarios, porque en la Edad Media Ucero fue una villa importante que llegó a tener una fábrica de chocolate, un molino y un lavadero de lanas.

En las afueras se alza su Castillo templario, construido sobre los cimientos de un antiquísimo castro celtíbero, y que ofrece una panorámica increíble de los ríos Ucero y Chico; y de parte del Cañón del Rio Lobos.

La fortaleza se sitúa en un extremo de la muralla que tiene una estructura de triple recinto, típica en los castillos templarios. Su torre del Homenaje parece un campanario, y en su interior se ven los nervios y un medallón, y tiene unas interesantes gárgolas que representan figuras humanas. Y muy cerca están las ruinas de una iglesia, que bien podría haber sido templaria.

Por el Cañón del Río Lobos y su Senda de las Gullurías

Desde Ucero se llega al Cañón del Río Lobos un impresionante paraje de más de 10.000 hectáreas, declarado Parque Natural por su extraordinaria flora y fauna. El extenso cañón se formó gracias a la intensa erosión fluvial del río Lobos, que hizo que cedieran las grutas subterráneas, y que aparecieran caprichosas zonas cóncavas teñidas de óxidos. El Cañón del Río Lobos aglutina una espectacular geología y una enorme diversidad de flora y fauna, donde destacan las especies ligadas a los cantiles rocosos.

Para adentrarnos en esta atractiva zona de Río Lobos nos perdemos por la Senda de Las Gullurías, que comienza en la Casa del Parque, y en una subida con gran pendiente.

Una vez superado el ascenso se empieza a percibir el fantástico aroma a espliego, a tomillo y a salvia del que se nutren las abejas de las numerosas colmenas de la zona.

También se encuentran caleras, que hasta no hace mucho, se utilizaban para producir cal. El sistema era muy sencillo, se trataba de cocer piedra caliza con leña, bajo un montículo de tierra, a temperaturas superiores a los 900 grados.

Es un recorrido entre frondosos valles y la algarabía de las escandalosas chovas piquirrojas, del ruiseñor, de la abubilla, del cuco, del águila real y del halcón peregrino, y como no, de las más de 100 parejas de buitres que crían a sus polluelos entre los cortados.

Según avanza la senda se adentra en una fascinante arboleda de enebros, sabinas y pinos pudios, un territorio que parece un auténtico bosque encantado de cuento. Y siguiendo por esta mágica espesura se llega al impresionante Mirador de las Gullurías, que abre un escenario majestuoso de sierras, oteros, montañas, peñas, y cuevas. Es un paraje donde las sabinas, los pinos, enebros y encinas aglutinan todas las tonalidades inimaginables de color verde. Es el lugar ideal para hacer un alto y disfrutar de sus señoriales águilas reales, sus colosales buitres leonados, y los emblemáticos alimoches.

Más adelante, a través de un paso encajado entre la roca y el río, se llega a una espaciosa explanada donde a la izquierda se alza la Ermita de San Bartolomé, y a la derecha la Cueva Grande.

De los hombres del Bronce, y de los monjes guerreros,

Esta impactante hoz y su ermita, ubicada en mitad de este fantástico cañón, tiene un encanto especial que hechiza. El santuario de San Bartolomé, del siglo XII, era de la Orden del Temple, una de las famosas órdenes militares cristiana, y que tuvo gran importancia en la zona. Su brusca erradicación ha dado lugar a leyendas que han mantenido vivo el nombre de los caballeros templarios hasta nuestros días.

La ermita, perfectamente conservada, está llena de simbología, y con su cruz templaria y la estrella de Sion, es, sin duda, una de las más enigmáticas, esotéricas, misteriosas y bellas de las edificaciones templarias en la Península Ibérica.

A la izquierda de la Ermita está El Balconcillo, un pequeño espacio ubicado en la parte superior del espolón sobre la ermita. En El Balconcillo se asentaron los hombres de la Edad de Bronce donde dejaron grabados y pinturas rupestres. A la derecha de la ermita está la Cueva Grande, con una entrada impresionante flanqueada por enormes paredones de piedra donde siempre hay buitres que la escoltan. El interior de la Cueva tiene un tamaño colosal que sobrecoge por su magnitud y profundidad. Al fondo a la derecha se pueden ver los grabados rupestres realizados por incisión y con un interesante trazo simple único, y al parecer, en su interior, se han encontrado restos prehistóricos.

Hacia El Burgo de Osma

Y cerca del Cañón del Río Lobos se despliega El Burgo de Osma, rebosante de patrimonio y gastronomía. En El Burgo hay que transitar por su calle Mayor Porticada, la arteria que comunica dos épocas distintas, la medieval Plaza de la Catedral, y la dieciochesca Plaza Mayor.

Por la calle Mayor discurren los mesones de genuino sabor castellano, y se llega a la Catedral que sorprende por su monumentalidad. Esta gran Seo guarda, entre otras muchas joyas, el Beato de Osma del siglo XI.

También hay que perderse por su plaza Mayor, su Ayuntamiento, el Convento del Carmen, el Real Hospicio, y la Universidad de Santa Catalina del siglo XVI que hoy es un hotel balneario. Y por supuesto hay que subir al Castillo de Osma y cruzar su Puente Romano.

Y luego, San Esteban de Gormaz

Este Conjunto Histórico-Artístico es una gran opción para escapar de la rutina entre el ambiente de color, de historia y de aroma a medievo que desprenden sus calles entretejidas por los restos de su muralla.

San Esteban de Gormaz es la cuna del románico soriano, y destaca por sus dos joyas románicas; la iglesia de San Miguel y Nuestra Señora del Rivero, ambas, con soberbias galerías porticadas.

San Miguel es un tesoro románico construido en 1 081, sobre un altozano que domina toda la Ribera del Duero. Es la iglesia más antigua conservada del románico soriano, donde destaca su galería porticada, que al parecer, fue la primera construida en Soria.

Durante unas excavaciones en San Miguel se encontró una tumba medieval en la que el difunto sujetaba una cruz de doble travesaño. La pieza, del siglo XII, es de madera recubierta con cobre y sobredorado, y conserva cuatro piedras coloreadas, de las nueve que tenía en origen.

Y como no, la monumental Iglesia de Nuestra Señora del Rivero, que se construyó en el siglo XII sobre las ruinas de otro templo. En su bello interior está la venerada Virgen del Rivero, la patrona de San Esteban de Gormaz.

Y antes de dejar a localidad hay que subir al Castillo del siglo X, que controlaba el paso por el Duero. Es alargado y estrecho, con restos de aljibes y construcciones subterráneas. Y a pesar de su estado, resulta muy interesante.

La Fortaleza Califal de Gormaz, la más grande de Europa

De San Esteban de Gormaz hay que llegar hasta Gormaz para, sobre un cerro elevado, y desafiando al tiempo y al espacio, encontrar la sensacional fortaleza califal del siglo X.

Aunque resulte increíble, en esta parte del mundo se eleva la fortaleza musulmana más grande de Europa de la época medieval.

Tiene más de un kilómetro de murallas, tuvo 28 torres, y también muros de diez metros de altura. La Fortaleza Califal es el testigo mudo de muchas batallas y de las decisiones guerreras de El Cid, que fue su primer alcalde y señor. Es un lugar con una halo especial, y con unas de las puestas de sol de ensueño. Y casi a sus pies, y muy cerca del pueblo, está la eremita de San Miguel donde se han descubierto unas extraordinarias pinturas románicas del siglo XII.

Hasta la medieval Berlanga de Duero

Es comprensible que Berlanga de Duero sea conjunto Histórico Artístico porque en esta villa medieval, con edificios de adobe y entramado de madera, nos podríamos topar con grandes damas de la Edad Media saliendo de cualquier casa blasonada. Berlanga fue conquistada por Fernando I en 1059, y fue repoblada por Alfonso VI de Castilla. Y según la Crónica General de 1344, el mismísimo Cid Campeador fue alcalde de la villa durante un corto periodo de tiempo, porque el señorío de Berlanga le habría sido concedido en 1089 por Alfonso VI, como pago a sus servicios.

Y es que Berlanga se extiende a los pies del que fue otro de los castillos más espectaculares de la península, que se alza magnífico sobre un cerro. Hay que recorrer esta fortaleza en una visita de lo más apetecible para ver su torre del Homenaje, sus aljibes, sus torreones circulares, y algunas tumbas de la necrópolis de la puebla medieval.

Pasado el tiempo la villa y el castillo pasaron ser un señorito de la familia de los Tovar, y durante el siglo XVI vivió su etapa de mayor esplendor.

A los pies del castillo está el palacio de los marqueses de Berlanga del XVII, que conserva su gran fachada renacentista, ya que le palacio fue arrasado por los franceses.

Frente al palacio, en la Plaza del Mercado, se alza Fray Tomás de Berlanga, un gran explorador y gracias a sus conocimientos en cartografía, casi fue el promotor de unir ambos océanos mediante un canal en Panamá. Además, Fray Tomás es el Patrón Universal de la Dieta Mediterránea, que es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por la UNESCO.

La villa está llena de singulares casas de adobe y de madera, pero no hay iglesias románicas, algo que resulta llamativo. Y es que los marqueses de Berlanga ordenaron convertir aquellos templos en espontáneas canteras para levantar la impresionante Colegiata de Santa María del Mercado, construida en tan solo cuatro años.

Su Plaza Mayor de la localidad, porticada con pilares de madera sobre basa de piedra, es uno de las más bellos de toda la provincia. Y el Convento de las Concepcionistas, fundado en el XVI, conserva en su portada un impresionante tímpano románico.

Texto y Fotografías: Irene González es Periodista de viajes, consultora de comunicación, y fotógrafa 

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