A muchos de los que nos gusta viajar en tren, disfrutar del paisaje desde la ventanilla es hipnotizante. Me pasa como cuando me siento delante de una buena hoguera, que no puedo separar la vista de un espectáculo sencillo a la vez que relajante y mágico, soy de los que siempre quiere viajar cerca de la ventana; salvo que necesite descansar en un viaje de regreso por trabajo, es mi puesto de vigilancia preferido.
Un pueblo, una ciudad, ver cómo cambia el terreno, notar cómo el tren sube una fuerte pendiente y luego serpentea salvando desniveles; pasar ríos, ver montañas nevadas en el horizonte y sentir la distancia que el tren va recorriendo, en definitiva, sentir el camino.
Decía el poeta persa Saadi, allá por el siglo XIII que “un viajero sin observación, es como un pájaro sin alas”. Es verdad que el viajar se está perdiendo y gana por goleada el concepto transporte, donde lo importante es el origen y el destino, obviando todo lo que hay entre esos puntos, intentando que sea lo más rápido posible e indoloro. El tren permite ver nuevas ciudades, nuevas gentes y nuevos paisajes, sigue ofreciendo el viejo disfrute del viaje, para el que le guste sentarse cerca de la ventanilla a disfrutar del espectáculo.
Otro defecto confesable es observar en cada estación cómo suben y bajan personas diferentes, con sus maletas, mochilas; algunos llevan lo justo y otros no pueden con sus bultos. Cada estación es un escenario diferente con una interpretación nueva y a estrenar, el escenario cambia cada vez que el tren para y comienza la función. Cuando viajo entre Barcelona y París me encanta disfrutar de estas obras de teatro tan breves y excitantes.
Entre parada y parada hay paisajes maravillosos como el “toscano” del Empurdá, los estanques entre Perpignan y Narbonne o el intuir de los Alpes cuando el tren se aproxima a Lyon. Una vez llegamos a destino, bajar del tren en la gare de Lyon de París es el mejor escenario final. Mientras, he podido leer, trabajar, ver un capítulo de mi serie favorita… pero lo confieso, siempre con el rabillo del ojo puesto en el exterior.
Hace cinco años que los trenes gestionados por Renfe-SNCF en Cooperación comenzaron a circular entre España y Francia sin necesidad de cambiar de tren, modificar el ancho de los mismos[1] o sufrir las antiguas aduanas en frontera y control de pasaportes. Desde ese día hasta hoy, más de 4 millones de viajeros internacionales han podido sentir la sensación de cruzar la frontera a 300kms/hora y viajar entre los dos países en Alta Velocidad.
Para celebrarlo, entre el 11 y el 14 de diciembre Renfe-SNCF en Cooperación pone en marcha una promoción[2] con billetes desde 25€ para viajar a la mayoría de sus destinos en Francia.
Os invito a participar de esta sana costumbre que es viajar y seguir mirando el mundo pasar por la ventanilla de un tren.
Sergio Grandell es Responsable Comercial del mercado español de los trenes de Renfe-SNCF en Cooperación.
[1] España ha tenido de forma histórica un ancho de eje superior al ancho internacional. Antiguamente los trenes en frontera tenían que cambiar de ancho para poder usar las vías del país vecino.
[2] Ver condiciones de la promoción aquí o en Renfe-SNCF en Cooperación
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