Visitar París, la Ciudad de la Luz, del amor o de donde vienen los niños, es una experiencia inolvidable, no importa que ya hayas estado antes; tiene un yo que sé, qué se yo… y más aún, si es un viaje donde vamos dos madres y una adolescente o “aborrescente” born in the USA, dispuesta a celebrar su 18º cumpleaños en París. Era también mi sueño, pero… nada, con estas edades, es mejor olvidarlos. 

Para nuestra querida cumpleañera solo existe París porque está la Torre Eiffel y la Mona Lisa; a mi amiga (la madre de la niña), le interesan mucho las iglesias, las reliquias y los santos, como Juana de Arco; y yo, que solo con estar en París ya soy feliz, me muero por visitar el Louvre por enésima vez y algún otro museo que aún me falta conocer. Ponernos de acuerdo fue un poco difícil con unos intereses tan antagónicos, así que decidimos ir a algunos lugares juntas y a otros no, salomónica decisión. 

En resumen, de los cinco días que estuvimos, casi tres, la adolescente y su sufrida madre en la torre Eiffel, con los selfies y las velas, otro con Mona Lisa en el Louvre y el resto, pudimos ver alguna cosa más.

Algunos lugares para visitar

Hay tantos lugares, que necesitaríamos estar por lo menos un año para verlos, ¡qué exageración…! Pero es la verdad, sólo el Louvre, merece muchas visitas para no colapsar con tantas imágenes. Visitamos algunos, desde los más “habituales” o más “visitados” a otros fuera del circuito habitual de los turistas. La elección dependerá de los gustos personales de cada viajero.

Primer día: Barrio de Montmatre

El primer día empezamos en el barrio de Montmatre y con la atracción más “atracativa”: la Basílica del Sacré Coeur. Fuimos en metro hasta la estación de Anvers, es lo más cómodo y rápido para moverse en París como en cualquier otra ciudad congestionada.

Basílica del Sacré Coeur

Basílica del Sacré Coeur

La Basílica del Sacré-Coeur, es uno de los destinos más turísticos. Su fachada, de mármol blanco travertino, la hemos visto en cientos de fotografías y escenas de películas, desde las más antiguas en blanco y negro al color.

Basílica de Sacré Coeur

El balcón del Sacré Coeur

Para llegar a la Basílica tenemos que subir 197 escalones, como ya estoy mayor, cogí el funicular. Su fachada principal tiene tres arcos y está coronada por las estatuas ecuestres de Santa Juana de Arco y el rey San Luis IX, realizadas en bronce por el famoso escultor Hippolyte Jules Lefebvre, que tiene también obras en el Grand Palais y Notre Dame, entre otros espacios emblemáticos de la ciudad. En el interior de la Basílica hay una gran cúpula, sobre el crucero, de más de 80 metros de altura, mosaicos dorados que brillan, con representaciones de personajes muy nacionalistas, nuevamente Santa Juana de Arco y el Rey San Luis IX, pero el que más resalta es el que está en el ábside, el “Cristo en Majestad”, diseñado por Luc Olivier Merson, autor de los frescos del Ayuntamiento de París y del Teatro Nacional de la Opéra-Comique.

En su cripta está la reliquia del Sagrado Corazón de Cristo. Para acceder a la cúpula hay subir más de doscientos escalones, pero lo dejo para el siguiente viaje. En el campanario hay una famosa campana, la “Savoyarde” de 3 metros de diámetro y de sólo 19 toneladas. 

La rue Durantin, Montmartre

La rue Durantin, Montmartre

Después de visitar la basílica, continuamos paseando por el barrio de Montmatre, yo quería conocer más de cerca ese “Barrio de los Pintores”, la cuna del impresionismo y el hogar de Renoir, Manet, Toulouse-Lautrec, Dufy, Braque, Modigliani, Degas, Van Gogh, Picasso, Juan Gris, Dali y más figuras literarias como Joyce, Hemingway, Verlaine y Orwell.

El entorno es único igual que su arquitectura, sus calles, sus terrazas y la Plaza de Tertre, famosa por sus pintores que exponen y pintan al aire libre, obras de los más diversos temas y estilos y donde también te puedes hacer un retrato. Finalmente decidí hacerme uno, de recuerdo, no parecía yo, pero estaba guapa, lo que hay que agradecer. Alrededor de la plaza hay varios restaurantes y galerías donde exponen autores muy, muy conocidos y por qué no decirlo, muy cotizados también. Cerca de allí está el museo dedicado a Dalí, se llama L’Espace Salvador Dalí, nosotras teníamos poco tiempo y no pudimos visitarlo.

Recorriendo el barrio recordamos escenas de las muchas películas rodadas allí.  Una de las más entrañables para mí es Amelie y al pasar por la calle Lepic, donde está el “Café des Deux Moulins” recuerdas a la protagonista. Otra que me gusta mucho es Midnight in Paris de Woody Allen, donde sus personajes recorren no sólo Montmatre, sino todos los lugares más turísticos de París.

Hay terrazas y restaurantes con comida típica francesa e internacional; hambre no pasamos, todo lo contrario. Era muy agradable sentarse en alguna de estas terrazas pues casi siempre se oía alguna chanson française de Edith Piaff o Aznavour, los más versionados por los músicos callejeros.

Moulin Rouge, en el Boulevard de Chichy

Moulin Rouge, en el Boulevard de Chichy

Aprovechando que estábamos cerca, fuimos al Moulin Rouge -en el número 82 del Boulevard de Clichy-, uno de los cabarets más famosos del mundo, construido por el español Josep Oller y su socio Charles Zidler e inaugurado en la Belle Epoque. Aún no era hora del espectáculo, así que después de ver los precios, decidimos sacar la foto correspondiente y continuar nuestro recorrido.

Este cabaret tan conocido, no solo por el Can Can, ha sido fuente de inspiración para artistas, escritores, además de ser el tema central en películas, musicales y obras de teatro. La última que recuerdo, dirigida Baz Luhrmann y protagonizada por Nicole Kidman, Ewan McGregor y Jim Broadbent en 2001, fue galardonada con dos Oscar y tres Globos de Oro. 

El Boulevard de Chichy, en el famoso Barrio Pigalle, ha sido inmortalizado en los lienzos por los artistas que lo habitaron. En el número 6 vivió Edgar Degas, en el 11 Picasso, en el 18 Whistler, en el 65 Jean Leon Gérôme y Toulouse Lautrec, por nombrar algunos. Este Boulevard además del Moulin Rouge, es célebre sobre todo por su vida nocturna, cabarets, salas de espectáculos, teatros y tiendas eróticas, el paseo es curioso.

Segundo día: Torre Eiffel, Arco de Triunfo

Nuestra querida adolescente, no podía esperar más para subir a la Torre Eiffel, ya se había acercado la noche anterior, su lugar soñado. Menos mal que ya teníamos las entradas, porque estaban agotadas. No me extraña, más de seis millones de turistas al año, son muchos turistas.

La Torre Eiffel, diseñada por Stephen Sauvestre y construida por Gustave Eiffel, se inauguró en 1889 para la Exposición Universal que conmemoraba el Centenario de la Revolución Francesa. Tiene una altura de 300 metros y fue la estructura más alta del mundo hasta 1930, cuando se construyó el Edificio Chrysler en Nueva York, empezando así la fiebre de los rascacielos en el país del norte.

Hay varias opciones para subir a la Torre Eiffel, elegimos una de las opciones de precio medio, hasta la segunda planta en ascensor; pero se puede subir hasta la plataforma o tercera planta donde está una representación del antiguo despacho de Gustave Eiffel, con figuras de cera de Eiffel acompañado de su hija, y Thomas Edison. También se puede comer o cenar disfrutando de unas maravillosas vistas, no mencionamos los precios… con varias opciones de restaurantes.

Arco de Triunfo

Arco de Triunfo

Después de cientos de fotos, varias horas posando, y compras para todos los miembros de la familia que no pudieron venir, decidimos ir al Arco del Triunfo.

El Arco de Triunfoel símbolo del patriotismo francés, fue construido en 1836 para conmemorar la victoria, en 1805, de Napoleón en Austerlitz y al mismo tiempo rinde homenaje a quienes lucharon y dieron su vida por Francia. Debajo del Arco está la tumba del soldado, en honor a los 1,3 millones de soldados franceses muertos en la I Guerra Mundial. El 14 de julio, por la celebración de la fiesta nacional francesa para conmemorar la Toma de la Bastilla, el Arco se transforma en el escenario principal y marca el inicio del desfile militar que marcha por los Campos Elíseos. Subimos a lo alto del Arco para ver París y los Campos Elíseos. (Metro Charles de Gaulle-Étoille).

Tercer día: jardines y museos varios

Ese día nos dividimos, yo me negué a volver a la torre Eiffel y decidí independizarme haciendo este recorrido. Estábamos alojados cerca de los Campos Elíseos, por lo que decidí ir caminando a dos edificios construidos para la Exposición Universal de 1900, el Grand Palais y el Petit Palais, actual Museo de Bellas Artes. Merece la pena visitarlos, y dedicarles un poco de tiempo para ver sus colecciones de arte. (Metro Champs Élisée – Clemenceau)

Casi a continuación, están los Jardines de las Tullerías, al verlos tan bonitos cuesta creer que antiguamente existiera en este lugar una fábrica de tejas, fueron diseñados por André Le Nôtre, el arquitecto y paisajista de Luis XIV, quien también diseñó los jardines de los palacios de Versalles, Chantilly, Marly y Fontainebleau. En las Tullerías están el Museo de l’Orangerie y la Galerie Nationale du Jeu de Paume. (Metro Concorde).

Siempre quise visitar al Museo de l’Orangerie, para ver de cerca los Nenúfares de Monet; me fascinaron. Son ocho óleos monumentales que ocupan las paredes y donde puedes pasar horas contemplándolos. Yo no tenía mucho tiempo, así que me conformé con unos pocos minutos. Tampoco tuve tiempo de ver la colección, de más de 500 pinturas, donada por Paul Guillaume, un marchante y coleccionista de arte, personaje imprescindible, pionero y promotor del Art Négre.

Muy cerca está la Galerie Nationale du Jeu de Paume, ubicado en la antigua cancha de juego de pelota, y se ha especializado en exposiciones fotográficas, vídeos y nuevas tecnologías. Pero tampoco tuve tiempo de visitarlo pues mi objetivo era llegar al Louvre.

Jardín del Carrusel

Jardín del Carrusel

Al fin puedo ver el Louvre; el más famoso, el más visitado, el más variado, con más de 35.000 obras expuestas de un total de 445.000 que posee, de las cuales 140.000 son obras gráficas. Hay que tener mucha paciencia para esperar las largas colas, por eso es recomendable adquirir la entrada con antelación.

Aquí vuelvo a reencontrarme con mis compañeras de viaje, nuestra querida adolescente tiene que hacerse el selfie con la “Gioconda” o la “Mona Lisa” de Leonardo da Vinci, el cuadro más famoso del mundo; ¡Imprescindible! No se puede ir de París sin su imagen inmortalizada a su lado. No nos olvidemos que, en el Museo del Prado en Madrid, tenemos una copia que según los entendidos es la mejor del mundo, casi idéntica y con las mismas medidas, la diferencia está en el fondo, en el colorido paisaje.

Allá que vamos, lo primero que buscamos es cómo llegar a esta obra. Entramos por la “Porte de lions”, cerca del Puente del Carrusel, subimos las escaleras, atravesamos varias salas y nos indican que sigamos hasta la Grande Galerie y busquemos la Sala 6. Unas colas enormes en una sala enorme también, impresiona ver a tanta gente queriendo sacarse el trendy selfie con este cuadro.

Museo del Louvre

Museo del Louvre

El museo fue inaugurado en 1792 y recibe anualmente más de 10 millones de visitantes. Para disfrutarlo es necesario por lo menos una semana, así no nos saturamos con tantas obras pictóricas, esculturas de la historia de la humanidad. En la primera planta hay una colección muy representativa de pintura española. Es un museo que no se puede dejar de visitar.

Al salir, fuimos al centro comercial que está debajo del museo, se llama Carrusel del Louvre y es el sitio ideal para comprar objetos originales, recuerdos y un montón de cosas bonitas pero que luego, ya se sabe, más cosas para quitar el polvo. 

Cuarto día: varios y cumpleaños

Un día muy especial, celebramos el cumpleaños. Lo primero, volver a la Torre Eiffel para hacerse las fotos con las velas correspondientes el uno y el ocho, además de todos los accesorios correspondientes a tan memorable fecha. Ante este panorama, me independicé nuevamente y busqué otros recorridos, luego nos reencontramos en el Barrio Latino, que se llama así porque ahí vivían los estudiantes. También fue escenario del Mayo del 68. Es un lugar muy agradable para callejear y disfrutar de sus terrazas, con una oferta muy variada de comidas, todo muy pintoresco. Aprovechamos para comer en una de sus terrazas típicas, pedimos una raclette, parecida a la fondue, pero con más ingredientes, diferentes tipos de carne y verduras. Estaba delicioso.

Notre Dame

Notre Dame

Intentamos acercarnos lo más posible a la Catedral de Notre Dame, pero sus alrededores están vallados y no se puede acceder desde el incendio del 15 de abril de 2019. Lamentablemente tendremos que esperar algún tiempo para poder volver a visitarla; es increíble que superara en cifras al Museo del Louvre con más de 14 millones de visitantes al año. Cuando hicimos el crucero por el Sena, se veía un poco más los laterales la Catedral y cómo ha quedado después del incendio.

Aprovechamos para acercarnos a la Sainte Chapelle (Santa Capilla o Capilla Real) en la Île de la Cité (Isla de la Ciudad). Es una de las iglesias más representativas de la arquitectura gótica. Tiene unos vitrales impresionantes, la luz es tamizada por los cristales, creando una atmósfera única. En esta iglesia, se pueden ver también las reliquias del martirio de Jesús: la corona de espinas, fragmentos de la cruz, del hierro de la lanza y de la esponja. (Metro Cité)

Al final de la tarde, decidimos buscar un lugar para cenar y cerrar con broche de oro la celebración del cumpleaños de nuestra querida adolescente que sólo quería ir a un restaurante que tuviera vistas a la Torre Eiffel… ya la echaba de menos.

 Plaza Igor Stravinksy, cerca del Centro Pompidou

Plaza Igor Stravinksy, cerca del Centro Pompidou

Finalmente, decidimos ir al restaurante “Georges”, en la sexta planta del Museo Nacional de Arte Moderno – Centro Georges Pompidou, edificio diseñado por Renzo Piano y Richard Rogers, donde no solo veíamos la torre Eiffel, sino también Notre Dame y otros edificios emblemáticos de la ciudad. ¡Fue una cena entrañable! Cantamos el Cumpleaños Feliz acompañados de otros comensales vecinos y los camareros, fue muy simpático.

Vistas de París desde el Centro Georges Pompidou

Vistas de París desde el Centro Georges Pompidou

Quinto y último día: la tumba de Napoleón, Rodin y la fundación Vuitton

Nuestro quinto día en París, teníamos que aprovechar las últimas horas. Con tantas opciones y lugares para ir, decidimos ver la tumba de Napoleón y lo que pudiéramos, mientras nuestra adolescente se quedaba en los brazos de Morfeo (no sé cómo duermen tanto, debe ser la parte infantil que aún les queda).

Hôtel des Invalides es un complejo arquitectónico enorme, se necesitan muchas horas (horas que no teníamos), así que decidimos verlo corriendo, o casi. Fue construido en el siglo XVII para alojar a más de cuatro mil veteranos de guerra. Actualmente alberga dos Museos, uno dedicado a la historia militar y otro a las maquetas, además de dos iglesias, la más importante, Dôme donde está la tumba de Napoleón I.

Puente de Alexandre III

Puente de Alexandre III

El Musée de l’Armé alberga la colección más importante de la historia militar de Francia, con un espacio dedicado a Charles de Gaulle. Impresiona ver tantas armaduras, cañones, armas y un largo etcétera de la historia bélica, no sólo de Francia, también de sus antiguas colonias. A mí no me atraen las guerras ni los armamentos, pero he de reconocer que es un lugar impresionante.

El Musée des Plans-Reliefs, es un museo de maquetas históricas, única en el mundo realizadas a escala 1:600. No se puede dejar de visitar, es otra opción de conocer ciudades, palacios, edificios y fortalezas, desde el reinado de Luis XIV en el siglo XVII hasta Napoleón III en el siglo XIX.

En la Église du Dôme de estilo barroco, está la tumba de Napoleón I, y también los restos de su hijo Napoleón II, José I de España, varios mariscales, entre ellos Lyautey, Foch y Leclerc. y otros personajes célebres de la historia de Francia. Todo es monumental, el mármol polícromo donde están inscritas ocho victorias muy famosas, una cripta circular y alrededor de diez bajorrelieves realizados por Pierre Charles Simart, donde ha representado lo más significativo del reinado de Napoleón I: la pacificación de la nación, la centralización administrativa, el Consejo de Estado, el Código civil y Mercantil, el Concordato, la Universidad imperial, la Corte de Cuentas, las Grandes obras y la Legión de honor.

Estatua de Napoleón

Estatua de Napoleón

El sarcófago de Napoleón está en el centro de una cripta circular y alrededor, esculpidos en mármol se detallan sus hazañas y una docena de Nikes o Victorias aladas hechas en mármol por el escultor James Pradier, lo custodian, llevan en la mano una corona de laurel simbolizando las campañas militares de Napoleón.

El ataúd fue diseñado por Louis Visconti, es de mármol pórfido rojo importado de Rusia y descansa sobre una base de granito verde decorado con laureles, el símbolo de la grandeza. Contiene seis féretros encajados, con el mismo sistema de las Matrioskas: el primero es de acero recubierto de estaño, el segundo de caoba, el tercero y el cuarto de plomo, el quinto de madera de ébano, y el último, es de roble. (Metro: Invalides).

Aprovechando que el Museo Rodin, está muy cerca, nos acercamos. Está en un pequeño palacio rodeado de tres hectáreas de jardines muy cuidados. Aquí no sólo vivió y trabajó Rodin sino también Isadora Duncan, Matisse, Cocteau y Clara Westhoff.  En el jardín hay varias esculturas de Rodin, una de las más representativas es “La puerta del infierno”, obra a la que dedicó más de diez años de trabajo, también están otras más conocidas como “El Pensador”, el “Monumento a Balzac”, el “Monumento a Victor Hugo” y la de “Ugolino y sus hijos” una de las más desgarradoras.

En el Palacete encontramos sus obras y su colección de escultura antigua, que el artista donó a Francia para que hicieran este museo; también están expuestas las excepcionales esculturas de Camille Claudel, su alumna aventajada, que murió sola y en un psiquiátrico como consecuencia de su relación tormentosa con Rodin, sin ningún reconocimiento de su talento, él fue entronizado como escultor y ella fue olvidada hasta ahora.

Visitamos la cafetería del Museo, rodeado de fuentes y cuidados jardines donde vale la pena comer, la crema de verduras, inolvidable y muchas más cosas. (Metro Varenne, Invalides o Saint-François-Xavier).

Nuestra bella durmiente se ha despertado y quedamos con ella en la Fundación Louis Vuitton, pues además de la Mona Lisa, la Torre Eiffel, está “in love” con los bolsos de esa marca.

La Fundación Vuitton, diseñada por Frank Ghery, está en el Bosque de Boulogne y fue inaugurada hace cinco años. Es un edificio que tiene la forma de un velero, cuyas velas son de cristal y rodean un iceberg, en un lateral del edificio brilla el logo de LV, en acero inoxidable. Nos fascinó. Es realmente impresionante. Sólo para ver el edificio vale la pena acercarse, sin olvidar las muestras de arte contemporáneo que se pueden visitar, como la de Yayoi Kusama, mi preferida.

Rosa de Isa Genzken en el vestíbulo de la Fundación LV.

Rosa de Isa Genzken en el vestíbulo de la Fundación LV.

Para viajar en el transporte público de manera ilimitada se pueden adquirir tarjetas varias, como por ejemplo la Paris PassLib (de la Oficina de Turismo y de Congresos de París) que además puede incluir un crucero por el Sena, bus panorámico y visitas a museos y se puede elegir el número de días que dure nuestra estancia. Se puede solicitar en Parisinfo.com o directamente en el Hôtel de Ville (Ayuntamiento) o en la Gare du Nord (Estación del Norte). La otra opción es comprar el billete individual o un bono de diez, que siempre sale más económico.

Otras opciones de recorrer la ciudad: los barcos por el Sena

Es muy recomendable coger estos barcos que se llaman BatoBus o Bateaux Mouches, algunos lo traducen como barcos de moscas, por los turistas que son como estos insectos, pero en realidad proviene del nombre del astillero donde se construían en Mouche, Lyon. Cuando ya estás cansado y no puedes más, el barco acristalado es otra opción para recorrer la ciudad atravesando el río, visitando los lugares más emblemáticos y descansando un poco del ajetreado día. Hay otros barcos en los que se puede comer o cenar, si vas en pareja, una cena romántica es una buena opción, pero no era nuestro caso, nosotras íbamos de cumple.

Cómo llegar

Ahora gracias a las nuevas opciones de viajes internacionales que ofrece Renfe y Sncf, podemos llegar al centro de la capital francesa y sin los agobios que conlleva el avión. Saliendo de Barcelona-Sants, llegamos a la estación de Lyon en París. En la misma estación hay una oficina de turismo por si aún no sabemos qué hacer.

Hay otras catorce ciudades francesas que podemos descubrir en AVE: Carcassonne, Lyon, Marsella, Nimes, Toulouse, Perpignan, Narbonne, Béziers, Agde, Sète, Montpellier, Avignon, Aix-en-Provence, Valence. Desde Barcelona a París el recorrido tiene una duración de unas 6 horas aproximadamente con dos trenes diarios en otoño e invierno y cuatro en verano, a partir de 39 €.

Texto y Fotografías: Inés Tortosa es Ferroequinologista

Más información para viajar a  París y a Francia en tren.