Es común ver a los viajeros de los servicios de Cercanías distraerse durante el trayecto con la lectura del periódico, de un buen libro o, ahora, con las nuevas tecnologías, inmersos en las redes sociales o trabajando con sus ordenadores portátiles, tablets, teléfonos y otros dispositivos. Pocos levantan la mirada para admirar un paisaje, tal vez muy visto a fuerza de repetir a diario el viaje de ida y vuelta de casa al trabajo y del trabajo a casa… Y, sin embargo, a través de la ventanilla se puede disfrutar de los detalles de un paisaje siempre cambiante y, también, del patrimonio arquitectónico que la larga historia del ferrocarril ha generado. Entre otros muchos, este es el caso de la línea C-3 de Cercanías de Bilbao que une la capital vizcaína con Orduña, donde el ojo observador puede admirar algunos de los más bellos ejemplos de la arquitectura ferroviaria en estilo neovasco en nuestro país.

Los primeros pasos del neovasco en el ferrocarril

El primer ejemplo de utilización de lenguajes de inspiración regional en la arquitectura ferroviaria española se remonta a 1881, con las estaciones neomudéjares levantadas a lo largo de la línea de Sevilla a Huelva, de las que hablamos recientemente. Fue preciso esperar más de treinta años para que un estilo vernacular volviera a emplearse en nuestro país. En esta ocasión fue la Compañía de los Ferrocarriles Vascongados, concesionaria del ferrocarril de vía estrecha de Bilbao a San Sebastián, la que decidió en 1912 utilizar el estilo neovasco para levantar tanto su nueva terminal en el bilbaíno barrio de Atxuri como en sus nuevas estaciones de Usurbil y Lasarte, todas ellas diseñadas por el arquitecto Manuel María Smith.

La estación de Usurbil es uno de los primeros ejemplos de arquitectura ferroviaria en estilo neovasco. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

El ejemplo de la Compañía de los Ferrocarriles Vascongados pronto fue seguido por otras empresas, entre las que sin duda destaca el guipuzcoano Ferrocarril del Urola, construido entre 1921 y 1926 por la Diputación de Gipuzkoa. El ente provincial encomendó a su arquitecto, el donostiarra Ramón Cortázar, el diseño de las doce estaciones de la línea, recomendándole que se inspirase en el estilo del país utilizado por Vascongados en sus realizaciones más recientes.

Cortázar se inspiró en la arquitectura local para diseñar las estaciones de la línea, todas ellas diferentes entre sí: los caseríos se tomaron como modelo para las de Zumárraga, Zumaia, Iraeta o Arrona, el estilo palaciego se reprodujo en la de Azkoitia, mientras que las casas solariegas sirvieron de referencia a las de Zestoa-Balneario o Azpeitia, esta última, actual sede del Museo Vasco del Ferrocarril de EuskoTren.

Las estaciones del ferrocarril del Urola sirvieron de inspiración para el diseño de las de la línea de Bilbao a Orduña. En la imagen, la de Azpeitia, actual sede del Museo Vasco del Ferrocarril. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

El estilo neovasco utilizado por Vascongados y el Urola pronto alcanzó el favor del público, hasta el punto que algunos de estos proyectos se reprodujeron en tierras lejanas. En concreto, la de Meirama (A Coruña), reproduce exactamente el edificio de la estación de Usurbil, mientras que la de Ordes-Pontagra, también en A Coruña, es idéntica a la de Azpeitia.

Marrero Regalado y las estaciones de Bilbao a Orduña

A mediados de los años veinte del pasado siglo, ante el constante incremento del tráfico ferroviario de viajeros y mercancías, la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España decidió emprender diversas mejoras en su línea a Bilbao. Entre las actuaciones previstas cabe señalar la duplicación de vía entre la capital vizcaína y Orduña, y la mejora de la capacidad de la rampa que supera la divisoria entre el Cantábrico y el Mediterráneo, con una nueva estación para el cruce de trenes en Artomaña y la ampliación de la de Izarra.

Uno de los objetivos de la Compañía del Norte al duplicar la vía entre Bilbao y Orduña, era establecer un moderno servicio de cercanías, pero, para ello, además de aumentar la capacidad de su infraestructura, también era preciso mejorar sus primitivas estaciones, construidas en 1863. Con este propósito, la empresa ferroviaria recurrió a uno de sus arquitectos más destacados, el canario José Enrique Marrero Regalado, nacido en Granadilla de Abona (Tenerife), en 1897, a quien encomendó el diseño de los nuevos edificios. Aunque, finalmente, el de la gran terminal que debía levantarse en Bilbao-Abando no llegó a construirse, al paralizarse el proyecto inicial durante la República y, más tarde, como consecuencia de la Guerra Civil, las restantes estaciones levantadas en este trayecto entre 1929 y 1932, así como también, las de Artomaña e Izarra, son fruto de su ingenio.

Estación de Izarra. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi

La primera de las nuevas estaciones diseñadas por Marrero Regalado fue, siguiendo el orden geográfico en un imaginario viaje con origen en Bilbao, la de Dos Caminos, en Basauri, probablemente, la menos proporcionada de todas, dadas las grandes dimensiones que exigían sus dependencias, en una época en la que registraban un importante tráfico de mercancías impulsado por el ramal de enlace con los Ferrocarriles Vascongados y con la importante empresa siderúrgica de La Basconia.

Estación de Dos Caminos. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi

La siguiente estación de estilo neovasco que encuentra el viajero es la de Arrigorriaga (en portada), dotada de un edificio magníficamente proporcionado, directamente inspirado en los caseríos del entorno. Lo mismo sucede unos kilómetros más adelante con la bonita estación de Ugao-Miravalles.

Estación de Ugao-Miravalles. En primer plano, a la derecha, el edificio para el control del enclavamiento de la estación, modelo que se repite en todas las estaciones diseñadas por Marrero Regalado. Fondo Iñaki García Uribe. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

También inspirado en el lenguaje arquitectónico de los caseríos es el edificioEstación de Ugao-Miravalles. En primer plano, a la derecha, el edificio para el control del enclavamiento de la estación, modelo que se repite en todas las estaciones diseñadas por Marrero Regalado. Fondo Iñaki García Uribe. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril de la estación de Areta, aunque en este caso presenta una cubierta llamativamente desproporcionada. Además, junto a sus andenes el ojo inquieto podrá observar una grúa hidráulica, viejo testimonio de la tracción vapor.

De todas las estaciones neovascas de la línea, la de Llodio es la única en la que el arquitecto, en lugar de inspirarse en la arquitectura rural, lo hizo en la palaciega. Es probable que esta diferencia se deba a las vinculaciones del Marqués de Urquijo, entonces destacado miembro del Consejo de Administración de la Compañía de Caminos de Hierro del Norte de España con esta localidad alavesa. Además, es la única en la que Marrero Regalado plasmó su firma, grabada sobre la piedra en la fachada que recae sobre los andenes.

En Luiaondo, Marrero Regalado volvió a inspirarse en la arquitectura de los caseríos, aunque con diversos elementos de inspiración barroca reflejados en su balconada y en los detalles polícromos del tímpano.

Estación de Luiaondo. Fondo Carmele Salcedo. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

Más rural es el aspecto de la de Amurrio, última de las estaciones neovascas que el viajero puede contemplar desde la ventanilla de los trenes de cercanías de la línea C-3 del núcleo de Bilbao.

Estación de Amurrio. Fondo Carmele Salcedo. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

Para ver las otras dos obras neovascas de la línea hacia Miranda de Ebro es preciso tomar un tren de Larga Distancia y estar atento al paso, sin parada, por las estaciones de Artomaña e Izarra.

Juanjo Olaizola Elordi es Director del Museo Vasco del Ferrocarril de Azpeitia

Consulta el horario de la C-3 Bilbao -Orduña para disfrutar de su belleza arquitectónica aquí.