José Luis empezó a coleccionar como si la cosa no fuera con él. Y se diría que también empezó a conducir trenes como si no lo tuviera previsto. A sus 38 años, tiene una extraordinaria colección que, por si sola, cuenta la historia del ferrocarril en España y da fe, además, de acontecimientos de otras partes del mundo. Y no es la única, pues metido ya en harina igual atesora botellas que monedas. Con ese amor de coleccionista insobornable que sabe dónde guarda el detalle más pequeño del proyecto más nimio. Aunque sus documentos se cuenten por miles.
Se diría, además, que José Luis Domínguez ha puesto en la conducción de trenes ese mismo amor por el perfeccionismo y la delicadeza. Le gusta conocer al milímetro las unidades que conduce. Lo que no sabe lo aprende. Lo que sabe lo da a conocer. Tiene Renfe en este jefe de maquinistas, ahora formador, un archivo, un ordenador, una memoria…
Cuenta si se le pregunta que todo empezó recorriendo vías abandonadas cuando vivió en Extremadura. Lo del coleccionismo, no lo de los trenes. Allá por los años 90 del siglo pasado, salvó de una quema casual una tarde cualquiera viejos periódicos de los años de la Guerra Civil Española. Le parecía al niño de entonces que eso tenía que ser importante. Y, vaya, lo era entonces. Lo es más ahora.
Empezó así su primera colección, de periódicos, papeles, documentos, postales, revistas… “Lo guardaba porque sabía que eso se tenía que guardar. Siempre tuve interés por preservar cosas. Con el tiempo me empecé a dar cuenta de su valor y de lo que significaban”, explica.
Ahora tiene varias colecciones: monedas, billetes, botellas, sellos… y una vastísima e interesantísima relacionada con el ferrocarril español. No fue la primera. Sus paseos infantiles por las vías extremeñas abandonadas tenían que ver con juegos de niños y no con pasiones –o familias– ferroviarias. Pero se le debieron quedar instalados en algún rincón de la memoria, listos para salir a la superficie cuando, más de una década después, trabajaba de informático en una empresa. Desde su ventana su mirada le devolvía, de nuevo, raíles y trenes. Lo que fuera que conectó esas imágenes con sus deseos lo llevó a convertirse en maquinista en 2010. Y a ingresar en Renfe en 2015 (ahora forma parte de la residencia de Zaragoza).
Más de 10.000 billetes de tren
Fue entonces cuando empezó a nacer una nueva colección, la del mundo del tren, que ha hecho que ahora tenga más de 10.000 billetes de 60 compañías ferroviarias; documentos y mapas históricos que permiten conocer desde la historia del ferrocarril del Canfranc hasta la de Renfe, pasando por la de aquellas compañías ferroviarias que querían convertir España en una telaraña de raíles. Un lujo escuchar a este jefe de maquinistas contar detalles de la vida de tal o cual personaje histórico ferroviario de los siglos XIX y XX. Se diría que los tuvo al lado.
En estos años de búsquedas y encuentros ha aprendido mucho, dice. “No solo de la historia del ferrocarril, sino también de cómo vivía la gente, de la situación política y social de la época, del concepto del tiempo…”, añade. El ejemplo que pone es hermoso: “El ferrocarril cambió el concepto del tiempo. Hasta que llegó a España, los relojes de cada ciudad marcaban una hora distinta, la solar. Pero con el ferrocarril se igualaron las horas…”, narra. “De pronto, un tren permitía trasladar a una persona de una punta de España a la capital en diez horas. Y aunque hoy parezca demasiado tiempo entonces fue una revolución. Mi abuela empleaba un día entero para recorrer un camino que hoy hacemos en hora y media en coche”, añade.
Guarda José Luis algunos de los primeros billetes de tren de la línea Madrid-Aranjuez que utilizó la Casa Real y otros de las líneas que unían campos nazis de concentración en Polonia; joyas bibliográficas y documentales del ferrocarril del Canfranc; documentos de proyectos que no pasaron del papel, pero que se pensaron; fotos, grabados, mapas, medallas, postales…
Alguna cosa hecha en falta en esta amalgama de historias del tren, de historias de Renfe. Como un billete de la línea Barcelona-Mataró, la que dio origen a todo lo demás. Y sin embargo tiene en su haber el billete inaugural de la línea de alta velocidad a la Meca, que le regaló un compañero, Luis García López, ‘el Maquetas’, maquinista y modelista, creador de vida en miniatura.
José Luis Domínguez está en un momento de su vida de coleccionista en el que ya no busca, encuentra. Y cuando eso sucede es fantástico. “Todos coleccionamos algo, aunque sean fotos y recuerdos. O marcapáginas”, asegura. “Un coleccionista siempre tiene hambre, ganas de conseguir una pieza codiciada, la que le falta, la que siempre ha querido. Yo ya he pasado esa etapa, no estoy esperando la pieza. Prefiero que las cosas lleguen por sorpresa”, concluye. La última sorpresa acaba de presentarse: un farol de jefe de estación de la compañía de los ferrocarriles de Madrid a Cáceres y Portugal. Del siglo XIX. Estaba en Córdoba. Ahora está en Zaragoza.
Texto y fotografías: R. Lozano
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